Alexander Mackenzie
Al llegar a su departamento esperaba absolutamente todo, menos que ella me recibiera de la forma en que lo hizo. Su mirada cargada de fuego, sus labios brillosos y su cuerpo listo para sumirnos en una excitante nube de placer me dejaron sorprendido.
El tema que rondaba en mi cabeza y que quería aclarar lo antes posible con Julieta se había esfumado por completo en unos cuantos segundos al verla decidida a que le diera lo que ella pedía.
No quería que pensara cosas que no eran ciertas. Meredith había tratado de sembrarle dudas sobre mi y mi fidelidad, pero al parecer no funcionó ninguna de sus artimañas y eso solo significaba una cosa... Julieta confiaba en mí.
Sus preciosos ojos me miraban atentos mientras me desnudaba frente a ella, quien estaba sentada en la cama super King reclinada levemente hacia atrás afirmando su peso en sus palmas y viéndose extremadamente pequeña al centro de toda la habitación. El amarre de su bata estaba totalmente suelto, dejándome admirar cada parte de su cuerpo. Su mirada seguía mis manos con insurgencia, prendiéndome aún más al verla tan descarada. Desabroché el cinturón de mi pantalón fantaseando con su blanca piel siendo enrojecida por la correa, imaginando sus gritos de placer, haciéndola llegar al clímax de una manera que todavía no ha conocido...
El exquisito deseo corrió por mis venas hasta llegar a la parte central de mi anatomía, la cual ya estaba totalmente dura para disfrutar del tibio interior de la mujer que me esperaba en la cama.
Caminé hacia ella lentamente como un depredador dispuesto a comerse a su presa. Irguió su cuerpo y pasó la lengua por sus labios insinuando lo que quería haciendo que la presión en mi entrepierna creciera aún más debido a la anticipación.
Su rostro angelical era digno de los Dioses, esos ojos azules que me miraban con pasión me enloquecían de una manera que no podía explicar... saber que había sido yo el que descubrió sus lugares prohibidos me encantaba y mentiría si dijera que eso no aumentaba mi hombría y mi deseo por hacerle el amor día y noche.
—Estás impaciente, amor... —Susurré llegando a ella y abriéndome paso entre sus piernas.
Con una mano acaricie su cabello y con la otra mi polla por encima del bóxer. Su rostro estaba a penas unos centímetros de mi pelvis, pero sus ojos me miraban hacia arriba pareciendo una experta en saber cuánto me excitaba esa mirada que me estaba regalando.
—Si. —Confirmó pasando saliva — fue un día horrendo.
Sus manos se posaron en mi cadera envolviendo el borde de mi ropa interior. El temblor de sus dedos fue evidente para mí y el calor aumentaba demasiado al verla tan nerviosa pero dispuesta a hacer lo que ella deseaba. Su inocencia disimulada era fascinante.
—Lo sé, cariño... —Respondí — pero también sé de algo que te hará sentir mejor. —sonreí de medio lado admirando como, sin despegar sus ojos azules de los míos, bajaba el bóxer dejando ver mi falo completamente erecto e hinchado.
De forma sorpresiva se levantó de la cama, subió sus manos por mi abdomen y me empujó haciéndome caer sentado en el lugar en el que ella estaba anteriormente. Una pequeña risita se escapó de sus labios al ver mi cara de asombro y cuando se acercó nuevamente a mí, la atrapé de la cintura con fiereza llevándola hacia mi pecho.
—Eres malvada... —Susurré contra su abdomen aprovechando de dejar un rastro de besos húmedos sobre su piel mientras mis manos recorrían su culo sin contemplación. — Y me encanta.
Sus labios se curvaron en una sonrisa y se agachó hacia mí quedando frente a mi rostro. —Y yo sé de algo que te encantará aún más. —Susurró evocando las palabras que le dije anteriormente.
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El Fuego De Tu Mirada
RomansaLos días pasaban y no encontraba manera de poder alejarme. Me hice adicta a tus caricias, a tu sonrisa y a tu calor, a tu ojos, a tus manos y a tu boca. sin darme cuenta, mi vida ya no era mía... sino que te la entregué a ti sin penssarlo. Mi mundo...