Capítulo 1

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El despertador me ha obligado a levantarme temprano, otra vez, esto de tener trabajo es un fastidio total. Hace cuatro meses que terminé la universidad, me gradué. Pero lo único que había hecho hasta entonces era zapear delante del televisor, con mi cuenco de nachos y mis bolsas de papas fritas. He engordado, no tanto, pero siento exceso de piel en mi cuerpo y no me he atrevido a mirarme en el espejo. Todavía, después de dos años de la muerte de ellos, mis padres, siento la voz de mi madre y mi padre retumbar a mi oído. Los extrañamos mucho. Mi hermana Jolie, todavía solloza de vez en cuando. Y yo lloro a moco tendido cada vez que abro el álbum familiar.

Jolie me había logrado conseguir un trabajo como camarera o dependienta, no sé bien, en Johnʼs, un bistró perteneciente a un joven francés, Jeremy. Ser una novata en esto es algo bastante arduo. El día de prueba termino rompiendo algunos platos y derramando café en la ropa de varios clientes. En una ocasión confundí órdenes y le entregué unos Gougéres a un alérgico al queso. Soy toda una profesional del desastre, esa es mi verdadera profesión, causar pérdidas. Como con mis padres, causé su pérdida.

Trato de ponerme una falda de cuero que tanto me gusta, pero mi piel sobrante no me lo permite. Muchas veces he considerado comenzar con un régimen de alimentación, pero cuando veo una hamburguesa McDonald, siento la necesidad de degustarla y no paro. Me he vuelto dependiente de la comida rápida y mi peso ha cambiado drásticamente.

A parte de esa falda que tanto aprecio solo tengo vaqueros pitillos, su única función según los hombres, es resaltar mis glúteos bien formados y más ahora que estoy más rellenita y me han engordado un poco más. Sé que debo ir con el uniforme de trabajo, pero la lavadora de casa está descompuesta y el uniforme manchado con café. Me he decidido por unos vaqueros y deportivas y en la parte superior una blusa de tirantes, y por encima una sudadera. Genial. Me sentiría como pez fuera del agua, pero hoy estoy hecha una mierda. El tiempo que me sobra, lo utilizo para asaltar el frigorífico y zamparme unas cuantas madalenas y comerme la lasaña que sobró ayer. Según me miro en el espejo me doy cuenta de que los rastros de la rubia de curvas de hace dos años, solo son mi cabello rubio y mis ojos azules, ni más ni menos, todo lo demás se murió junto con mis padres.

• • •

En Johnʼs no hay tanta clientela, para no mencionar que solo estamos Louisa y yo en el establecimiento. Me devoro cuatro Big Macs y aunque me duela, no me importa deberle un poco más de dinerillo a Jeremy, mi jefe, por comerme unos Gougéres de queso también. Así de desvergonzada soy. No me perturba la idea de ser nueva y estar debiéndole al jefe.

Louisa está sentada en una banqueta mareándome a base de sus historias de millonarios-Tema que me importa una mierda-, me relata que había tenido un romance con un empresario forrado, pero él estaba casado y lo dejaron en un secreto. Una pura mentira. Ella hubiera sacudido mares y prendido volcanes para que ese hombre le correspondiese.

No entiendo la política de las mujeres de hoy en día-No es que me entienda a mí-. Todas o la mayoría, sueñan con tener una relación con un millonario que posea casas por doquier, carros deportivos, empresas con sucursales en varios países. Yo anhelo estar felizmente casada con alguien a quien yo ame por sí mismo y él me ame a mí por lo que soy, alguien que no interponga entre nosotros lo material. Y lo importante, un hombre que no se burle de la figura que he tomado a través del tiempo. No porque quiera, sino porque todavía estoy golpeada por el pedazo de mi vida que se quebró junto a mamá y papá.

-Flashback-

Había tenido varias citas por Internet. Aunque yo nunca quedaba en un sitio con alguno de los chicos, un día accedí a un encuentro con uno con el cual llevaba conversando dos meses-Él me mostraba fotos sin camisa o en bóxer, y cuando me pedía que le mostrara fotos me tenía que inventar buenas excusas-. Acordamos que nos veríamos en un restaurante de comida italiana. Estaba muy emocionada e hice un esfuerzo por verme lo mejor posible. Ya quería echarle el diente a una pizza caprichosa. Llegué unos minutos antes de lo acordado, Zayn-así se llamaba el chico-, estaba sentado en una mesa, me acerqué y me senté al frente de él. Lo saludé con amabilidad y tomé la carta para decidirme por algo.

-¡Suelta eso! -dijo arrebatándome la carta-. ¿Y ella dónde está? -me preguntó mirando por encima de mi hombro

-Yo soy esa «ella» que dices. -respondí y pude ver como sus labios se fruncieron un poco en disgusto, y después vino la risita burlona.

-Sí, claro-dijo sarcástico y puso los ojos en blanco-, la rubia de curvas es la que venía a cenar conmigo. Tú solo debes ser la gorda de su hermana. -Se mofó y sentí como mi corazón se estrujaba como un papel

-Soy yo. -reiteré sonriendo y trato de atrapar su mano con mis dedos
No quería aceptar su rechazo. Sus mensajes dulces hacia mí, me podían más que toda su burla.

-¡Suéltame! -Me azotó en el antebrazo y puso cara de desprecio-. Me has tomado el pelo. ¿Me crees gilipollas o qué? -Todos nos comenzaban a mirar y sentí la vergüenza devorándome desde dentro.

-Claro que no te creo gilipollas, te creo lindo. -respondí dulce. Sopesando la idea de quedarme o irme-. ¿Debería irme?

-Nunca te invité, así que... -señaló con su mano la entrada del restaurante-. Llama a tu hermana y dile que aquí estoy. También recuerda que no me gustan las gordas. -Tomó vino de su copa.

-Dices que... ¿no te gusto? -mascullé sintiendo daga clavarse en mi pecho

-Tú nunca me gustaste. Me gustaba la de tu perfil, chava. -respondió y se aclaró la garganta-. Ahora vete. Tu presencia me repugna. -dijo arrugando la nariz.

Mientras caminaba veía como todos se reían y me di cuenta de la escena en la que me había visto expuesta. Algunos me miraban y comenzaban a cuchichear con risas de por medio.

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