XXII

1.9K 100 18
                                    

Llegar a casa y meter los pies en agua fría, esos eran los planes de Ana Julieta después de salir del trabajo; los clientes habían estado especialmente exigentes ese día y los escaqueos habituales de la castaña no se habían podido llevar a cabo. Quizás no solo habían sido los clientes los que habían marcado las exigencias diarias, ella también había estado especialmente productiva para no tener que llevarse demasiado trabajo a casa ya que esa noche había quedado con Adri y quería poder descansar, puede que se pusiera incluso a ver el programa ese con Maialen. Pero sus planes se truncaron nada más abrir la puerta de casa; Ana Julieta durante esos días se había planteado que le estuvieran haciendo vudú, la mala suerte le acompañaba y si dejaba las cosas en manos del azar, tenía claro que no le iban a salir bien. Risas provienen de salón, su risa proviene del salón. ¿Se estaba volviendo loca? ¿Había llegado a ese punto? No se estaba volviendo loca, efectivamente estaba en su salón, junto a Maialen en el sofá; hacía una semana esa situación le hubiera parecido de lo más normal. Pero ahora el verlo ahí, sentado, le producía escalofríos. Parada en la propia entrada de su casa, siendo intimidada sin ni siquiera ser observada; su risa ya le intimidaba.

El rubio se percata de la presencia de la castaña y sus ojos se encuentran. El tiempo vuelve a pararse; igual que la primera vez que se besaron, igual que cada vez que se daban placer, igual que cuando estaban juntos. Hugo decidió gastar el que parecía ser su último cartucho al leer los mensajes de Ana Julieta. Juraría que tardó menos de diez minutos en llegar a casa de la alcañizana. La chica del flequillo intentó que no se quedara, pero si algo tenía Hugo a favor, eso era la persuasión.

Los labios de Ana Julieta se abren dispuestos a hablar, dispuesta a echarlo de su casa; pero no puede. Su corazón y su cabeza habían decidido ponerse de acuerdo en el momento más inoportuno. Ante el bloqueo Anaju se va a su habitación dejando a los dos en el comedor.

En ese momento, Hugo y Maialen se miran; Hugo sabe que ha llegado la hora de ir a por ella, el último acto estaba a punto de empezar y él no estaba listo. Había repasado mentalmente todos y cada uno de los puntos de los que quería explicarse, pero se le habían olvidado todos. Se le había olvidado el dolor, se le habían olvidado los nervios, se le había olvidado el porque estaba enfadado con ella. Se había olvidado de todo y todos, porque eso era lo que causaba Anaju sobre él; olvidarse de la realidad donde muere gente, donde había guerras, donde él tenía problemas e inseguridades. Pintaba su tapiz de grises y lo convertía en una paleta que incluía todas las gamas de colores posibles; porque eso era Anaju para él, ella era todas las preguntas y todas las respuestas del mundo, ella era su suerte y su desgracia, ella era la cruz y la cara de la moneda, ella era capaz de arrastrarte a las puertas del infierno si se lo propusiera. Y fue ahí, en ese momento, sentado en ese sofá cuando Hugo se dio cuenta de que se había enamorado de ella y le había hecho falta perderla para darse cuenta de que el juego lo había perdido él.

Dos golpes en la puerta, secos, tímidos. Anaju sabe quién hay detrás de esa puerta, sabe quién está llamando y siendo francos, ella solo quería salir del bucle en el que había entrado, ese rubio de ojos nácar iba a hacer que perdiera la poca cordura que tenía.

- ¡No quiero verte! -El grito de Anaju queda rebajado ya que la chica estaba contra la almohada.

El chico entra sin esperar su invitación, la habitación está a oscuras, la castaña había bajado la persiana del todo, no quería ver a nadie. La chica nota que la cama se hunde levemente y por una milésima de segundo, se plantea mirarlo; pero no lo va a hacer, no lo va a mirar, se niega. El rubio comienza a acariciar la despeinada cabellera de la castaña y no duda en inhalar su aroma, echaba de menos su olor, la había echado de menos. Hugo ve un cuaderno abierto en la mesilla de noche y lo coge intentando provocar una reacción en la alcañizana; la página está llena de repeticiones de los dos mismos versos.

Luces de neón || AnahugDonde viven las historias. Descúbrelo ahora