Lo recuerdo todo de aquella escapada, hasta el viaje en coche; cuando no escuchábamos música, leía en voz alta el último libro que habíamos elegido entre los dos. Tú sonreías cada vez que algún diálogo te hacía gracia, sobre todo cuando me venía arriba y me esforzaba por imitar las voces que pensaba que tendrían los protagonistas. Así que las horas se nos pasaron volando y, cuando quisimos darnos cuenta, ya estábamos dejando atrás nuestro hogar.
Apenas tuve tiempo para prepararme. Cuando llegamos ya había anochecido y pedimos un par de sándwiches en el hotel, que nos comimos en la habitación, mirándonos nerviosos.
―Así no me ayudas, Sirius ―me quejé riéndome.
―Es solo... que creo que es una gran oportunidad.
―Pero no pasará nada si me da largas, ¿verdad?
―Claro que no, ¿por qué me lo preguntas?
―Porque hemos hecho todo este viaje...
―¿Y qué? Después de la entrevista, salga como salga, vamos a divertirnos. Tú y yo a solas, Remus. Como en los viejos tiempos. ¿Recuerdas aquel viaje a la playa?
―¿Cuándo no podía levantarme porque me temblaban las piernas? Si.
Tú sonreíste travieso y alzaste las cejas, mirándome.
―Como para que no te temblaran. ¿Cuántas veces lo hacíamos al día?
―No lo sé, pero parece que fue en otra vida.
Algo cambió en tu mirada mientras deslizabas los ojos por mi cuerpo, allí sentados en la cama aún cubierta por la colcha. Sé que pensaste que últimamente hacíamos el amor menos a menudo. Que, a veces, cuando llegaba el final del día y nos metíamos bajo las sábanas, estábamos tan agotados que tan solo nos dábamos un beso rápido de buenas noches antes de quedarnos dormidos. Que ese deseo loco e intenso del principio se había calmado.
―Deberíamos acostarnos ya ―dijiste―. Mañana será un día largo.
―Sí, tienes razón. ―Me levanté y aparté los restos de la cena.
Después nos pusimos el pijama, cada uno en su lado de la cama, y apagamos la luz de las lamparitas de noche antes de encontrarnos entre las mantas. Te abracé. En medio del día a día, a veces cuesta parar y disfrutar de esas cosas que las primeras veces nos llenaban; como la sensación de rodearte la cintura y sentirte estremecerte, o la de apoyar la cabeza en tu pecho en medio de la oscuridad y escuchar el latido de tu corazón. También oírte respirar. Y notar tus manos acariciándome el pelo, enredando mechones entre tus dedos.
―Te amo, Sirius―susurré bajito.
―Yo también te amo, cariño.
Me levanté con diez minutos de retraso y con el estómago revuelto. Tú seguías sentado en la cama con la mirada algo perdida mientras yo empezaba a vestirme antes de meterme en el baño. Me miré en el espejo e intenté arreglarme un poco; lavándome el rostro con agua fría para despertar e intentando ordenar mis rizos desordenados.
Desayunamos en el hotel, aunque, en realidad, apenas probé bocado por culpa de los nervios. Poco después, mientras avanzábamos por la calle en la que estaban las oficinas y tú me dabas un apretón en la mano para animarme, me di cuenta de que aquello era una locura. Estaba allí porque un amigo nos había hecho un favor y me daba la impresión de que el hijo del director, ni siquiera recordaría que hoy tenía una cita conmigo. Porque, ¿quién era en esos momentos? Tan solo un dueño de casa que años atrás hizo un curso de taquigrafía y mecanografía, curso que a niveles prácticos solo le sirvió para terminar escribiendo cartas de opinión con quejas y propuestas a revistas y otros medios.
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Starlight
FanficUna historia de amor, de sueños y de vida. La de Remus. El chico que no sabía que tenía el mundo a sus pies, el que creció y empezó a pensar en imposibles. El que cazaba estrellas, el que anhelaba más, el que tropezó con él. Con Sirius. El chico que...