POV. NATALIASonó el despertador a las 7 en punto de la mañana. Lo apagué no haciendole caso al maldito cacharro y volví a dormirme. A las 7 y cuarto sonó la alarma de mi móvil, la apagué con la luz cegadora de la mañana entrando por la ventana de la habitación, me tapé hasta la cabeza y seguí durmiendo.
De repente escuché unos golpes en la puerta. Oí como alguien entraba y la voz de mi hermana Elena.
- Vamos, Natalia, levántate ya -dijo tocándome el brazo.
- Uggg... Voy -dije mientras mi hermana salía de mi habitación.
Me quedé unos segundos sentada en la cama mirando a la nada. Por fin me levanté y fui al baño estando todavía un poco dormida. Ya totalmente despierta volví a mi habitación a vestirme. Abrí el armario y me puse unos vaqueros negros, unas zapatillas del mismo color y una camiseta blanca con adornos azul oscuro. Me miré al espejo y me peiné; ya estaba lista así que bajé a desayunar. Cuando entré a la cocina estaban mis padres, Mikel y Maria, terminando de desayunar.
- Buenos días, hija -dijo mi madre al verme.
- Hola -dije yo sirviéndome un vaso de zumo.
- Hola, Natalia. Oye, ¿algún día serás capaz de levantarte con la primera alarma sin necesidad de que tengamos que ir a llamarte? -dijo mi padre con tono de broma.
- Por favor, papá. Sabes de sobra que eso es imposible.
Y era verdad, todas las mañanas ocurría lo mismo. Sonaban las alarmas pero no me levantaba hasta que mi padre, mi madre o uno de mis hermanos iban a llamarme. La mayoría de los días me levantaba de mal humor porque no me gustaba que me despertaran pero si no lo hicieran llegaría siempre tarde al instituto.
Al terminar de desayunar subí a mi habitación para recoger mis cosas. Cuando volví a bajar ya con mi chaqueta de cuero favorita puesta y la mochila en la mano, saqué el móvil del bolsillo y miré la hora; eran las ocho, como no saliésemos ya llegaríamos tarde.
- ¡¡¡CHICOS, BAJAD YA O NO LLEGAMOS!!!! -dije mientras mi hermano Santi bajaba por las escaleras.
Santi era el mediano de los tres, tenía 16 años, yo era la mayor con 18 y mi hermana Elena, la pequeña, que tenía 14. Santi era el típico atleta de instituto, alto, guapo, extrovertido, amigo de todo el mundo, un conquistador entre las adolescentes de su edad. Además le iba muy bien en el colegio y tenía una beca de deportes.
Mi hermana Elena era todo lo contrario a él. Era una chica muy tímida a la que le costaba empezar una conversación, tenía que tenerte mucha confianza para que te dejara ver como era la verdadera Elena. Era el orgullo de mis padres porque tenía la que mejor calificación de su curso y por eso le concedieron una beca en ciencias. Era muy inteligente y madura para su edad.
Y después estaba yo. Digamos que ese año no me iban a dar el premio a la mejor conducta del año. No es que yo fuera robando bancos o matando a gente por la calle, no, pero en esos últimos meses me había metido en un que otro problema en el instituto y puede que una, o dos, o más noches hubiera llegado a casa en condiciones poco dignas.
En mi defensa diré que no siempre es culpa mía.
- ¿Por qué Elena tarda tanto en bajar? -pregunté a Santi.
- No sé, se estará arreglando para su nuevo novio -dijo subiendo el tono de su voz entre risas mientras Elena se encontraba con nosotros al final de las escaleras dándole una mirada de odio a nuestro hermano.
- Adiós mamá, adiós papá -gritamos los tres.
- Adiós, hijos -dijo mi madre desde la cocina.
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Cuestión de tiempo | Albalia
RandomAlba Reche y Natalia Lacunza se odian. ¿El motivo? Demasiadas diferencias entre ambas... diferente clase social, diferente manera de pensar, diferente la manera que tienen de mirar el mundo, diferente prioridades en la vida, diferente circulo de a...