Era un martes cualquiera, pero llegaste a casa de buen humor. Lo sé porque siempre que tenías un buen día encendías el tocadiscos que habíamos comprado las anteriores navidades y elegías un vinilo del pequeño repertorio que cada vez hacíamos más grande. Just the way you are, de Billy Joel, inundó el salón y sonreí, porque a mí me encantaba esa canción y tú siempre te burlabas. Solían gustarte más los grupos alternativos, esos que no se escuchaban nunca por la radio, aunque Elton John era tu debilidad. Me tendiste la mano y me diste una vuelta antes de pegarme a ti y empezar a cantarme al oído.
―«I took the good times; I'll take the bad times. I'll take you just the way you are».
―¿Qué mosca te ha picado hoy? ―pregunté.
―«Don't go trying some new fashion. Don't change the color of your hair».
―Sirius, tengo el arroz al fuego. ―Me reí.
―Pues será mejor que lo apaguemos, porque esto es importante. ―Me soltaste y fuiste a la cocina a toda prisa mientras la canción seguía sonando. Después me pediste que me sentase en el sofá tapizado que tú mismo habías hecho en el taller de tu padre para nosotros―. Creo que esto te va a gustar. Lo vi el otro día colgado en la pared de anuncios de la universidad, lo he consultado y dicen que es una buena opción.
―Me estás poniendo nervioso.
Te sacaste un papel doblado del bolsillo del pantalón y me lo tendiste. Parecías entusiasmado. Mientras esperabas mi reacción, sonreías con los ojos. Lo leí. «Curso de taquigrafía y mecanografía». Parpadeé confundido antes de alzar la vista.
―¿Qué te parece? Pensé que te gustaría.
―Pero... Sirius, no puedo hacer esto.
―¿Por qué no? ―Frunciste el ceño.
―¿Te burlas de mí? ―Me levanté, sofocado―. ¡No tengo estudios! Hasta que te conocí a ti, apenas sabía leer ni mucho menos escribir. ¿Y ahora quieres que haga esto...? ―Agité el papel del anuncio en la mano, alterado mientras tú me mirabas sin saber qué decir.
Cuando conseguiste reaccionar, te levantaste también y me rodeaste la cintura con los brazos. Yo intenté zafarme, pero me pediste que me calmase y respiré hondo.
―Confío en ti, Remus. Y sabía que te gustaría. Te encanta el mundo de las letras, de las palabras, y es algo que tiene demanda. Podrías trabajar como secretario en algún despacho de abogados, o en los juzgados, o en muchos otros sitios. ¿No era eso lo que querías, cariño? Dime qué es lo que necesitas, porque te juro que me voy a volver loco si sigo viéndote así, tan apagado cada día. Sabes que también sufro, ¿verdad? ―susurraste con la mirada brillante, enfrentándome mientras los dos respirábamos agitados―. Necesito que lo sepas. Que también me duele todo esto. Y que estoy a punto de caer...
Tú, el chico valiente e idealista que siempre tenía una sonrisa para mí, estabas «a punto de caer». Hubo algo en esa frase que se me clavó en el alma. O quizá fue por lo que encontré en tus ojos, la inseguridad, esa incertidumbre que ya no sabías disimular.
Me limpié las lágrimas con el dorso de la mano.
―Me da miedo no ser capaz. Decepcionarte.
―A mí nunca podrías decepcionarme, cariño.
―No te merezco. ―Escondí el rostro en tu pecho.
―No vuelvas a decir eso. Espera un segundo. ―Fuiste hasta el tocadiscos, quitaste el vinilo de Billy Joel y pusiste el de Elton John, tu preferido. Your song empezó a sonar y yo sonreí, aunque aún estaba llorando. Era una de tus preferidas. Esa que me cantabas al oído los fines de semana, cuando las horas del sábado se deshacían entre música y los ratos que pasábamos juntos―. Deberíamos salir a celebrarlo. Ir al cine, por ejemplo.
―Suena bien. Por cierto, eres consciente de que mi padre intentará matarte, ¿verdad? Consentir que su hijo estudie y nada menos que para conseguir un empleo cuando tú ya tienes uno...
―¿Parezco preocupado? ―te burlaste antes de inclinarte y que tus labios me rozasen la oreja―. «It's a little bit funny, this feelin' inside. I'm not one of those who can easily hide. I don't have much money, but boy, if I did. I'd buy a big house where we both could live».
Yo me reí al tiempo que nos mecíamos juntos, con mis manos alrededor de tu cuello y tu aliento haciéndome cosquillas en la mejilla. Ese día, cuando nos acostamos, me di cuenta de que aún tenía miedo, Sirius. Temía no estar al nivel de los demás en el curso, quedarme atrás, no conseguirlo, porque ahora tenía un reto por delante. Pero, cuando me di la vuelta tras darte un beso de buenas noches, dibujé una sonrisa en la almohada.
Y sentí un cosquilleo en la tripa.
Era emoción. Era ilusión.
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Starlight
FanfictionUna historia de amor, de sueños y de vida. La de Remus. El chico que no sabía que tenía el mundo a sus pies, el que creció y empezó a pensar en imposibles. El que cazaba estrellas, el que anhelaba más, el que tropezó con él. Con Sirius. El chico que...