Cap. 41: Nueva distancia

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- ¿Dónde está mi prima? –la mirada asesina de Frank pone nervioso a Eban.

Una vez que se había abierto la puerta, esto no era con lo que él esperaba enfrentarse.

- Ella está aquí, solo que aún está un poco… Inconsciente –tratando de amortiguar la situación con sus palabras.

Elisse está sentada en el borde de un muro que está cerca a su jardín. Parece media zombie, con una expresión cansada en el rostro.

- ¿Por qué ella esta así? ¿Qué le hiciste? ¿Por qué llegan a esta hora? –pregunta Frank con la mano ya puesta en la camiseta de Eban.

Ayudaba el hecho de que ambos son del mismo tamaño. Con la diferencia de que el primo de Elisse, tenía el cuerpo fuerte y bien trabajado, por el arduo trabajo en la mecánica y el entrenamiento en casa.

- Yo no quise hacerle nada, lo juro… Ella… No, bueno, yo… Tenía una bebida con un analgésico en ella y por equivocación, Elisse se la tomo –responde apenado.

- ¡La drogaste maldito infeliz! Juro que si le has hecho algo, te romperé la cara y cada hueso del cuerpo –mostrándole el puño cerca de su cara.

- No eres el primero en amenazarme con eso hoy. Pero, adelante, golpéame. Lo merezco. Por ser una mierda de amigo y haberle hecho eso a Elisse –poniendo cara de resignación.

- ¿Tú te atreviste a tocarla? –con los dientes apretados y las venas saliéndole de la furia por el cuello, Frank esta por golpearlo, pero una mano femenina lo detiene.

Es Oriana. Esta en polo y shorts de pijama, con la cara de susto bien puesta.

- Demonios Frank, no te puedo encargar algo tan simple como recibir a Elisse sin hacer escándalo, porque ya lo echas a perder. Deja ir a ese imbécil, ya mañana lo golpeas cuanto quieras. ¿No ves como esta Elisse? Hay que meterla a la casa. Además, tuvimos suerte de que tía Elena se quedara dormida con sus pastillas, no me imagino la preocupación que tendría y lo peligroso que sería para ella si se enterara.

- Y no se va a enterar, porque seré cuidados al romperle la cara –le dice Frank- no me tomara mucho tiempo.

Oriana le vuelve a detener y hace que entre en razón:

- Pero mamá puede regresar en cualquier momento de su turno y ahí si nos fregamos idiota.

- Ella vuelve a las tres hoy –resopla con pesadez.

- Pero ¿y si hoy vuelve más temprano o la tía Elena se despierta por el alboroto? –se altera sin gritar- Agrégale a que he tenido que dejar a nuestra hermanita en su cuna. Si se despierta ella también, estamos perdidos.

Frank retiene su impulso de golpearlo y suelta a Eban, lo cual le da la posibilidad de decir algo en su defensa:

- Juro que no le hice nada. No la toque… Y por eso estoy aquí, porque quiero…

- Cállate –le ordena Oriana también furiosa- como dije, evite que mi hermano te masacrara hoy, por Elisse. Pero mañana… Nos debes muchas explicaciones. Mientras tanto, mantén tu distancia de ella. Ya  hiciste suficiente.

Eban escucha la advertencia de Oriana mientras ve como Frank toma en sus brazos a Elisse y se la lleva dentro de la casa. Le alivia y alegra al mismo tiempo saber que ella estará bien y que al menos por esa noche no tendrá más problemas. O eso es lo que cree, porque ni bien llega a su casa. Su padre le espera sentado en el sillón de dos, para tener una larga conversación. Eban se derrumba agotado en el sofá y mira a su padre con cansancio.

- También quieres que te dé una explicación, ¿verdad?

- Sí –con la voz firme, su padre continúa- Y no solo espero que me cuentes algunas cosas, sino toda la verdad… ¿Qué hiciste esta vez hijo?

Eban suspira agotado.

- Está bien papá… Esto es lo que pasó…

Al día siguiente, Elisse despertó con una horrible sensación de haber sido apaleada y con la cabeza revuelta. Se levanto de la cama y sintió que las piernas le temblaban. Trato de recordar que fue lo que le paso, pero una sensación de nauseas proveniente de su estómago la hizo correr hasta el baño, donde vacio todo lo que había ingerido la noche anterior.
Sentada en el suelo, con una mano al borde de la taza y la otra limpiandose la comisura de los labios, recordó un breve fragmento.

- ¿Estás hablando en serio? ¿Así de fácil? –todavía desconfiando.

- No te entiendo, no me estas exigiendo que me rinda, pues eso estoy haciendo, porque tú me lo pides.

La voz de Eban retumba en su cabeza, entonces ella se incorpora, se tambalea un poco y se mira al espejo. Tiene su largo cabello ondeado desordenado, incluso los tiene pegados a la cara. Se mira incrédula. Inmediatamente abre el caño y siente el agua correr por sus manos, posteriormente se la echa en el rostro con brusquedad.

