Le hablé a mi madre sobre ti, pero no le dije que eras un hombre. El domingo por la tarde ella me ayudó a arreglarme, me cepilló el pelo y me animó a llenarme de cremas y a ponerme de los perfumes caros de mi padre. Aunque en otras partes del mundo la moda hippie había despuntado en los sesenta, aquí seguíamos anclados en un estilo de vida más clásico y conservador. Lo único que se me ocurrió vestir fue un suéter, el mejor que tenía, uno ancho y tela de color amarillo pálido, junto con un par de pantalones.
Me miré en el espejo y sonreí.
―Estás precioso, Remus ―me dijo mi madre.
―Gracias por la ayuda. Prometo llegar temprano.
―Eso espero. Le he dicho a tu padre que salías con tus amigos, así que no te retrases.
Le aseguré otra vez que cumpliría con el toque de queda y me marché. Había quedado contigo en la calle donde nos encontramos por primera vez, cuando te vi fumando junto a esos chicos que te acompañaban. Al girar la esquina, vi que ya estabas allí, esperándome. Por primera vez, también parecías estar nervioso y me alivió pensar que no era el único que se sentía así. Nos miramos como dos tontos durante unos segundos eternos antes de comenzar a caminar juntos hacia una zona más transitada de la ciudad.
―¿A dónde vamos? ―pregunté inseguro.
―No tenemos mucho tiempo si tienes que estar en casa dentro de una hora y media, pero he pensado que podríamos ir a tomar un helado a un sitio que conozco. O cualquier otra cosa que te apetezca ―añadiste rápidamente―. ¿Tenías algún plan en mente...?
―No. Solo era curiosidad. ―Te sonreí.
Nos internamos entre unas calles más estrechas. En algunos barrios, como por el que caminábamos, había casas que tenían televisor y dejaban las puertas abiertas para que los niños pudiesen reunirse fuera y verla un rato. Esquivamos una peonza cuando pasamos al lado de un grupo de críos y me sujetaste de la cintura cuando estuve a punto de tropezar. ¿Qué puedo decir, Sirius? Creo que, en ese instante, cuando nos miramos en silencio y nerviosos, ajenos a las voces de los chiquillos, supe que iba a enamorarme de ti. O quizá fue antes, en cuanto te vi por primera vez. O día a día, conforme fuiste demostrándome con hechos y certezas que eres el mejor hombre que he conocido nunca.
Llegamos poco después a la heladería.
―Eres de chocolate, lo sé ―dijiste.
―Tú tienes pinta de menta ―contesté.
―Chico listo. Espera aquí un momento.
Me quedé sentado mientras te acercabas al mostrador y pedías. Me froté las manos bajo la mesa, todavía nervioso. No podía dejar de mirarte. Tiempo después llegué a pensar que fue cosa de magia. Que, aquel día, cuando pasé por tu lado en esa calle, alguien nos lanzó una poción de amor que nos conectó a los dos y nos mantuvo hipnotizados con fuerza.
Porque me despertabas la piel, Sirius.
Fuiste eso, un despertar en todos los sentidos.
―Chocolate para el más bonito de la ciudad. ―Me ofreciste el helado―. Menta para el más afortunado del día ―añadiste con una sonrisa traviesa antes de probarlo de un bocado.
En la radio que estaba en el mostrador sonaba How deep is your love?, de Bee Gees.
―Está delicioso ―susurré.
―Es la mejor heladería.
―Eso me recuerda que aún tienes que decirme donde compraste el pastel del otro día.
―Puedo hacer algo mejor y acompañarte el lunes.
―De acuerdo. ―Saboreé el chocolate, aunque casi parecía que te saboreaba a ti al no quitarte los ojos de encima. Vi cómo arqueabas las cejas, divertido―. Solo... me fijaba en el suéter. Es como el que lleva a veces Paul McCartney. ―Era tan gris como tus ojos y de cuello alto, porque al caer la tarde refrescaba. Te daba un aire intelectual.
