Narrado por Anna
Días después.
Resulta que el frío en el Reino Unido, es más cortante que en Estados Unidos, y el abrigo y suéter que llevo debajo, lo demuestran. Hampshire es un sitio hermoso, y no puedo olvidar el pequeño pueblo de Steventon, donde las personas que habitan, no sobrepasan las mil. La vegetación bermeja es prominente aquí, al igual que en Washington en el otoño, aunque claro, el paisaje de mi ciudad natal no le hace frente a lo que mis ojos han visto, vagando por los rincones de Hampshire.—¿Te gusta lo que ves? —me pregunta Nicholas, quien trae dos tazas de café en las manos.
—No puede ser más lindo —respondo tomando la taza de café hirviendo, para luego darle un trago a la bebida reconfortante.
Me siento en la banca de madera nuevamente, para así mirar el pequeño campo, vestido de pinos y pequeños arbustos. El cielo aquí está gris de igual manera, pero de cierta forma, diferente.
—¿Me contabas entonces que tienes atrasada la regla? —me pregunta Nicholas, y yo asiento con seriedad.
Conozco muy bien mi periodo, y la última vez que yo y Nick tuvimos relaciones—Que no fue hace tanto—, estaba en uno de mis días fértiles, y por lo que recuerdo, no usamos protección. Acabábamos de llegar a Londres, y a pesar de que deseábamos viajar lo antes posible hacia Hampshire, nos hospedamos en un hotel, y ahí pasamos una agradable tarde, y la noche entera mirando el Big Ben desde el balconcillo de la habitación, viendo como los autobuses finos y alargados de dos plantas, se trasladaban por las complicadas calles de Londres. Sin duda Inglaterra es un lugar muy diferente y hermoso.
—Estaba en uno de mis días fértiles —contesto y vuelvo a darle un trago al café.
—¿Entonces tendremos un bebé?
Demonios. Que lo diga tan directamente y con esas ganas, hace que el estómago me duela por los nervios.
—Eso parece ser, Nick. Pero si no deseas ser padre en este momento, lo entiendo.
La bilis asciende por mi garganta, pero su respuesta resquebraja la tristeza.
—No pongas palabras en mi boca, princesa —replica con suavidad, cubriendo mi mano con las suyas—. Si hay alguien con quien desearía formar una familia, es contigo. ¿No has pensado en la posibilidad de quedarnos a vivir en Londres, o aquí en Hampshire?
Realmente nunca pensé siquiera en la posibilidad de viajar a Inglaterra, y para mí, estar aquí en Steventon, viendo este paisaje pintoresco junto a él, es más que suficiente. Es más de lo que hubiese deseado para nosotros, en nuestra luna de miel y primeros días de matrimonio. Y mudarme a Londres sería sin duda, un sueño cumplido, pero no puedo dejar Washington y a mi familia, que ahora está creciendo.
—En verdad no —respondo y miro una vez más hacia los edificios despintados a lo lejos.
—¿Pero no te gustaría?
—Me encantaría, pero prefiero vivir junto a mi familia, a estar a miles de kilómetros lejos —respondo y Nicholas parece comprender cada una de las palabras que salen de mis labios, por la atención con la que me mira.
Pasa su mano por mi vientre y me mira con una refulgente sonrisa. Sus ojos se llenan de lágrimas, y soy lo suficientemente susceptible para soportar el llanto que me asecha. Una vida comienza a crecer en mi interior, y la idea de que la ame tanto antes de que sea algo más que una semilla, me hace feliz y orgullosa del esposo que tengo.
—Si es una pequeña se llamará Jane Elizabeth, y bueno, si es un pequeño, Hindley —anuncio, y él me mira con los ojos entornados.
Luego me besa en los labios, y el calor que se forma entre nuestros cuerpos, a pesar de hacer un frío que pela, es agradable.
—¿Y el padre no puedo escoger el nombre?
—No sé. Quizás si te lo ganas.
—Ya me tocará ser el mejor esposo.
—Más te vale.
Volvemos la vista a los promontorios de Steventon, los arboles desnudos y otros de follaje bermejo, y edificaciones de paredes raídas con tejados de a dos aguas, con puntal alto. Por algunas de las pequeñas casas sale un humo azul grisáceo, proveniente de las chimeneas. Nick me protege con sus brazos, y yo apoyo la cabeza en su hombro. Me gustaría vivir en un pequeño pueblo como Steventon o Yorkshire, con Nicholas y nuestro hijo o hija, pero, aun así, siempre sentiría añoranza de mi sobrina, mi hermana y su agradable esposo, y todos mis amigos, que son pocos, pero únicos y valiosos. Sentiría añoranza de mis padres, que, aunque descansan en el cementerio, se mantiene vivos y ardientes en mi corazón.
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Volver a intentarlo © [CORRECCIÓN]
RomanceAnna Carson todavía tenía el corazón roto por la muerte de sus padres, nada podía ir peor. ¿O sí? Todo puede ir peor, siempre que aparezca algo más en el camino. El primer obstáculo en su vida es el odioso, arrogante y frívola hombre de mirada impon...