⸙ 20 ⸙ la mordida a la manzana

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Al día siguiente, Saorise despertó en la habitación Madelaine

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Al día siguiente, Saorise despertó en la habitación Madelaine. La pelirroja estaba a su lado, dormida como una niña pequeña en un profundo sueño. Mientras iba despertándose más claramente, recapituló la situación de la noche anterior: ambas estaban en la playa al no poder dormir, y cuando empezaron a sentir sueño, decidieron ir a dormir en la habitación de la pelirroja al no querer separarse una de la otra.

La observó despacio, pasando sus dedos suavemente por su hombro con ciertas pecas encima que jamás podrías notar de lejos pero que de cerca eran muy evidentes. Mientras pasaba sus dedos, comenzó a imaginarse cómo sería besar cada una de esas pecas sin dejar espacio alguno de su piel sin alguna clase de beso. Decidió intentar sacarse ese pensamiento de la cabeza, sabía bastante bien lo que sucedería sí dejaba a su imaginación maquinar un poco más.

Se pasó una media hora así, observándola, detallando cada pequeño rasgo de su piel que la manta no alcanzaba a cubrir. Era preciosa, incluso sin algún tipo de maquillaje era la forma más pura de perfección a través de los ojos azulados de la rubia. No pudo evitar pensarlo mientras depositaba un beso sobre su hombro y frente mientras se levantaba finalmente de la cama.

Pensó en un momento despertar a Maddie, pero sabía que necesitaría dormir al no ser tan común que durmiese tan bien, por lo que en vez de despertarla prefirió dejarle una nota para comunicar todo por sí despertaba.

"Fuí a mi cuarto a arreglarme, dejaré el desayuno hecho y una vez todo esté listo te despertaré. No te preocupes por nada, sé cuánto necesitas descansar"

Atentamente, Saorise.

Una vez que salió por la puerta, hizo justo lo que dijo en la nota, bañándose, vistiéndose y haciendo el desayuno con rapidez pero con cierto perfeccionismo inevitable para la rubia. Quería que todo fuese perfecto, sólo así se sentiría satisfecha al ver la sonrisa de su chica favorita brillar como mil soles.

Terminó más rápido de lo esperado, tomando la decisión de regresar a la habitación de Maddie, abrir la puerta...

Y claro, cómo no, olvidó tocar la puerta.

Por un error no tan desafortunado, al abrir la puerta se encontró con mitad del cuerpo de Madelaine semidesnudo, viendo sus preciosos senos frente a ella junto a un sujetador de encaje blanco. No pudo evitar morderse el labio inferior mientras cierta sensación chispeante corría por su cuerpo, esa sensación de querer darle el bocado a la manzana y al dudar sí hacerlo o no, lo único que podía pensar era en las montones de formas en las cuales podrías dar tan siquiera un mordisco. Había retenido su imaginación más temprano, pero al verla así sencillamente no pudo evitar dejar a su imaginación y deseos volar.

—No esperaba que entraras tan poco... o sin tocar la puerta —dijo la pelirroja apenas le vió. A pesar de haber sido capaz de hablar, no fue capaz de colocarse la blusa encima.

—Ni yo tampoco, pero aquí estoy.

Saorise cerró la puerta detrás de ella, escuchando la electricidad que recorría por su cuerpo por un instante y, casi magnéticamenticamente, besando a Madelaine sin pensar demasiado. Con sus manos sobre su rostro, bajando hacia su cuello y rasguñando un poco con las uñas. No fue hasta que se hizo demasiado largo que se separaron un poco, manteniendo la cercanía.

—¿Y sí en vez de desayunar hacemos otra cosa? —sugirió la rubia, susurrando a su oído.

—Déjame pensarlo... —contestó Madelaine en cierto tono seductor, manteniendo unos cinco segundos de espera para dar tensión—. Acepto siempre y cuando tú también tengas menos ropa, no me parece justo ser la única en sujetador.

Saorise no se lo dudó mucho, quitándose el top de playa que cargaba encima con rapidez.

—¿Mejor? —preguntó la rubia alzando una ceja.

—Bastante, he de decir.

La pelirroja fue la siguiente en robar un beso, cargando a la rubia y dejando a esta enroscar sus piernas en su cintura, colocando la espalda de esta contra la pared. Mientras la besaba, despeinó su cabello con sus manos y, cuando se sintió más en confianza, el beso descendió hacia su cuello y luego hacia sus grandes senos en un pequeño momento de astucia. Mordió su cuello en el proceso, a la rubia se le escapó un gemido.

—¿Segura de esto? —preguntó Madelaine—. No quiero que te sientas forzada en lo absoluto.

A Saorise le pareció tierna esa pregunta, incluso aunque las ideas que cruzaban en su cabeza no había mucha ternura que digamos.

—Bastante segura, sólo sigue.

Cuando volvió a besarle, morderle, romperla en gemidos y volviéndola a rehacer al tocarla de montones de maneras, Saorise supo que que le quedarían marcas. No sólo más de una marca física, sino también marcas escritas dentro de su cerebro como tatuaje en la piel. Poco le importó eso en ese momento, sedienta de sus besos y su cuerpo, dejando de lado su actitud de pensar demasiado y posicionando su cuerpo en la más sencilla pero compleja a la vez acción de placer.

Y no, no se arrepintió de ello después.

¡Y este es el final del maratón! Espero que les haya gustado

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¡Y este es el final del maratón! Espero que les haya gustado. Pónganse alerta, que no creo que la obra llegue a tener más de treinta y cinco capítulos, así que... bueno, les doy la bienvenida a la recta final, ¿Preparados?


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Chains Of Promises╺╸Madelaine PetschDonde viven las historias. Descúbrelo ahora