Capítulo 34

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     Narrado por Nick

     Me sobresalto cuando el teléfono me vibra en el bolsillo del pantalón. Estoy durmiendo en un aparcamiento, otra vez. No sé por qué lo hago, pero prefiero alejarme un poco de casa, del recuerdo de Anna sentada junto a mí en aquella banca del jardín.

     Lo desbloqueo y veo rápidamente la notificación de un mensaje de Anna. La garganta se me seca, y creo que los ojos se me comienzan a humedecer. Intento tragar saliva antes de presionar sobre el icono de la notificación, pero se me hace imposible.

     Te extraño mucho, imbécil.

      Cuando leo el mensaje una extraña sonrisa se evidencia en mi semblante. El pecho se me hincha cuando releo sus palabras otras diez veces más, para asegurarme de que el vodka no me está jugando otra mala pasada.

      Jalo la palanca hacia la «D» y salgo del aparcamiento lo más rápido que puedo. Ya es de noche, hay muchas personas en la calle. Enciendo la radio y comienzo a tamborilear con mis dedos sobre el volante, al ritmo de la voz de Ed Sheeran en su sencillo «Give me love».

     Aparco delante de casa de Anna hecho un manojo de nervios. No tengo ni puta idea de si esté aquí o no, pero aun así me bajo del auto. Camino por el porche y siento como el césped húmedo cruje bajo mis botas. Sonrío al ver el auto rojo que le compré por San Valentín, está aparcado fuera del garaje. Subo las escaleras del pórtico y toco a la puerta. Después de intentarlo otras dos veces la puerta se abre y veo a Anna con una botella de vodka en la mano, tiene los ojos inyectados en sangre, y una sonrisa picarona en el rostro. Ya entiendo. Solo está ebria y me ha enviado ese mensaje ya que la bebida le gana a su conciencia.

     —Has venido, Niiick —dice arrastrando la última palabra, y después hipa un poco antes de abalanzárseme encima.

     La sostengo con fuerza, y cuando veo que las piernas le fallan, la cargo sobre mis brazos para meterla en casa. Hace un poco de frío fuera, y lo que menos quiero es que pesque un resfriado. Cuando entro cierro la puerta y la dejo en el salón. Pruebo a quitarle la botella de las manos, y cuando lo intento, me forcejea y acaba saliéndose con la suya.

     —He tenido un día de perros —dice entre hipados—. ¿Quieres un poooco? —me ofrece con cierta travesura en la mirada, y niego con la cabeza mientras me deshago de la cazadora, y la cuelgo en el reposabrazos del sofá.
     —No quiero beber —le digo, y ella pone morros. Me contengo de decirle sobre lo hermosa que se ve haciendo esa expresión—. ¿Por qué dices que has tenido un día de perros?

     «De seguro por mi causa», me dice una voz conocida en mi subconsciente, y mi corazón se hiende un poco.

     —He ido de visita al departamento de Louisa, y su exmarido se ha aparecido ebrio y furioso mientras nos encontrabas todavía ahí —dice y la sangre se me calienta al instante. ¿Acaso Dexter se ha olvidado de que puedo romperle la cara cuando se me pegue en gana? —. Aquella pequeña me recordó mucho a mí cuando niña —El brillo en su mirada se desvanece durante un momento.

     Me acerco más a ella en el sofá, y la hago mirarme. Se nota que ha llorado y bebido demasiado, ya que tiene los ojos rojos.

     —¿Ese tío te ha hecho daño? —le pregunto intentando mantener la calma, y le tomo la mano que tiene sobre el muslo entre las mías.

     Niega con la cabeza y un suspiro de alivio emana de mi boca.

     —Bien —trago saliva.

     Deja la botella sobre la mesita, derramando un poco del líquido transparente sobre la madera, y luego posa su mano sobre la mía.

     —Respóndeme una cosa —articula con la voz más clara que antes. No sé cómo demonios logra parecer seria mientras la bebida arde en sus venas. Yo no lo controlo, más bien parezco un maldito imbécil—. ¿Lo que vi aquella noche fue cierto? ¿Vosotros estáis juntos? —Siento que me paralizo durante un instante, intentando asimilar lo que me ha preguntado, pero luego me recompongo, exhalando parte del aire contenido en mis pulmones, y que no sabía que había contenido en este tiempo.

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