Capítulo 10

106 65 1
                                    

¿Por qué el corazón es tan débil?
¿Alguien sabe la respuesta exacta?
¿Alguien sabe por qué siempre se ve atraído al pecado?
¿Alguien sabe lo que es sentirse un cristal roto?
¿Alguien sabe qué es la decepción?
Si alguien lo sabe, por favor que me diga la jodida respuesta.

* * *

Lágrimas desoladas caen por mi rostro, mientras en un pequeño espacio de mi fría habitación el vivo recuerdo de Nick marchándose sin decirme nada, resurge como si de una película se tratase.

Mi corazón se ha vuelto pequeñas partículas de polvo. Al menos esperaba alguna reacción por parte de él, pero por lo que presencié hace apenas quince minutos, su chaqueta era más importante que la chica llorosa que tenía delante. Por lo que vi, su orgullo siempre es más grande que la necesidad de remendar todo lo que va rompiendo por ahí.

Y pienso, quizás si no hubiese estado borracha como lo estaba no le hubiese declarado lo que siento realmente. ¿Qué es lo que siento realmente? Ni jodida idea. Solo sé que con él me sentía protegida y querida, tanto que ya había olvidado que mi habitación es un lugar turbio y frío. Lo que quiero decir es que él tiene la propiedad de hipnotizarme, hacer que mis pensamientos no tengan sentido alguno y que me sienta segura, como nunca antes.

Recostada en posición fetal sobre el colchón, miro las fotos pegadas con cinta adhesiva en la puerta del armario. Hay una pequeña imagen un poco desgastada en la que mamá y papá se notan contentos, mientras dan vueltas en la silla giratoria de un parque del que nunca nos dijeron el nombre, pero creo que fue en California.

Tocan a la puerta y por un momento, el corazón me late a toda prisa solo de pensar de que mi chico ha vendido a disculparse por ser tan idiota. Pero no, todas mis esperanzas se desintegran al ver entrar a mi hermana con su sonrisa gentil, una gran taza de chocolate humeante, y en la otra mano un plato con unas rosquillas.

-E... Eras tú -murmuro con la voz enronquecida, mientras me yergo y apoyo contra la cabecera de la cama.

-Claro que era yo. Ese ha salido de aquí como un rayo, ni se ha despedido -dice dejando en la mesita de noche la taza de chocolate y el plato con las rosquillas-. Te pido que te lo bebas todo y te comas esas rosquillas, todo está muy calientito. Ya te traigo una toalla para que te duches.

-Vale -Fuerzo una sonrisa falsa, con tal de no someterme a su tortuoso interrogatorio.

Jolie sale de la habitación y siento como la tensión se disuelve como la niebla. Me bebo el chocolate caliente y consigo un poco de bienestar. Por lo menos veo que mi hermana sigue siendo igual de atenta, y también que no ha armado una guerra en contra mía. Aunque tiene muchas razones para hacerlo.

Después de disfrutar de lo que me ha traído mi hermana me siento más ligera y aunque me afecta la partida de Nick, he conseguido controlar el dolor que me carcome en mi interior. Jolie me trae una toalla y me la entrega conjunto a un pijama que toma de mi armario. No tengo muy claro si el estampado en la tela es de gatos o conejos, al parecer todavía tengo la cabeza en las nubes.

Ella me acompaña al baño por si las piernas deciden fallarme y surja un accidente. Se asegura de que el agua de la ducha esté caliente y también de que todo, y digo todo, esté lo mejor posible para que no me haga ni un rasguño. A veces me da asco lo pulcra que es. Es de esas que ordenan la ropa por colores.

Cuando me encuentro sola me miro en el espejo mientras mi mente vaga sin rumbo alguno. Tengo los ojos enrojecidos y la cara demacrada. Mi cabello parece un nido de pájaros, esta tan enredado que me da asco mirar mi propio reflejo. Cada vez que bebo hasta no entender el sentido de mi existencia, odio mirarme en cualquier espejo. Parezco un maldito fantasma o una momia. Me pongo muy pálida y del aliento ni hablar. La boca me huele a alcohol y vómito, pero lo peor son los dolores de cabeza y los momentos en que el estómago se me revuelve y dice: ¡Vamos a expulsarlo!

Volver a intentarlo © [CORRECCIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora