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Y de nuevo, Saorise había llegado a una situación que ni siquiera comprendía cómo había sucedido. Es decir, lo sabía, sabía que había pasado, pero no cómo había sucedido todo de forma tan rápida, ni siquiera recordaba haber tenido el control. Probablemente había sido otro alter quien tuvo los controles, supuso.
Estaba fuera de la casa de Dakota, fuera de la fiesta pero de todas formas pudiendo escuchar la música ligeramente lejana, justo sentada con la espalda apoyada en la pared externa. Sentía la sensación aspera y dura en su espalda, sabía que probablemente su vestido se ensuciaría sí seguía recargándose en la pared pero eso no le importaba. Podía desde allí, con sus rodillas protegiendo su cuerpo, observar a todos los que estaban fuera con sus historias: veía como una pareja tenía una aventura dentro de un automovil, veía a un par de famosos jóvenes repartiéndose sorbos desde una misma botella de vodka, gente riendo como sí no existiera un mañana. Todos viviendo el momento, todos sintiéndose parte de la adrenalina... y, claro, ella estaba en otra categoría.
Notó cómo la sangre en su mano empezaba a dejar una gota en su vestido, empezando a arrepentirse de haber venido a la fiesta. Sabía que siempre que iba una fiesta siempre sucedía una polémica y sin embargo había acabado allí.
—¿Qué les dije? No debimos haber venido, esta era una mala idea —escuchó decir a June, regañando a todo el sistema—. Estas fiestas no son buenas, siempre acabamos encontrándonos a alguien que no debemos y dramas pasan.
Cerró los ojos, dando un largo respiro al no querer admitirlo, pero saberlo: June tenía razón, casi siempre June tenía razón. Aún no era el momento de regresar a la adrenalina, aún todo era demasiado inestable para ella.
—¿Y qué opinas que hagamos? —cuestionó Queen, un tanto desafiante—. No podemos vivir en paz para siempre, así es la fama, sólo vivamos y ya. ¿Qué más da?
—¿Qué más da? ¡Estamos llorando! ¿Es que acaso no puedes entender qué es lo correcto y qué no? —argumentó June, en su defensa.
Fue cuando June lo comentó que Saorise sintió una lágrima salada sobre su labio. Era cierto, estaban llorando, aunque Saorise no se sentía triste. Quizás, otro alter sí.