- Vamos Elisse, despierta –se siente ahogarse a sí misma después de la segunda refrescada, entonces cierra el grifo, se mira otra vez en el espejo apoyándose en el lavadero y luego cierra los ojos- Puedes hacerlo Elisse, solo trata de volver a la realidad. Todo fue un sueño, confuso, que no puedes recordar del todo… Pero, tienes que ir a trabajar y… ¡Mierda! –abre los ojos de golpe al recordar sus responsabilidades- tengo que ir a trabajar, y yo estoy hecha una caca. Tengo que arreglarme –sale corriendo y por la prisa, se tropieza con la chancleta de Oriana que está en medio del camino- Maldición Oriana, no podrías ser tan solo un poco más ordenada.

Se toca con dolor la parte posterior, se incorpora lo más rápido que le es posible y busca entre sus cosas su uniforme de trabajo de repuesto. Entonces escucha la débil voz de Erik diciéndole:

- Oye… Báñate… No seas puerca…

- Cierto, me tengo que bañar –se maldice a si misma por oler tan mal.

Va hacia la ducha, se saca toda la ropa, la abre y extiende la mano. El agua helada le eriza la piel, sin embargo, toma valor y se mete dentro. Primero poniendo los pies, luego las manos, los brazos y tomando aire, finalmente el cuerpo entero.

- ¡Rayos, esto esta helado! –aprieta sus labios con fuerza y empieza con el jabón- Y eso está bien, porque necesito terminar de despertarme.

Termina de ducharse y recién se da cuenta que olvidó su toalla encima de la tapa del inodoro.

- Bravo Elisse, ahora tendrás que salir calata a buscar tu toalla, dejando el suelo mojado, como si tuviéramos todo el tiempo del mundo para secarlo –le reprocha Jack.

- Ey, tú no pareces estar tan cansado como Erik –reflexiona Elisse, mientras esta fuera de la ducha, toma su toalla y se la coloca.

Jack se hace visible y su deplorable estado queda al descubierto:

- ¿Te parece?

- Ay por dios, ¿qué te paso a ti? ¿Por qué estas así?

- Eso… -con los ojos rojos como si no hubiera dormido en años y totalmente desaliñado- Tendrás que preguntarle al gusano infeliz de Eban.

- Waw, cálmate Erik, ¿qué nos pudo haber hecho Eban para que estemos así?

- Oh, ahora no puedo decirte para que Erik no acabe conmigo con sus últimas fuerzas, pero en cuanto te enteres –extiende su mano como si fuera a estrujar el cuello de alguien- tú serás la que querrás acabar con Eban, tanto como yo –pone cara de resentimiento y seguido a esto desaparece.

Esto deja muy confundida a Elisse, pero aún así, se termina de arreglar y cuando ya esta lista, mira el reloj.

- No puede ser, ya son las 9… ¿A qué hora llegaré allá?

Sale corriendo una vez más rumbo al trabajo, pensando en que lo mejor sería concentrarse en no arruinar nada allí. Va con la esperanza de tranquilizarse teniendo la mente centrada en otra cosa, sin saber lo que le espera allá.

- A ver, si tomo el tren y luego me tomo un bus que me lleve hasta cerca de la biblioteca nacional, podré llegar hasta corriendo… Como en 30 minutos… Puedo hacerlo, puedo hacerlo –mientras corre a pedir un colectivo que la lleve a la estación de trenes.

Por otro lado, en el restaurante… Las cosas no van muy bien para Israel. Tiene a su abuelo encima de él, reprendiéndole cada mínima oportunidad, por el más pequeño error. Lo tiene harto. Nunca la cocina le había parecido un ambiente tan tenso, frustrante y agobiante. Y lo peor…

- Fabián… Es decir, don Fabián –poniendo una cara pícara al llamarlo, Verónica mira de reojo a Israel, como para provocarlo a propósito- podría pasarme el pedido de la mesa ocho, ya sabe… La pechuga de pollo a la parrilla, como les gusta –haciendo un gesto discreto, desabotona un poco su blusa, mientras se toca ligeramente los pechos.

Esto parece dejar al viejo chef con la baba a punto de salírsele de la boca, lo cual termina de enfurecer a Israel, pensando en lo descarados que son, y en lo estúpido que había sido él al no darse cuenta antes.

Maldecía internamente el día en el que la había llevado al restaurante para ayudarla a tener trabajo. En ese entonces… Pensaba que aunque eran amigos, podían ser algo más. Al fin de cuentas, en aquel momento, era todavía una loba disfrazada de oveja y él realmente le había creído.

- Tengo problemas en casa… Y mi hermano y yo no tenemos a donde ir, así que… Por eso necesito urgente un trabajo Israel –se abalanza sobre él, para llorar desconsoladamente y él sin saber bien que hacer al principio, la había abrazado.

