CAPÍTULO 1

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Un año antes

Era una mañana fría para ser septiembre. Desde muy temprano el tráfico se había hecho escuchar. Personas abarrotaban las calles y los autos no encontraban estacionamiento. Una adolescente empujaba un carrito esquivando a los transeúntes a su alrededor, iba concentrada, con auriculares en sus oídos escuchando una canción de una cantante americana. Tan absorta en sus pensamientos, tan despreocupada. No tenía miedo, ni nervios, ya había hecho aquello antes. Ser la nueva. Se detuvo en medio de los andenes 9 y 10 y saco un ticket de su abrigo, lo observo detenidamente. Anden 9 y ¾. Se giro para buscar a su padre, quien venía hablando con su hermano menor.

— Disculpa, ¿necesitas ayuda? —le pregunto el guardia con curiosidad, al observarla de pie sin hacer nada.

— Gracias, pero estoy bien —sonrió—. Estoy esperando a mi padre.

El adulto asintió y se marchó. La muchacha sonrió a su hermano menor, quien se miraba entusiasmado.

— Muy bien, nosotros primero —dijo el adulto.

De pronto, tomo ventaja asegurándose de que ninguna persona los estuviera observando, tomo la mano de su hijo menor con fuerza y empezaron a correr hacia la pared. En un abrir y cerrar de ojos ya no estaban, habían desaparecido frente a un montón de personas, pero nadie miraba. Nunca lo hacían. Las personas estaban tan absortas en sus mundos, sus preocupaciones, sus vidas, tan metidos en ellos mismos, que no percibían lo que era obvio. Peor, no podían ver la magia. La muchacha miro a su al rededor.

— Bien, esto es inusual, pero está bien, puedo hacerlo —hablo para si misma.

Corrió hacia la pared imitando a su padre, cerró los ojos cuando se vio de cara a la pared, una sensación recorrió su estómago, como un cosquilleo. Al abrirlos vio un andén aún más abarrotado de gente, magos y brujas vestidos con atuendos extravagantes; carritos con animales en jaulas, niños reencontrándose con sus amigos y por supuesto, el enorme tren rojo. El Hogwarts Express.

— Niños, bienvenidos al andén 9 y ¾ —exclamo el adulto—. Ahora, deberíamos buscar a mi compañera de trabajo, dijo que estaría aquí.

El padre de los niños empezó a caminar, mientras ellos observaban todo con fascinación. Está bien, habían asistido al Instituto para Hechiceros de Salem en Norteamérica, pero no se comparaba a esto y eso que aún no habían visto el colegio en sí. El señor Kurt Van Der Woodsen era un reconocido escritor de libros para magos en Estados Unidos, actualmente estaba retirado y se dedicaba a trabajar en un periódico. Fue allí, en donde consiguió ser transferido a Londres para trabajar en El Profeta, un gran paso para él pues quería hacer algo distinto. Pensó también, que sería una gran oportunidad para sus hijos, Hogwarts tenía mucha historia y no solo eso, tenía a los hijos de los mejores magos del país, magos famosos como el mismísimo Harry Potter. Kurt se acercó a una mujer pelirroja, la había visto hacía unos días atrás en el trabajo, ella escribía para la sección de deportes y su nombre era Ginny, Ginny Potter.

— Señora Potter, buenos días —saludo cordialmente.

— ¡Hola, Kurt! —sonrió amable—. Puedes decirme Ginny, somos colegas. Mira, él es mi esposo Harry, Harry él es Kurt Van Der Woodsen.

Ambos hombres se miraron y se estrecharon las manos. Kurt era un poco más viejo que Harry, pero tenían las mismas gafas por lo que ambos se sonrieron. Los hijos de Kurt finalmente llegaron a su lado y observaron a los Potter con curiosidad.

— Niños, conozcan a los Potter —dijo, poniendo una mano en cada hombro—. Ellos son mis hijos, Ivy y Brandon.

— Mucho gusto, espero disfruten Hogwarts tanto como lo hice yo —sonrió Harry.

Traiciones [Albus Severus Potter]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora