Capítulo 29

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Sus dedos deslizándose lentamente por mis pantorrillas lograban que toda mi piel se erizase. Subió con calma hasta mis muslos depositando pequeños y húmedos besos en los que me derretí completamente. Mi piel se incendiaba en cada toque, parecía como si lava corriera por mis venas en vez de sangre... estaba ardiendo bajos sus tortuosas caricias y ya no lo quería evitar más.

Mi destino era arder en sus exquisitas brasas.

Amasó morbosamente mis glúteos siguiendo su camino de besos hasta mi espalda baja. Mi cuerpo completamente desnudo lo anhelaba y lo necesitaba... él podía encenderme con tan solo un beso, él era el fuego en el que quería ser consumida, él era mi perdición.

Se posó sobre mi espalda cuando sus besos llegaron a mi cuello. Pude sentir su excitación rosar mis glúteos y restregarse sin pudor sobre mi inexplorada y blanca piel. Presionó su pecho en mi espalda, haciendo que mis senos quedaran totalmente aplastados en la sedosa cama.

—Vas a ser mía, Julieta... solo mía.

Su mano derecha rodeó mi cadera y pasó hacia mi abdomen bajo. La anticipación del acto hizo que levantara mi culo unos centímetros para darle un mejor acceso a mi zona íntima. Una pequeña carcajada retumbó cerca de mi oído causando que el color subiera a mis mejillas inevitablemente y cuando sus dedos llegaron a mi húmeda vulva, comenzó mi tortura.

Sus suaves caricias quemaban mi clítoris tormentosamente mientras presionaba su dureza en mis nalgas. Su musculoso cuerpo se restregó contra mi piel al son de sus movimientos circulares... podía sentir mi humedad sonar entre sus traviesos dedos haciendo que la excitación subiera mil veces más... ya no lo soportaba. Quería llenarme de él hasta el fin de mis días.

Moví mi cintura provocativamente contra él sintiendo una electricidad en mi vientre bajo por los lentos movimientos de sus expertos dedos. Si seguía a ese ritmo, iba a explotar del placer en cualquier momento. Un ronco gemido salió de sus labios debido a mi atrevimiento, erizando los bellos de mi nuca.

—Por favor... —Supliqué dejándome llevar en sus manos y cerrando mis ojos.

—Por favor, qué... —Jugueteó dirigiendo sus dedos hacia mi estrecho agujero.

Y cuando sentí su dedo medio hundirse en mi interior, pensé que me derretiría entre sus manos.

—¿Quieres esto? — Susurró, besando la parte de atrás de mi cuello lentamente — ¿Te gusta cómo se siente? — Preguntó sin dejar de sacar y volver a introducir su dedo en mi vagina.

—Si... —Gimoteé, contrayéndome del placer que hacían sus manos en mi cuerpo.

—Esto no es nada en comparación a lo que tengo aquí para ti, mi precioso ángel.

Soltó mi intimidad e hizo un movimiento pélvico que me enloqueció, dejándome sentir la gran virilidad que poseía. Se alejó un poco de mi cuerpo y con sus dos rodillas abrió expertamente mis piernas mientras yo seguía boca abajo.

Sabía lo que se avecinaba y lo deseaba tanto como él... quería hacer el amor con mi profesor.

Sentí como la punta de su grueso miembro rozaba de arriba abajo la abertura de mi intimidad, provocando que un leve gemido saliera de mí garganta.

—Estás tan húmeda... —Gruñó contenidamente presionando su glande en la entrada de mi canal vaginal. — tan exquisita...

Su pene hizo una presión mucho más grande en mi entrada, tratando de introducirse sin piedad —Te amo, Julieta. —Susurró cuando logró entrar en mí, rompiéndome en mil pedazos por primera vez.

¡RIIIIIING! ¡RIIIIIING! ¡RIIIING!

Me erguí completamente cuando el sonido de la alarma resonó en toda la habitación. Estiré la mano hacia mi derecha para alcanzar el reloj de mesa, pero por esas cosas de la vida, debido a ese brusco despertar, no me di cuenta de que estaba en la orilla del colchón y caí inmediatamente al piso golpeándome la cabeza en la mesita de noche.

El Fuego De Tu MiradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora