Capítulo 30

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Julieta Bassett

No podía creer que soltara esas palabras como si nada, pero la verdad ya no quería seguir esperando... nadie sabe si el día de mañana ya no estemos aquí en este mundo o junto a nuestras personas amadas, y yo no quería desperdiciar ni un segundo más.

No tenía ninguna duda de que Alexander era el hombre de mi vida... me acompañó en uno de los peores momentos y me dio su apoyo, me hace sentir amada y deseada, sus ojos son lo primero que quiero ver al despertar y lo último al dormirme.

Quiero entregarme completamente en cuerpo y alma a ese hombre que me observaba con un fuego ardiente en los ojos.

—¿Tienes hambre, ángel?

Su voz interrumpió mis fantasiosos pensamientos. Carraspeé para aclarar mi garganta y respondí en un susurro

—Si...— Sonreí — mucha.

Los mozos que contrató Alexander para servir nuestra cena se hicieron presentes en nuestro ambiente con varios platillos, tanto en sus antebrazos como en sus manos.

La mesa redonda no era grande, pero pudieron poner los platos principales junto con otros platillos más pequeños alrededor sin problema alguno.

Cuando terminaron de servir los platos, el mozo que todavía estaba de pie un poco más lejos de nosotros llenó nuestras copas del exquisito vino y luego retrocedió nuevamente.

Nuestras miradas jamás dejaron de unirse, ni mientras charlábamos, ni mientras comíamos. Al parecer, nuestros ojos sabían que esta noche sería completamente diferente.

El sonido ambiental era totalmente sensual.

Pude distinguir el melodioso sonido de la canción llamada "River" en el estéreo y junto a las 5 copas de vino, mi seguridad aumentó muchísimo más.

Conversamos de todo y nada a la vez y jamás me había sentido tan a gusto con alguien.

Alexander era el hombre de mi vida y no lo iba a dejar escapar.

—Estuvo exquisito. — Dije cuando ambos terminamos de comer — Muchas gracias por esta gran cena... fue perfecta.

Mi profesor favorito tomó mi mano que se mantenía sobre la mesa y se la llevó a los labios lentamente.

—Todo por ti, ángel. —Susurró dando un casto beso en el dorso de mi mano.

Cuando sus labios tocaron mi piel, sus ojos recorrieron mi rostro con vehemencia... Sabía que él quería lo mismo que yo y nuestra tensión ya se comenzaba a notar.

Mis mejillas sonrojadas hicieron sonreír al hombre sentado frente a mí y el calor inundó mi rostro en un santiamén.

—¿Quieres ir a tomar aire al balcón? —Le propuse sin aliento cuando bajó mi mano de sus labios.

—Por supuesto, cariño. —Sonrió satisfecho.

Dejamos la servilleta al lado de nuestros platos y nos levantamos al compás. Alexander me extendió su mano y sin dudar la tomé.

Nuestros dedos se entrelazaron mientras nuestras miradas no se abandonaban y fue en ese momento en el que el fuego de su mirada me confirmó que hoy sería su mujer.

Mi estómago alborotado por la anticipación de lo que pasaría esta noche me comprobaba que estaba totalmente colada por el hombre que tenía en frente y odiaría si alguien tratara de arruinar nuestro momento.

Porque este era NUESTRO momento. Él había elegido estar junto a mi en las peores y mejores situaciones y no permitiría que nadie estropeara lo que habíamos construido.

El Fuego De Tu MiradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora