CAPÍTULO 20

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Sentimientos confusos.

Los días que pasaron fueron muy intensos, con todo lo del Ejército de Hogwarts, Ivy apenas podía pensar en algo más. Como, por ejemplo, que estaban llegando a la mitad del mes de noviembre, que Albus ya no era su amigo y que el partido de Ravenclaw contra Gryffindor dio como resultado que este último ganara limpiamente. Fue un partido reñido, pero lo consiguieron y como ya se acercaban las fiestas, luego de año nuevo Slytherin jugaría contra Gryffindor y se sabría quién era el dueño de la copa ese curso.

Ivy observaba a su lechuza perderse en el cielo gris, frotó sus manos enguantadas y movió sus pies por encima de un pequeño charco congelado, nevaría en pocas semanas y estaba muy entusiasmada por ello, ver todo teñido de blanco le parecía hermoso. La lechuza se reunió con otra de color blanco, debía ser la de James, aunque no lo veía en ningún lado, era la única en el patio esa fría mañana de noviembre. La mayoría estaba adentro estudiando para los exámenes antes de las vacaciones, tomando chocolate caliente y acurrucándose frente a las chimeneas. Los exámenes... Rose estaba estudiando con Scorpius en la sala de requerimientos, Ivy sentía que no era la primera vez que usaban ese sitio para estar a solas. Por su parte, no tenía ánimos de pasarse la mañana repasando sus apuntes, por lo que se quedó mirando el día pasar.

En tanto el EH (Ejército de Hogwarts) iba dando sus frutos, desde la última vez que se propuso, tuvieron dos reuniones más, ahora eran cincuenta chicos y chicas de todas las edades y casas. El entusiasmo de todos era gratificante, incluso los mayores que ya tenían conocimientos de algunos hechizos se emocionaban con cada clase.

— ¡Ven aquí Mara! –llamó a la lechuza que bajó en zigzag hasta ella–. Toma, llévasela a papá.

Ululando, le dio un picotazo cariñoso en el guante y salió volando sin detenerse a despedirse de sus otras amigas. La pelirroja suspiró y se puso de pie esquivando los charcos de hielo, se había dicho que no volvería a escribirle a su padre, pero no sabía qué hacer, no sabía si temer porque no le había escrito o si estar tranquila. Por tal motivo, había cometido otro error y le contó sobre el EH en la carta, pero sin detalles de los integrantes y omitiendo que Brandon era uno de ellos. Imaginaba que con que supiera una versión de los hechos bastaría.

— ¡Ivy!

— ¡Hola! –sonrió alegre cuando lo vio correr hacia ella, sus mejillas y nariz estaban rojas, pero sus ojos lucían cálidos–. Leo.

— Hola, vine lo más rápido que pude, McGonagall quiere verte en su despacho.

— Oh, bueno gracias por avisarme –asintió comenzando a alejarse.

— ¡Espera! –tomó su mano y la sostuvo–. ¿Podríamos vernos luego en el borde del bosque? Quiero enseñarte algo.

— Claro –sonrió ante su estusiasmo–. Te veo luego entonces.

Se alejó y caminó hacía la sala circular en donde debería encontrarse la directora del colegio, a quien le estaban ocultado el Ejército. ¿De qué querría hablarme? Se preguntaba, le ponía nerviosa, ¿y si se había enterado de lo de su padre?

Al llegar le dio su nombre a la gárgola y la estatua le dio paso a la escalera en forma de caracol eléctrica que se movía sin detenerse. Ivy se detuvo frente a la puerta, golpeó suavemente tres veces y luego esperó.

— Adelante señorita Van Der Woodsen.

Al entrar quitó un poco el miedo que recorría su cuerpo, la chimenea estaba encendida y daba al lugar un aspecto cálido, se quitó los guantes y bufanda y caminó hacía el escritorio. Dumbledore y Snape –los últimos directores del colegio– le observaron desde sus cuadros junto a los demás directores, ellos compartieron miradas un momento y le volvieron a mirar. Ivy se sentía incomoda, se acercó a McGonagall, que dejó de ver por la ventana y caminó hasta quedar frente a ella.

Traiciones [Albus Severus Potter]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora