Compramos una máquina de escribir a buen precio que iban a jubilar en el colegio donde trabajabas; no era muy práctica porque pesaba una barbaridad, pero estaba tan emocionado que me daba igual, y no quise ceder cuando intentaste convencerme para gastarnos todos nuestros ahorros en una más nueva y bonita. Estaba ilusionado. Tanto que aquella primera noche antes de empezar el curso, apenas pude dormir y no paré de dar vueltas en la cama.
Al día siguiente, me acompañaste hasta el aula en la que se impartían las clases. Era dentro de un edificio de la universidad, a la que tú cada vez acudías con más frecuencia como refuerzo para sacarte un extra al mes. Te prometo que me temblaban las piernas. Me sentía como el día de Navidad, justo antes de abrir los regalos, pero también como cuando te piden que hagas una exposición sobre física cuántica delante de mil personas y no tienes ni idea de qué decir.
El miedo se entremezclaba con las ganas de hacer algo nuevo y diferente.
―Creo que debería irme a casa ―dije entre risas.
―Lo peor es que sé que no bromeas del todo. ―Te inclinaste y me diste un beso en la frente―. Todo irá bien, ya lo verás. Seguro que los demás se sienten igual. Vamos, entra. Estaré aquí esperándote cuando salgas. ―Te diste la vuelta, te encendiste un cigarro y te marchaste sin mirar atrás caminando por el pasillo lleno de estudiantes.
Tomé aire y entré en el aula. Casi todos los alumnos que ya estaban allí tenían sobre la mesa la máquina de escribir y el manual que usaríamos durante todo el curso. Me fijé en que la gran mayoría eran chicas jóvenes que llevaban los labios pintados y vestían a la moda. Me alegré por haberme puesto aquel día un atuendo menos clásico y terminé sentándome en la tercera fila, al lado de una joven de cabello rojizo y lacio que me sonrió.
―Soy Lily. ―Ella deslizó la vista por mi mano y se fijó en el anillo que llevaba en el dedo anular―. Vaya, ¿estás casado? Qué afortunado.
Correspondí su sonrisa.
―Sí. Me llamo Remus.
Por aquel entonces, cuando aparté la vista de ella al ver entrar al profesor al aula, no sabía que terminaría convirtiéndose en una de mis mejores amigas. Ella y también otros de aquella clase. Pronto descubrí que era el único que estaba en una relación seria, pues la mayoría eran mujeres solteras cuyos padres les habían permitido estudiar. Pensábamos igual, soñábamos con las mismas cosas y teníamos ideas parecidas. «Somos una nueva generación», solía decir Lily, una que ya no se conformaba con seguir las reglas de hombres blancos y viejos, esas reglas que a muchos nos hicieron seguir conforme crecimos. Aspirábamos a más. Ya no solo deseábamos tener alas, sino que queríamos echar a volar sin paracaídas y sin esperar a que nadie nos diese permiso para hacerlo.

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Starlight
FanfictionUna historia de amor, de sueños y de vida. La de Remus. El chico que no sabía que tenía el mundo a sus pies, el que creció y empezó a pensar en imposibles. El que cazaba estrellas, el que anhelaba más, el que tropezó con él. Con Sirius. El chico que...