EXTRA

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—Mira Hugo si esto es una venganza por lo de Córdoba no tiene gracia. Yo solo te tapé los ojos hasta llegar al coche, en cambio yo llevo con los ojos vendados desde hace —La chica se para a pensar el tiempo que lleva así pero no es capaz de saberlo. —Ni si quiera sé cuánto llevo así. —Está exasperada, Hugo lo sabe y le encanta verla en ese estado.

Hugo siempre removía ese oasis de paz y harmonía en el que vivía la castaña y ella amansaba la fiera que él llevaba dentro. La combinación perfecta.

—Ya llegamos pesada. —La voz aniñada de Hugo hace que Anaju ladee una sonrisa y se tranquilice.

—Es que no me fío de ti. —Concluye Ana Julieta sin borrar la sonrisa que tiene plasmada en el rostro.

— ¿Ah no? —Cuestiona divertido el rubio. — ¿Cuánto hace que nos conocemos Julieta? —Pregunta.

—Hace casi dos años. —Contesta sin saber muy bien para que quería saber eso esta vez.

—Pues tú tardaste poco más de una semana en subirte a un coche conmigo. Ahora vuelve a decir que no te fías de mí cielo.

Golpe bajo, piensa la chica. Es obvio que confiaba en él. Si le pidiera que se vendara los ojos y corriera cogida de su mano, ella lo haría sin dudarlo. Esa confianza surgió instantánea la primera noche en "La Santa" cuando solo eran desconocidos hablando de temas banales.

—Tú ganas. —Se resigna Anaju. —Me fío de ti pero quítame la venda porfa. —Su voz sonó tierna y Hugo se mordió el labio inferior viendo como su novia le suplicaba.

—Nop. —Finaliza Hugo.

—Atente a las consecuencias Huguito. —Anaju alza el dedo índice y lo señala.

—Su, su. —Vacila Hugo.

Han llegado a su destino Hugo aparca el coche en la finca sin dificultades, ya le dijo Eva que iban a estar solos. Un fin de semana en una casa rural, alejados del bullicio de la ciudad, rodeados de naturaleza. Le iba a encantar, estaba seguro de ello. Estaba deseando ver su cara cuando viera donde estaban, su ilusión le llenaba más que cualquier otra cosa en el mundo.

El chico ayuda a bajar del coche a la castaña y cuando esta nota el suelo de tierra, se queda aún más desconcertada.

—Hugo si me has traído al bosque para ejecutarme, que sea rápido. —Bromea la chica.

—Illa no eres más pava porque no te pagan. —Habla mientras comienza a guiarla por el sendero.

—Así me compraste. —Encoge sus hombros y continúan caminando.

—Pues quiero ver la garantía porque no estoy contento.

— ¿Ah no? Pues si no estás contento no sé porque tengo los ojos tapados como una gilipollas. —Anaju hace el intento de quitarse el pañuelo que le cubría los ojos y Hugo la para rápidamente.

—No, no, no. —El rubio comienza a darle besos por toda la cara. —No te enfades que te pones muy fea. Si ya casi estamos.

—No lo estás arreglando bonito. —Al finalizar la oración, la castaña vuelve a notar un beso en su mejilla.

El resto del camino lo hacen en silencio con las manos entrelazadas y cuando por fin están en la puerta. Hugo se posa tras de ella y abrazándola por detrás, le retira el pañuelo. Anaju al ver la casa frente a la que se encontraban, sonríe. Observa brevemente su alrededor y se gira para mirar a Hugo, al cual le brillan los ojos de ver la ilusión que le había hecho.

— ¿Pero y esto? —Sonríe la chica ampliamente. — ¿Qué es esto? —Habla incrédula.

—Esto no es ni una quinta parte de lo que te mereces. —Habla sincero. Ella se merecía todas las sorpresas del mundo.

—Es perfecto. —Besa suavemente los labios del chico. —Eres perfecto. —Dice juntando sus frentes.

—Te quiero. —Es lo único que dicen antes de juntarse sus labios de nuevo y es que eran tan felices.

— ¿Entramos? —Habla el chico cogiendo su mano.

Ambos entran a la casa y el aspecto rural es latente. En el salón se puede observar una chimenea que no hará falta encender porque es verano, una gran mesa central y un sofá al fondo. La casa contaba con cinco habitaciones lo cierto es que ellos solo utilizarían una. En el jardín había una barbacoa y una piscina con hamacas.

—Pero amor esto es gigante. —Habla sorprendida la chica. —Definitivamente no necesitamos tanto espacio, contigo como si estoy todo el fin de semana encerrada en un ascensor.

—Es tan grande para que no nos tengamos que ver las caras que no te soporto ni un poquito. —Guiña el ojo a la castaña.

—Vale, vale. Ya te he dicho en el coche que te atengas a las consecuencias, luego no quiero llantos. —Habla Anaju indignada.

—Amor contigo no hay llantos, todo son gozos y alegrías. —Dice acunando su rostro entre las palmas de sus manos.

—Eres un zalamero. —Rueda los ojos.

—Así me compraste. —Hace referencia a lo que hace un rato le había dicho ella y ambos sonríen. Sus labios se vuelven a encontrar, como los de esos amantes clandestinos en la más silenciosa soledad del bosque. Porque si todos los caminos llevaban a Roma, a ellos dos, todos los caminos les llevaban a los labios del otro.

Luces de neón || AnahugDonde viven las historias. Descúbrelo ahora