Aquel día, la sintió tan vulnerable, tan frágil y agradable, que no había querido darle la espalda, y decidió ayudarla, junto con su amable hermano. En retrospectiva, grave error.

- ¿Querías la pechuga de pollo a la parrilla con lomo saltado para la mesa ocho? –le pone el plato en el recibidor-Aquí esta.

- Gracias –dice ella con una falsa sonrisa.

- De nada. Oh, espera… –saca de un costado un vaso y lo llena con el refresco que también estaba en el pedido, chicha morada- Te olvidaste del refresco…

Intencionalmente, una vez que deja el vaso en el mostrador y nota que ella está cargando la fuente a un costado y se da la vuelta para recibir el vaso, lo vuelca. Provocando que quede bañada en chicha y con el uniforme arruinado.

- ¡¿Qué te pasa Israel?! ¿Me acabas de mojar entera y ahora como haré para trabajar así?

- Ay, como lo siento, que torpe soy, ha sido mi error… Pero, podrías aprovechar y cambiarte… No sé como con algo más decente –poniendo cara de inocencia, se regresa a la cocina.

Verónica, empieza a sollozar y finalmente rompe en llanto, mientras don Fabián trata de ayudarla, pero ella se desquita y se va llorando. El abuelo de Israel que había estado de espectador hasta ese momento, estalla furioso:

- Israel, no seas grosero, sé que lo hiciste a propósito. ¿Qué te ha hecho la pobre de Verónica para que le hagas eso? Y como le vas a decir lo otro… ¡Mira lo que has hecho, la hiciste llorar!

La indignación se apodera de Israel y con sarcasmo le reprende a su abuelo:

- Vaya abuelo, te felicito. Se nota que te preocupas mucho por tus empleados. Tanto, que hasta me sorprende que no hayas ido corriendo a ayudarla. Pobre, apuesto a que ni siquiera ha traído uniforme de repuesto.

- Sí, tienes razón –pensando en Verónica quitándose la blusa mientras se cambia- debería ir a ayudarla. 

- ¿Me estas jodiendo? Abuelo, ¿no te enseñaron lo que es el sarcasmo? –sintiendose grosero, pero con ganas de enfrentarlo, Israel continúa- ¿Esto no es lo contrario a todo lo que me dijiste sobre mi relación con Elisse? Además ¡Estamos trabajando! ¡Tú nunca dejarías el trabajo tirado! ¿Qué demonios te pasa?

Don Fabián ya no escucha a su nieto, solo piensa en sus propias fantasías y finalmente corre al encuentro de su joven amante.

- ¿Cómo pudo haberle lavado tanto el cerebro una… una –no tiene el valor para decirlo, sus principios se lo quieren impedir, pero al final lo dice- puta? Francamente no lo entiendo –se toma la cara con ambas manos- Hasta de esto me siento responsable…

- ¿De qué te sientes responsable?

Una voz femenina familiar lo saca de sus pensamientos, entonces corre hacia ella y la abraza con fuerza. Ahí está ella, parada frente a él, entre sus brazos y con una sonrisa confundida en el rostro.

- Justo la persona que necesito –le acaricia el rostro- mi preciosa enamorada, Elisse.

Este comentario hace que la chica se sonroje y haga un gesto de falso enojo.

- Ey, estamos en el trabajo y ya he llegado bastante tarde, así que dame todas las ordenes que tengas. Vine aquí para apoyar –con todo su entusiasmo.

- Esa es mi chica –la besa con emoción.

Luego se queda un poco tímido al notar el asombro de ella.

- Disculpa, no debí…

Entonces, ella se le acerca, se empina un poco y le besa en los labios.

- Apúrate con esos pedidos, ¿sí?

Ella sale de la cocina y se coloca el mandil. Y desde afuera le habla:

- Por cierto, ¿dónde está don Fabián? Creí que estaría más que listo para darme el regaño de mi vida, pero te veo aquí solo y… -echa un vistazo al local y a los clientes impacientes- ni siquiera esta la suripanta de Verónica –inmediatamente se cubre la boca deseando que no la haya escuchado- Ups, se me escapo.

- Jajajajaja, no te preocupes Elisse, no hay nadie cerca. Mi abuelo está ocupado entregándole uniforme nuevo, porque tuvo un accidente –sonríe al decir esto- y me dejaron aquí, solo y tirado en la cocina con un sinfín de pedidos.

- Oh… Ya veo –con las sospechas en mente, Elisse se alza de hombros y finalmente decide seguir con el trabajo- ¿Para qué mesa es este plato? No se vaya a enfriar.

- Mesa ocho, el cliente debe estar ansioso –le sonríe con nervios- ten cuidado por favor, no quisiera que te hagan pasar un mal rato.

- No te preocupes, déjamelo todo a mí –le guiña un ojo mientras toma la bandeja- ah, pero a este pedido le falta el agua.

Ante este comentario, Israel no puede evitar reír.






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