CAPÍTULO 18

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Distanciamientos.

Ya era noviembre por la mañana, los demás partidos de Quidditch fueron cancelados durante las semanas pasadas después de lo ocurrido con los dementores. Algunos padres se quejaron duramente con la seguridad del colegio y se llevaron a sus hijos a sus casas. McGonagall le pidió a Ivy hablar luego de lo sucedido porque noto lo mal que se puso al no poder enfrentarse a sus propios miedos. Fue muy amable, comprensiva e incluso dijo que le había avisado a Kurt al respecto –comentándole que ambos hijos estaban bien–.

No obstante, Ivy se sintió bastante avergonzada en los días siguientes, como si cada persona a su alrededor supiera que era débil y fácil de romper. Algunas personas le observan y se quedaban en silencio y ella enserio odiaba llamar la atención.

Por otra parte, sus amigos se habían vuelto en un gran apoyo para ella e incluso, por muy extraño que pareciera, recibió una carta de los padres de Albus en donde ellos aseguraban que podía contar con el apoyo de ambos cuando fuera. Ivy se sentía pésimo por no tener el valor de contarles lo de Kurt, por no poder pedirle ayuda a algún adulto. ¿Pero haría una diferencia? Temía que le prohibieran acercarse a sus hijos o que le contaran a McGonagall y ella le alejara de Brandon. Odiaba imaginar que todos la vieran como a un peligro.

No, definitivamente no sabía que hacer. Tenía sus días buenos en los que se olvidaba de todo el drama y era feliz, y otros en los que se permitía pensar demasiado, culparse, odiarse y tirarse abajo. Necesitaba volver a sentirse segura de nuevo, sentir que vencía sus miedos como cuando enfrentó al Sauce Boxeador.

— No te quedes ahí estúpida, te haces a un lado o yo me encargo de hacerlo.

— ¡Déjame en paz, Zabini!

Ivy se había librado de ella durante un tiempo, pero al parecer se fortalecía cada vez que ella se volvía débil, se aprovechaba de la ocasión y hacia su vida un infierno. La pelirroja se alejó de la entrada al comedor para permitirle a ella y a sus amigos caminar. Los alumnos desayunaban tranquilos, mantenían sus pláticas matutinas y no temían por sus vidas como deberían hacerlo o como Ivy lo estaba haciendo.

Se acerco a la mesa de los leones y saludó a Lily y a Hugo con una sonrisa, ellos estaban un poco apartados de ella y Rose no había bajado todavía. Buscó con la mirada a Albus tratando de no mirar hacia James y su grupo de Merodeadores, solo quería un desayuno tranquilo.

— Hey Ivy –saludó Albus.

— ¡Hola! Qué bueno que estas aquí, Rose aún no viene...

— Sí, sobre eso –comenzó, evitando encontrarse con su mirada–. Perdóname, pero quede en comer con Debby y sus amigos, ya sabes, en la mesa de Ravenclaw. Espero no te moleste.

— ¿Qué? Oh, no Albus, ve tranquilo –su sonrisa flaqueo, se sentía decepcionada.

— ¿Segura? Porque puedo... puedo...

— No importa, no pasa nada enserio, estaré bien aquí.

Ivy intento animarle porque sabía que él no quería quedarse a desayunar con ella, ¿que tenía ella de interesante cuando su novia lo esperaba con sus muy populares y divertidos amigos? Las parejas pasan tiempo juntas hasta que se vuelven insoportables, luego simplemente se dan un respiro, sí, podía esperar a que eso sucediera.

— Gracias, eres la mejor amiga –sonrió radiante, tomó sus libros y se alejó.

La pelirroja no pudo evitar soltar un bufido cuando le observó saludándola con un beso, ambos se sonrieron y nunca miraron atrás. Nunca miraron a su mesa o a ella, siguieron con su día, riendo entre bromas y viéndose felices, era tan sorprendente como Albus maduro en todo ese tiempo. Ivy no podía creerlo, pero ahí estaba, socializando con otras personas, casi como si siempre hubiese pertenecido a ellos, como si ya hubiera encontrado su lugar en el mundo.

Traiciones [Albus Severus Potter]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora