Capítulo 12

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En serio nunca sabría explicarte bien el porqué de mi dolor. Todo es tan confuso, princesa. Todo es un gran torbellino que me arrastra al pasado. Pasado al cual no quiero volver bajo ninguna circunstancia. He sufrido mucho, preciosa. Pero no quiero preocupar a tu linda cabecita con mis diluvios. Porque tú eres todo lo que me queda para sonreír, y si tú no sonríes, mi muro se derrumba, reina de mi corazón.

* * *

Nicholas me lleva a conocer su jardín, el cual una zona que solo he explorado con la vista. Nos sentamos donde descansan dos bancas sobre el césped, rodeadas por príncipes negros y un silencio delicioso; solo interrumpido por el silbido del agua que cae en la fuente. Nos la pasamos hablando un buen rato acerca del "Día de San Valentín", y aunque trato de sacarle alguna pista por minúscula que sea, sobre mi sorpresa, el misterio sigue flotando en el ambiente. He intentado ponerlo contra la espada y la pared, pero es más difícil de lo que pensaba, se me escabulle del tema demasiado fácil.

En la estrecha banca pintada de blanco nuestra piel se funde en una sola y su aroma viril se entremezcla con el de las rosas que acompañan nuestra presencia. Nuestros labios se unen de tal forma, que parece que lo estuviéramos haciendo hace años. Siento que lo conozco desde siempre, aunque hace apenas una semana fue que lo vi por primera vez.

-¿Y bien? -Su pregunta surge mientras nuestros labios siguen casi pegados y nuestras respiraciones se ligan.

-¿Qué? -inquiero evadiendo su pregunta y pego mis labios a los suyos.

-¿Puedo quedarme en tu casa? Quisiera pasar esta noche contigo y como tú no pu...

Le cierro los labios con otro beso, con tal de no escuchar lo mismo de hace un rato. Me ha repetido esto desde los últimos veinte minutos en los que decidimos salir a respirar aire fresco.

-Vale. Pero dormirás en el sofá -le digo y frunce el ceño. No evito reírme en su cara-. Solo era una broma. Claro que dormirás en mi camita, conmigo -Rozo la punta de su nariz con la mía, mientras una sonrisa se hace presente en su rostro.

-Estoy planeando muchas cosas para nosotros en el día de mañana -comenta y me besa con dulzura, el dulce néctar de sus labios se impregna en los míos.

El césped podado cruje tras las pisadas del mayordomo estirado y recto como una regla, del cual desconozco el nombre. El hombre se detiene a un lado de Nicholas, con las manos detrás y la vista perdida en la lejanía del campo.

-He venido a notificarle algo, Sr. Jefferson -La voz del anciano suena bastante preocupada.

-¿Qué es?

-Preferiría que fuese a solas -Me mira con desconfianza, mientras el ceño de Nick se frunce en desaprobación.

Nicholas le lanza una mirada furibunda al anciano y este se carraspea en disculpa.

-Su padre el Sr. Evans, llegará mañana y quiere instalarse en una de las habitaciones de la casa -La voz se le ha debilitado y el rostro del pobre ha perdido el poco color que albergaba.

Nicholas le da un fuerte puñetazo al reposabrazos de la banca, logrando que se cuartee y termine quebrándose. Su mirada aloja al mismísimo diablo, mientras que su respiración se ha acelerado. Se ha mosqueado en menos de lo que canta un gallo, logrando así que el corazón se me acelere, latiendo a mil por segundo.

-¡¿Qué cojones me dices, Taylor?! -Ahora es cuando descubro el nombre del mayordomo-. No permitas que ese malnacido ponga un pie dentro de mi casa. Porque si lo hace, os despedazaré a ti y a él, a ambos.

Yo y Taylor tragamos saliva, porque sí, la amenaza es con él, pero quien está más cerca de la bestia desenfrenada soy yo. Solo he visto esas llamas en los ojos de Nick, cuando en el evento de anoche aquél chico quiso sacarme a rastras del lugar.

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