Capítulo 3

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El sol se ha escurrido por la rendija de la ventana y ha decidido molestarme maltratándome el rostro. Juro que tenía una alarma programada para las siete, pero no ha sonado. O no la he escuchado.

Le echo un vistazo rápido al reloj digital que hay en mi mesita de noche y reparo en que son las 7:43 de la mañana.

Me yergo hacia delante y me estiro un poco para dar bienvenida al nuevo día. Un día de mierda en que no dejo de sentirme una escoria debido a Nicholas. Suelto un bostezo y abro bien los ojos. Ese maldito vestido rojo y de encajes está tendido en el respaldo de la silla de mi escritorio.

Me desperezo y me levanto. Voy cocina y abro el frigorífico. Me encuentro con tanta comida que me quedo embobada. Todo esto debe ser la compra online de la que me ha hablado Nicholas. Pensé que no iba en serio. Pero bueno... ahora lo compruebo.

Me erizo ante el aire gélido que mana del frigorífico y me quedo analizando si debo probar bocado, cuando todo esto ha salido de su bolsillo. Lo hago. Tomo una manzana y una caja de leche evaporada de una de las puertas.

Vierto un poco de leche en un vaso de cristal y le pego un mordisco a la manzana jugosa. Me termino la manzana en un santiamén y me bebo la leche apurada.

Es muy bueno desayunar algo diferente de pizza napolitana recalentada.

La puerta del cuarto de mi hermana se abre y me sobre salto. Suspiro, tranquila al ver que es Jace frotándose el cabello rojo zanahoria con una mano, mientras que con la otra censura un bostezo. Me da un saludo cansón y yo le sonrío devolviéndole el gesto. Después él desaparece tras la puerta del baño.

Friego el vaso y me dedico unos minutos a limpiar las encimeras de la cocina.

Siento un poco después los pasos de Jace y cuando lo veo, esta trajeado con una camisa y pantalones de vestir, los dos a tono, y una corbata, color hueso. Lleva en la mano un portafolios, que si bien recuerdo, le regaló mi hermana la navidad pasada, conjunto a unos calcetines. Me hace un último gesto y sale de casa. Debe ir a esa reunión que me mencionó Jolie.

Son una pareja bastante linda y unida. Llena de planes. Prevén la idea de irse a Nueva York a vivir. El solo hecho de quedarme sola y sin mi hermana, me hace querer llorar. No quiero que mi hermana se aparte de mí. Pero tampoco se lo diré, porque no soy nadie y no me permitiría troncharle el camino que se está labrando.

Miro hacia la moqueta y advierto una mancha rojiza. Hasta el momento en que la veo no recuerdo que hace tres días, mientras preparaba lasaña, se me cayó un poco de salsa de tomate.

Zambullo un paño en legía y lo comienzo a frotar contra la moqueta. Con la intención de deshacerme de esa mancha. Después de un rato restregando el paño contra la moqueta, caigo vencida. La macha carmesí no se cae del todo, pero hay que fijar bien la vista para darse cuenta. Y eso me tranquiliza en parte. Ya que mi amiga Bridget viene a visitarme la semana que viene, y es de lo más pulcro que me he encontrado en este jodido planeta.

Me aseguro una vez más de que la mancha no sea un estorbo en mi visita futura y me lavo las manos.

Me dirijo hacia la habitación de Jolie y entro sin tocar. Sé que todavía está dormida y no la quiero despertar. Tomo una silla y me siento a su lado.

Me dispongo a ver como duerme protegiéndose el vientre. Quisiera saber que se siente tener un fruto dentro de ti, pero no estoy apurada en descubrirlo. Debo escoger a alguien en quien confíe y sepa, que no me dejara a la larga o a la corta.

-¡Por favor, no! -grita mi hermana, sacándome de mi ensoñación con los embarazos.

Le miro y tiene el rostro sudoroso y pálido. Está un poco temblorosa y su pecho sube y baja aceleradamente. Aún está dormida.

Temo tanto por ella, como por Fernanda.

Me levanto de la silla y le agito el hombro con la esperanza de que despierte.

-¡Jolie! -grito mientras la zarandeo.

Sus ojos se abren al momento y me buscan. Tiene los ojos rojos y vidriosos. Aspira y espira buscando la calma y sus brazos me rodean.

Le beso con cuidado en la frente.

-¿Qué te pasó? -le pregunto preocupada. Acariciándole los rizos dispersos por su cabeza.

-Anna, fue terrible... -Su voz se escucha un poco ronca y temerosa-. Soñé que daba a luz y una enfermera pelirroja me arrancaba a mi Fernanda de los brazos y me juraba que no volvería a verla. -gimotea con la respiración trabajosa.

-Solo fue un sueño Jolie. Nadie te podrá arrancar a tu hija. -le susurro buscando la calma-. ¿Quieres un poco de agua? -le ofrezco preocupada.

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