CAPÍTULO 32 [Parte 2]

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Ministerio de Magia.

Como el atrio se hallaba en el piso número ocho, Ivy tuvo que subir siete pisos más hasta llegar al primero, en el cual se encontraba la oficina de la ministra de magia. Cuando las puertas del ascensor se abrieron pudo ver lo que ocurría por el largo y tenue pasillo, era una imagen deplorable y solo podía emanar desesperación. Hermione se encontraba en el suelo, un charco pequeño de sangre la rodeaba y apenas podía abrir los ojos, su respiración era casi artificial y el señor Weasley se encontraba a su lado, tratando de vendarle las heridas. Harry y Ginny luchaban cada uno con un mortifago diferente, mientras que Bill y su esposa Fleur vigilaban la entrada a la oficina. Un poco más allá, Ivy divisó a James y a Albus, luchando con un robusto mortifago que parecía medir dos metros y cerca de la oficina, el corazón de la adolescente pareció detenerse: su madre y la profesora McGonagall luchaban juntas contra Kurt Van Der Woodsen, su padre.

— ¡Mamá! –el grito escapo de sus labios antes de que pudiera impedirlo, se llevó ambas manos a su boca, pero fue en vano, su madre había mirado en su dirección y recibió un maleficio que la dejó en el suelo, luchando por volverse a levantar–. ¡MAMÁ!

— ¡Ivy, no! –dijo Albus, deteniéndola por la cintura justo a tiempo–. No debes meterte, es peligroso.

— ¡Pero mi madre, Albus!

— Ella estará bien, es como tú, es una guerrera.

Ivy dejó de luchar contra Albus, necesitaba calmarse, estaba perdiendo nuevamente el control de sí misma y debía mantenerse con la mente en blanco si quería ganar esa guerra: no dolor, no sufrimiento, no miedo, no sentimientos. Después de todo, era así como Delphini estaba ganando, ¿no es cierto? Sin embargo, casi no quedaban mortifagos a la vista, si caían todos, ella no tendría poder, podrían atraparla y vencerla; aunque claro, ganarle no sería tarea fácil, hasta el momento no había dado la cara en ninguna de las batallas.

— ¡Tenemos que hacer algo! –gritó James, venciendo a su contrincante–. McGonagall no es muy joven que digamos y se está agotando.

— Y yo no dejaré que mis padres se enfrenten más, él va a lastimarla.

La pelirroja sabía que, si no detenían a Kurt ahora que estaba en el ministerio, luego sería demasiado tarde, atacaría a Hogwarts y sometería a los estudiantes a su poder o peor aún, podría simplemente asesinarlos u obligarles a luchar en contra de los demás para tener más aliados. Si Delphi se daba cuenta de que se quedaba sin seguidores, iba a buscar otros donde fuera. Cuando McGonagall cayó rendida sobre el suelo de madera, Ivy se dio cuenta de que tenían que enfrentarse a su padre, no importaba si era ella, estaba dispuesta a todo por defender a los que amaba, aunque tuviera que ver a su padre a la cara luego de tanto tiempo. Luego de que se llevó a su hermano, luego de que le amenazara, luego de que la obligara a traicionar. ¿Podría hacerlo? ¿Podría enfrentarlo realmente? ¿Tendría las agallas? El bello de sus brazos se erizó y su corazón latió con fuerza, se sentía tan exhausta y no lo había notado hasta ese momento, tal vez no tendría fuerzas para ganarle, tal vez moriría.

Podrías irte con Leo, una voz habló en su cabeza, podrías irte con él y descansar en paz, no más guerra o sufrimiento. Una sonrisa se formó en sus labios considerando la idea, podía simplemente morir dando la vida por los demás, ¿pero eso aseguraba que ganarían? ¿Era eso un sacrificio? No, no lo era. Era ser tan cobarde como para dejar que le maten y así que los demás hicieran el trabajo sucio. Un sacrificio no se pensaba como un plan cualquiera, uno no se sacrificaba por otro porque deseaba morir, un sacrificio era un acto.

Leo después de todo, había muerto pensando en proteger a Ivy, no en si su acto era heroico o no, el chico no se sacrificó porque deseaba morir y Ivy no lo había comprendido hasta ese momento. Un sacrificio venía del corazón, de una acción precipitada, un acto de amor verdadero, como hizo Lily Potter con su hijo Harry.

Traiciones [Albus Severus Potter]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora