Capítulo 11

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-El Sr. Nicholas se encuentra en su mansión en las afueras de Lake Stevens -dice Sharon a través de la línea, un poco confundida-. Si quieres le llamo a Terry para que te lleve en su coche y evites el costo del taxi. Él sabe mejor que yo dónde queda su casa -me propone.

Miro nerviosa la marca en mi cuello, mientras pienso en una respuesta que darle a Sharon.

-Vale, llámale a Terry -respondo y cuelgo la llamada.

Camino nerviosa de un lado de la habitación al otro. Trato de acordarme de algo más, pero me es imposible. Y me culpo a mí misma por beber tanto. No debí de haberme excedido, pienso mientras me comienzo a mordisquear las uñas.

Después de unos quince minutos siento el pitido del auto del tal Terry. No tengo idea de quién es, pero si lo envía Sharon debe ser una persona de confianza.

Tomo una cartera y me la cuelgo al hombro. En ella meto varias cosas que me puedan parecer útiles, conjunto a el reloj de Nicholas. Tomo mis llaves por si mi hermana no está cuando regrese y salgo de la casa. Un gran auto negro con ventanas tintadas de violeta oscuro está parqueado en frente de la casa. Del auto sale un hombre alto, de cuerpo atlético y ojos ligeramente rasgados. Una nariz respingona y labios gruesos. Una espesa melena risada de color negro y cejas depiladas. Al igual tiene una incipiente barba un poco descuidada.

-¿Eres Terry? -pregunto, un poco recelosa por su apariencia de psicópata.

Él asiente sin decir ni una palabra, mientras abre la puerta trasera para que entre.

Entro en el auto, un poco más en calma. Estoy más cerca de la respuesta, casi literalmente. Y como Nicholas se pasó gran parte de la noche a mi lado, bien sabrá decirme de dónde ha salido la jodida marca que tengo debajo del cuello. Y sinceramente no me lo imagino pegado a mí, succionando mi piel como si fuera un vampiro.

Terry, el chico silencioso, introduce la llave en el contacto y acelera. Como una paranoica me arranco las pielecitas de las uñas. Estoy impaciente y sé que el camino es largo. Si bien yo me acuerdo, Lake Stevens queda en el condado de Snohomish.

* * *

Me despierto, y tras desperezarme pestañeo varias veces para mejorar un poco la calidad de lo que están viendo mis ojos. Ya es un poco tarde, el sol se está poniendo y el hombre que parece mudo, ha puesto una música ligera que llena el auto.

-¿Por qué no hablas? -le pregunto, aburriéndome debido al silencio.

-Porque no quiero -responde secamente-. Solo tengo orden de llevarte a casa del jefe, no tengo orden de hablar contigo. -añade el muy gruñón.

Ruedo los ojos y me cruzo de brazos, mientras miro lo que hay detrás de la ventanilla. Las calles están poco pobladas y las luces se apoderan de las farolas. Amo una ciudad de noche; porque de noche es cuando las ciudades han de demostrar lo hermosas que son, lo vivas que pueden ser en la oscuridad.

-¿Podrías bajar la ventanilla para que entre un poco de aire fresco? -le pregunto a Terry, mientras lo escucho tararear al compás del cantante que suena en la radio.

Sin responder hace que la ventanilla baje automáticamente, y el aire nocturno inunda mis fosas nasales. Mi cabello quiere deshacerse de la liga y no se lo impido. Me deshago de la liga y dejo que el aire baile con mi cabello. Trato de aprovechar al máximo el aire poco contaminado, ya que no hay exceso de autos en la carretera. Y luego vuelvo mi mirada hacia Terry.

-Tu jefe no se debe enterar de que hablamos, no debes parecer mudo -Le digo en voz baja, como si Nicholas pudiese escucharnos. Su mirada tajante me encuentra en el reflejo del espejo retrovisor. Entonces añado-: Solo quiero conversar con alguien, el silencio es algo abrumador.

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