VI

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La tarde transcurrió rápida y lo que iba a ser un café se convirtieron en dos y una napolitana para compartir. Hablaban, de tonterías, cualquier tema era válido. La lista de Anaju se quedó obsoleta en el momento que el rubio comenzó a interrogarla de todo lo que le rodeaba. No se conocían de nada, eran desconocidos dispuestos a dejar de serlo y eso ya era un primer paso. Pasaron diferentes clientes por la cafetería esa tarde: niños, parejas, ancianos...ninguno fue capaz de romperles la burbuja excepto la realidad.

-Un momento ahora te sigo contando-Ana Julieta le narraba a Hugo la vez que se tiró de un puente sin vigilancia, pero el estridente pitido del móvil de la castaña los interrumpió. Número desconocido, que novedad.

-Hola, buenas tardes. ¿Con quién hablo?

- ¿Ana Julieta Calavia?

- Sí. ¿De Parte de quién?

-Mire, le explico. Le llamo desde el hospital Santa Cristina, su hermana Cristina Calavia ha tenido un accidente de tráfico y se encuentra en la unidad de cuidados intensivos.

Accidente de tráfico, las palabras rebotan una y otra vez por la cabeza de Ana Julieta siendo esta incapaz de reaccionar. Pálida, de un momento a otro. Inexplicable. Un accidente de tráfico. Unidad de cuidados intensivos. El alfiler que rompió la burbuja de Anaju y Hugo esa tarde tenía nombre.

-Señorita Calavia. ¿Sigue ahí?

-Voy ahora mismo- La voz de Anaju se entrecorta y comienza a llorar. Las manos le comienzan a temblar y no ve, no escucha, los oídos se le han taponado y lo único audible para ella en estos momentos es un pitido, insistente, taladrándola.

La castaña cuelga el teléfono y se queda callada por un segundo. Mira fijamente a Hugo el cual la observa dubitativo, asustado diría. Segundos después consigue articular palabra, segundos que parecen horas para Hugo.

-Necesito que me lleves al hospital Santa Cristina. -La voz le tiembla, de hecho no cree haberlo podido decir bien. Ni si quiera es consciente de la situación.

- ¿Qué pasa? ¿Estás bien?-Hugo posa sus manos encima de las manos temblorosas de Anaju y las aprieta en forma de apoyo, una muestra de cariño.

-Mi hermana mayor ha tenido un accidente de tráfico y está en la UCI, necesito llegar cuanto antes y avisar a mis padres que tienen que venir desde Teruel. Pero para poder hacer todo eso, necesito que me lleves, sino me tendré que ir en tren. -Anaju a estas alturas ya está llorando y desvaría. Hugo es incapaz de encontrarle las pupilas.

-Anaju, tranquila. Vamos al hospital ya. Tengo el coche en la calle contigua a esta. Pero para marcharnos necesito que te tranquilices y que cuentes hasta diez. ¿Podrás?

-Creo que sí. -Logra articular dificultosamente la castaña, a la vez que se levanta de la silla, tirándola hacia atrás haciendo más ruido del que le hubiera gustado. En otra ocasión se hubiera molestado consigo misma por llamar la atención de esa forma, pero en esos momentos era lo que menos le importaba.

Hugo la arrastra prácticamente por la calle madrileña hasta llegar a su vehículo. Las manos de Anaju no paran de temblar y ella no para de jadear por lo bajo intentando que él no la oiga. En esos momentos es una tontería el pensamiento de la castaña, pero en su cabeza lo único que revolotea es que está llorando frente a un desconocido y que se tiene que subir a un coche después de seis meses. Se para frente la puerta del copiloto y mira al frente. Ve a Hugo ya subido, mirándola; está esperando que ella suba. No quiere hacerlo, no está lista. Pero debe, por su hermana. Hay que enfrentarse a los miedos se dice a sí misma y eso hace, abre la puerta y se sienta. Acomoda su cabeza en el respaldo y se pone el cinturón, el clic de este hace que se sienta segura por un momento, pero el ruido del motor al encenderse causa temblor en la castaña. ¿Acaso había dejado de hacerlo en algún momento? No, pero en esos momentos su cabeza perfectamente programada para ser perfecta no reaccionaba.

El coche avanza más rápido de lo que le gustaría a Anaju, tiene la sensación de que en cualquier momento se estrellarán. En cualquier momento chocarán y morirán. La castaña intenta evadir ese tipo de pensamientos mirando los árboles a ambos lados de la autopista. ¿Su hermana se está muriendo? No se lo perdonaría nunca, ahora no es el momento. Ahora que todo estaba volviendo a la normalidad, otro revés. De un momento a otro, deja de poder enfocar la vista en la carretera y otra vez el pitido inundando su oído. Se estaba comenzando a marear, sus manos seguían temblando y un horrendo escalofrío recorre todas las terminaciones nerviosas de su cuerpo.

-Para el coche. -Escupe Anaju , ni siquiera ella sabe de dónde salió esa voz.

- ¿Qué? Anaju no podemos parar aquí en medio. -Contesta Hugo intentando poner cordura a la situación.

-Necesito vomitar, por favor para el coche. -Anaju cierra los ojos centrándose en su propia voz, esperando que la velocidad del vehículo ceda y pueda sentir el aire en su cara.

Hugo durante una milésima de segundo la mira, ve su rostro pálido, sus ojos cerrados y se asusta. Le asusta ver a la chica que más seguridad le ha mostrado en su vida así. Nunca se imaginó en esta situación. El rubio cambia de carril y se acerca al arcén disminuyendo la velocidad del coche paulatinamente, hasta que finalmente se para. La puerta de Ana Julieta se abre y esta sale prácticamente disparada del coche vomitando a los pies de la carretera. Hugo por su parte sale del coche para ver cómo está. Anaju se encuentra sentada apoyada en el coche, llorando desconsoladamente, no cree poder parar. Las lágrimas brotan sin control de sus ojos y el llanto se le agolpa en la garganta.

Hugo está parado frente ella mirándola, dejándola que se desahogue. Los ojos del rubio muestran miedo, pero no deja que este se apodere de él y se acerca a ella. Le retira el pelo de la cara y lo posa detrás de su oreja, mira sus ojos vidriosos y el miedo desaparece, ahora solo hay admiración, admiración por la mujer que tenía delante, admiración por la chica que entró al bar hacía menos de dos semanas. Sus brazos la rodean y la atrae hacia su pecho dejando que llore. Nota las lágrimas brotar por su camiseta y la aprieta más. Hugo recuerda todas las veces que se ha sentido incompleto después de un abrazo. Abrazo vacíos. Anaju sin ni siquiera proponérselo le había dado el mejor abrazo de su vida, el más sincero, el más cargado de sentimientos.

-Ya está, por favor. -Le suplica él conteniendo el llanto.

-Lo siento tantísimo. -Se disculpa ella entre jadeos.

Luces de neón || AnahugDonde viven las historias. Descúbrelo ahora