⸙ 40 ⸙ el peso de las palabras

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—¿Quién está ahí en este momento? ¿Saorise, June, Queenie

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—¿Quién está ahí en este momento? ¿Saorise, June, Queenie...?

—¿Crees que tienes posibilidades en el juicio del día de hoy?

—¿Es cierto que su TID se provocó gracias a Lysson Campbell?

—¿Cómo consiguen seguir trabajando a pesar de su trastorno?

¿Por qué no se callan? ¿No tienen nada mejor que hacer? —preguntó Queenie, agotada del sonido de las cámaras.

Lamentablemente, no, es su trabajo —contestó Rowan—. Un trabajo que nos tortura, pero finalmente su trabajo.

Mientras Saorise subía las escaleras hacia el tribunal prefirió ignorar los comentarios de los reporteros, sabiendo que el escoger las palabras incorrectas podrían hacer el juicio estallar en pedazos. No, no iba a testificar, pero de igual forma había decidido asistir al lugar para estar al pendiente de lo que sucediera en el probablemente día más imoortante su vida.

Abrió las puertas del tribunal, libres de cámaras al los guardias vigilar con sumo cuidado que no entrase ninguna persona fuera de la lista preestablecida. Apenas se cerraron las puertas pudo observar una cabellera pelirroja, a quien se acercó casi corriendo y abrazó por la espalda, parándose de puntillas mientras escondía su cabeza en su cuello.

—Estás aquí —dijo Saorise, sonriendo.

Maddie tomó una de las manos de Saorise, entrelazándola con la suya.

—Por supuesto que estoy aquí, no te abandonaría en un día como este. Prometí que no te defraudaría, mucho menos rompería mis promesas en un momento tan importante.

La rubia se permitió el quedarse callada por unos segundos, dejando que el aroma de Madelaine entrase por sus fosas nasales. Vainilla, esencia de coco y un aroma a menta en su aliento que le hacía pensar en mil y una formas de besarla, mil y una formas de demostrarle todo lo que sentía por dentro.

—Te amo —finalmente dijo la rubia.

Nunca se había sentido tal libre y protegida con una persona jamás, tan capaz de volar hacia las estrellas y por una vez pensar que no caería. Alguien que le abrazaba en las noches cuando tenía pesadillas, que escuchaba cada una de las palabras que salían de su boca como sí fuesen música de calidad, que la veía como una obra de arte incluso cuando ni siquiera se gustaba a sí misma. Era una sensación tan rara, tan difícil de encontrar, pero a su vez tan hermosa; se sentía amada de una forma que no encontraba como comparar.

—También te amo, Rise —respondió la pelirroja con un tono de voz tan suave y dulce como una canción de cuna.

Y por una vez, a diferencia de muchas situaciones anteriores, el sentimiento era real. Finalmente Saorise pudo encontrar a alguien que la amara de verdad, alguien que no rompería su corazón más.

Chains Of Promises╺╸Madelaine PetschDonde viven las historias. Descúbrelo ahora