Julieta Bassett
La hora de irse se había aproximado rápidamente. La universidad nos esperaba y ya no podíamos ausentarnos más tiempo, sin embargo, no podía dejar de sentir como mi corazón se rompía en mil pedazos al dejar a mis padres aquí... El gran apoyo de mi abuela ya no estaba más y sabía que ellos aparentaban estar bien para no preocuparme, pero... en el fondo, la verdad era otra.
La pérdida de una persona tan esencial llevaría tiempo para superar. Después de tantos años, aún sufría la muerte de mi hermano y no podía evitarlo cada vez que los recuerdos se instauraban en mi mente.
Solo había una solución al gran dolor que todos teníamos por dentro... el tiempo.
El tiempo se encargaría de aminorar la pena y de reventar esa extraña burbuja que sentía a mi alrededor, como si todo lo que estaba pasando en ese momento no fuera real... pero sabía que era una etapa del luto y solo el tiempo podría curarnos, y esperando que los días grises por fin quedaran atrás, me despedí de mis padres y de esa ciudad que tanto me había quitado.
Solo quería sanar y olvidar todo el dolor... y solo había una persona que podía hacerme olvidar absolutamente todo.
Tomé la mano del hombre que me había acompañado en esta triste travesía y nos subimos al taxi color amarillo que nos esperaba afuera de mi hogar.
Cuando estábamos dentro de la cabina, miré hacia la ventanilla derecha y los vi... las dos personas más amadas que me iban quedando se despedían agitando las manos vigorosamente en nuestra dirección. Mis lágrimas comenzaron a correr por mis mejillas al darme cuenta de que no los vería en un largo tiempo... un tiempo en el que esperaba que todos pudiésemos encontrar la paz y sanar.
Cuando ya no estuvieron en mi campo de visión, enderecé mi cuerpo y la firme mano de mi profesor favorito acarició la mía, dándome su apoyo como todos estos días.
—Ven aquí, ángel... —Susurró Alexander contra mi cabeza.
Pasó un brazo por detrás de mi cuello y me acurrucó entre sus fuertes brazos... esos brazos que me trasmitían una seguridad desmesurada, esos brazos en los que estaba decidida a encontrar un refugio, un refugio que me ayudaría a olvidar la pena.
Jamás pensé que este hombre que me sostenía con firmeza se convertiría en alguien tan importante para mí... y temía que esto también se tratara de un sueño, un hermoso y a la vez triste sueño.
Envolví mis brazos alrededor de su cintura aceptando maravillada, su consuelo. Después de todo... él me había demostrado que yo no era igual a todas las demás, solo faltaba que yo lo aceptara.
¿Será que estoy destinada a tener es amor que tanto he anhelado?
Deseaba con todas mis fuerzas que, por una vez, el destino se apiadara de mi y me regalara ese amor que tanto quería... un amor de esos que no se extingue, de esos que perduran hasta el fin de los tiempos, de esos que son inolvidables... de esos que ni la muerte puede romper ni separar.
Un amor inquebrantable.
Podía sentir el calor del trabajado cuerpo de mi profesor, traspasar la elegante camisa color blanco que se había puesto el día de hoy. Su magnífico aroma se impregnaba en mi ropa y en mi mente. En sus brazos me sentía bien... a salvo. Y eso me encantaba.
Cuando llegamos al aeropuerto, nuestras manos volvieron a unirse antes de recorrer ese largo pasillo que nos llevaría al gigantesco avión.
Miré en su dirección y admiré el varonil perfil de su rostro. Junto a él me sentía capaz de todo... los miedos se esfumaban y las congojas lograban abandonar mi mente por un momento. Su presencia era como una droga, una inminente droga capaz de crear un mundo alterno y hacerme sentir tan bien, que desearía mil veces permanecer en ese mundo irreal... junto a él, que vivir mi realidad.
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El Fuego De Tu Mirada
RomanceLos días pasaban y no encontraba manera de poder alejarme. Me hice adicta a tus caricias, a tu sonrisa y a tu calor, a tu ojos, a tus manos y a tu boca. sin darme cuenta, mi vida ya no era mía... sino que te la entregué a ti sin penssarlo. Mi mundo...