Capítulo 37

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Narrado por Anna

Las personas se retiran mientras los paramédicos corren por el pasillo hacia la sala de emergencias, con el cuerpo inerte de Nick tumbado en una camilla. Corro tras ellos, miedosa y sabedora de la gravedad de sus lesiones. Solo me han informado de que ha recibido un disparo en el estómago, y, además, que le han roto la nariz. Tal noticia es más que suficiente para que todas mis fuerzas se desfallezcan en diminutas partículas de polvo. Las dos puertas metálicas se cierran impidiendo mi paso. Gotas saladas caen por mis mejillas, y Jolie me abraza. Quizás en otro instante le hubiese dado gracias a Dios por no someterme a los escrutinios de mi hermana, pero todos los pensamientos que nacen en mi cabeza son encaminados a Nick, y lo que podría o no suceder con lo que hemos construido a través de estos meses.

-Quizás muera -digo entre sollozos, abrazándome un poco más a mi hermana. Sus manos se entretejen con mi cabello desordenado.

-No digas eso, Anna -replica con voz suave, pero preocupada.

Me ayuda a enderezar, y nos trasladamos hasta los asientos, donde nos sentamos y ella me hace apoyar la cabeza en su hombro. Las palabras retumban en mi cabeza hirviente y gélida de temor al conforme.

ʺMis afectos y deseos no han cambiado, pero una palabra suya me silenciará para siempreʺ.

Esa maldita frase era parte de una ensoñación mía, de sentimientos encontrados en una novela, y ahora esas palabras se clavan en mi carne como armas punzantes. Hay una posibilidad de que el amor de mi vida no salga con vida de este hospital. Hay una terrible posibilidad de que sea miserable por el resto de mi vida, porque solo amaré a un hombre, y ese hombre es Nicholas.

-Ten fe, Anna -me indica una voz familiar y dulce. Mis sollozos se aquietan solo con oírla.

Dirijo la mirada hacia adelante y veo como los ojos azul místico de Morgan me miran con pena, su mirada está poco brillante, diferente. Lleva el cabello alborotado y mojado. Su ropa se encuentra impregnada por la lluvia. Cuando llegábamos al hospital con la noticia del incidente de Nicholas, el cielo estaba cubierto de nubes embravecidas, así que supongo que llevamos aquí lo suficiente, para que comenzara a llover.

-¿M-Morgan? -balbuceo con una terrible punzada sacudiéndome desde el interior. Las manos me tiemblan, pero cuando las envuelve con las suyas, frías, y extrañamente cálidas al unánime, siento que gran parte de mi desasosiego se trasluce, y se atisba una luz al final del túnel.

-Tu hermana me ha llamado. Siento lo de tu novio -dice él, pero mi cabeza pesa y mis pensamientos se enfrían de tal forma, que soy incapaz de manifestar siquiera una palabra de agradecimiento hacia su preocupación.

Asiento y trago saliva, seguida de un dolor de garganta casi insoportable. Mi cabello alborotado ayuda a que las miradas indiscretas no perciban las lágrimas que se deslizan intensamente por mi rostro. Sé que todo lo que ocurrido está relacionado con aquellos malditos que nos secuestraron y torturaron. No les bastó con el daño que provocaron. Querían hacer de nuestra vida memorias empañadas de sangre, y lo han logrado. Nick se debate entre la vida y la muerte, en una maldita sala de operaciones.

-Gracias por venir -le dice Jolie por mí, conocedora de mi estabilidad emocional en este preciso instante.

Me abrazo las piernas con los brazos y escondo mi rostro en las rodillas. Muerdo mi labio inferior con fuerza, y luego siento el sabor metálico de la sangre en mi boca. Hace frío, o puede que solo sea otro efecto de mi imaginación. Los ojos se me vuelven a inundar en lágrimas, pero no pierdo el tiempo enjugándomelas. Deseo llorar, lo necesito. Cierro los ojos y el líquido salado desciende por mis mejillas. Cuando vuelvo a abrirlos, detengo la mirada sobre la lámpara de techo, analizando el halo de luz que la envuelve.

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