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Ocurre algo curioso con esto de la edad. Es como si no fuésemos muy conscientes de ello, al menos no de una manera objetiva. Cuando tenía diecisiete años, veía «viejos» a los de treinta. Cuando cumplí treinta, en cambio, seguía sintiéndome como un niño y los que me parecían más «viejos» eran los de cincuenta. Al alcanzar esa cifra, no imaginaba cómo pude pensar aquello alguna vez. ¡Si éramos dos chiquillos todavía! ¿Verdad? O así se ve entonces, cuando cruzas esa línea y, al mirar atrás, parece que hayan sido dos días.

Estábamos en la cama. Tú leías un libro en voz alta.

Juré que no volveríamos a perder esa tradición.

―Remus, no estás escuchándome.

―Solo pensaba en mis cosas. Repite la última frase.

―Dime en qué pensabas. ―Te quitaste las gafas.

―En el tiempo. En los años. ¿Qué nos ha ocurrido? Quiero decir, ¿cuándo se hicieron mayores nuestros hijos? No lo recuerdo, ¿dónde estábamos? Ha pasado tan rápido que tengo la sensación de que me perdí ese capítulo de mi vida. Hace nada eran dos bebés que podía achuchar a todas horas y ahora Alphard está en España y Teddy está por ahí con esa chica... esa chica... ¿cómo se llamaba? Victorie, sí, ese.

―Ya no está con Victorie. Solo fue a la cafetería con el nieto de James.

―Vale. Lo que sea. ¿Lo ves? Harry hace unos cuantos años era un bebé y ahora tiene hijos, ni siquiera puedo seguirles la pista porque ellos van muy rápido y nosotros empezaremos a usar bastón dentro de poco.

―Creo que aún nos quedan muchos años para eso.

―¡Pero el tiempo vuela, Sirius! Volverá a ser otro pestañeo.

―Es ley de vida, cariño. ―Me miraste con ternura.

―Y mírame. ―Me giré hacia ti―. Mírame en serio.

―Ya lo hago. ¿Qué ocurre?

―He cambiado. Tengo arrugas.

―No es verdad. Estás precioso.

―Sabes que no es cierto. He engordado y ya casi no me entran los pantalones de siempre. Pero no es solo eso, es que siento que me estoy quedando atrás. Que la vida se escapa.

―Dice el actual empresario con más ojo de la familia...

Se me escapó una sonrisa, porque eso era verdad y no podía evitar sentirme orgulloso. Tras unos meses usando el ordenador, se me había ocurrido la idea de lanzar una revista digital, una que no tuviese que imprimirse ni venderse en los quioscos y que estuviese al alcance de todo el mundo y gratis. Los conocimientos que había aprendido tiempo atrás fueron de gran ayuda, porque ya estaba acostumbrado a contactar con marcas durante los últimos años y sabía que gran parte del beneficio provenía de los anunciantes. Los medios online estaban en alza y Teddy acababa de terminar la carrera de periodismo, así que los dos nos embarcamos juntos en aquel proyecto. Fue bonito, no solo por hacerlo con él, también porque tú nos ayudaste y también compañeros suyos de la facultad que más tarde terminaron siendo una pieza clave.

Por aquel entonces aún nos quedaba un largo camino por delante que recorrer, pero me sentía satisfecho y confiaba en que, con tiempo y dedicación, funcionase todavía mejor.

―Y a todo esto, ¿Cuál de los hijos de Harry?

―Ya sabes, el mayor, James Sirius. Solo se llevan por unos cuantos años y Teddy le tiene mucho aprecio.

―Claro, él nos ayuda en la revista ¿Tiene diecinueve, cierto? ―Asentiste con gesto distraído antes de volver a colocarte las gafas y coger la novela―. Y tú que pones el grito en el cielo con cualquiera que se acerque a Teddy, ¿se puede saber por qué estás ahora tan tranquilo?

StarlightDonde viven las historias. Descúbrelo ahora