―No negaré que me gustan Los Beatles.
―A mí también. ¿Por qué estudias Runas Antiguas?
―Porque me gusta. Y, si he de ser sincero, porque sé que eso hace que mi tío esté orgulloso de mí. Cualquier otro querría que me limitase a aprender el oficio y heredase el taller de tapicería, pero él... es un hombre especial.
―¿Qué quieres decir con eso?
―Mis padres murieron.
―Lo siento... Sirius...
―Fue hace mucho. La cuestión es que mi tío ha sufrido, pero aun así sigue siendo la persona más increíble que conozco. Y me esfuerzo cada día por parecerme un poco más a él. Si dependiese de mí, me encargaría del taller sin rechistar. Se me da bien. Es fácil cuando llevas toda la vida allí dentro. Pero él quiere que sea alguien mejor, alguien más importante, ¿lo entiendes? Así que lo haré. Terminaré de estudiar. Voy un poco más lento que el resto porque no podemos prescindir de toda mi ayuda en el taller.
Me encandilaba eso de ti, que hablases tanto. Siempre tenías algo que decir, siempre tenías una palabra de más rondando por tu cabeza. Intentaba cazarlas, escucharlas y quedármelas para siempre a buen recaudo. Aprenderte.
―¿Cómo... cómo puedes permitírtelo...?
―Esa es otra larga historia. Pero, en resumen, mi tío conoce a un profesor importante, un hombre con muchos contactos. Le salvó la vida hace años cuando los mortífagos casi lo matan y se lo llevó a casa, donde le curó las heridas y dejó que se recuperase. Así que, desde entonces, Slughorn se siente en deuda con él; aunque, en el fondo, simplemente se hicieron tan amigos que se convirtieron en familia. Paga mis estudios y el material, me consiguió un carné de la biblioteca y suele echarme una mano.
―Es bonito cómo hablas de tu tío.
―¿Qué hay de tu familia? ―preguntaste.
Apoyaste un brazo en el respaldo de tu silla.
―Son... son buenas personas... ―titubeé.
Frunciste el ceño y ladeaste la cabeza.
―Remus, ¿estás mintiéndome?
―No, no quería... ―Inspiré hondo. Hubo algo en tu expresión que me dijo que, si no era sincero contigo, te alejarías. Querías verme de verdad, con las partes buenas y las malas, como tú mismo te habías mostrado ante mí―. Mi padre es egoísta, aunque a veces puedo entenderlo. Quiere que trabaje hasta que me case porque necesitamos el dinero en casa, por eso me costó convencerlo para apuntarme a esas clases nocturnas, pero mi madre... ella me entiende.
―¿Te gusta leer? ―Asentí con la cabeza―. Puedo enseñarte. Más de lo que ya sabes, quiero decir. El próximo día traeré un libro.
Lamí la cucharilla. Tú me miraste los labios.
Empezó a sonar I Will Survive y sonreí.
―Me encanta esta canción ―susurré.
Te inclinaste, con los codos sobre la mesa.
―Será porque eres parte de la revolución. ¿Sabes lo que significa eso, Remus? «Oh, as long as I know how to love, I know I'll stay alive I've got all my life to live And I've got all my love to give and I'll survive...». La música será un concepto, una forma de ser, de vestir, un cambio social. ¿Has usado alguna vez ropa de cuero? ―Negué con la cabeza y sentí que se me encendían las mejillas. Tú te reíste―. ¿Y has ido a alguna fiesta? ―Volví a negar, sin ser consciente de que, poco a poco, tú abrirías las grietas de mi mundo.
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Starlight
FanfictionUna historia de amor, de sueños y de vida. La de Remus. El chico que no sabía que tenía el mundo a sus pies, el que creció y empezó a pensar en imposibles. El que cazaba estrellas, el que anhelaba más, el que tropezó con él. Con Sirius. El chico que...