La historia de Audrey

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Percy Weasley nunca habría esperado encontrarse en una situación tan delicada. Cómo saber que una decisión tan nimia como desayunar cada día en un bar de muggles frente al Ministerio, para ahorrarse encuentros incómodos con familiares y compañeros, le llevaría a conocer a una chica de la cual se enamoraría hasta el núcleo de su varita...

Desde el primer día ella le había llamado la atención. Siempre sola, rodeada de libros y tecleando palabras en un pequeño ordenador... pero con tiempo para dedicarle un tímido saludo y una preciosa sonrisa cuando él entraba al local.

Un día Percy se sorprendió al acceder al bar: primero porque ella no se encontraba allí y segundo porque todas las mesas estaban ocupadas . Él no era hombre de imprevistos y mientras sopesaba qué hacer, alguien le saludó con timidez por detrás. Era ella. Levemente sonrojada, le propuso pedir un café para llevar y tomárselo juntos en un parque que había cerca. Percy se sintió abrumado, pero pensó que lo más educado sería aceptar.

Ella le guió hasta un gran roble y se sentó a su sombra. Sonrió al ver como él no se sentaba directamente sobre la hierba, sinó que dobló un periódico y se colocó sobre este. Esas pequeñas manías de él le parecían encantadoras.

Ella se llamaba Audrey y combinaba su trabajo de administradora con la realización de su tesis doctoral sobre los mercados bursátiles ingleses. Tenía una hermana cuatro años menor a la que se sentía muy unida. Sus padres también vivían en Londres, aunque en un barrio un poco apartado de donde ella tenía su apartamento.

A Percy le gustaba escucharla. También le agradó que cuando le dijo que su trabajo era confidencial o que en ese momento no quería hablar de su familia porque la situación era complicada, ella sonriese comprensiva y no le hiciera más preguntas.

Desde ese primer día ya habían pasado meses... unos meses fantásticos en los cuáles se habían encontrado para desayunar juntos cada día... hasta que ella dio el paso y sugirió una cena. Él, aún con miedo por lo que estaba por venir, aceptó.

Y la noche fue fantástica. Rieron, se conocieron mejor... Cuando fueron a despedirse ella notó que él parecía dudar mientras le miraba los labios embelesado... ella se acercó y le dio un suave beso... él, sorprendido, la besó con pasión... sin darse cuenta la arrinconó con su cuerpo contra la pared.

Al poco tiempo, Percy reaccionó y se separó de ella...

- Disculpa - le dijo sonrojado - perdí el control. No debí hacer algo así en nuestra primera cita...

Ella soltó una carcajada...

- Oh, Percy... para mi nuestra primera cita fue aquel desayuno en el parque.

- ¿Entonces llevamos 14 meses saliendo   y yo sin enterarme?

- Ajá. ¿Y no crees que si salimos hace más de un año ya es hora de que me enseñes tu apartamento?

- Claro. Audrey, ¿te apetece dar un paseo hasta mi casa?

Ella se abrazó a él y se dejó guiar.

Al llegar al apartamento compartieron una copa de vino y, de nuevo, ella tomó la iniciativa. Cuando notó que el sofá se les quedaba estrecho ella le pidió que le enseñase su cuarto. En la cama, sin parar de besarse, se desnudaron el uno al otro...

- Audrey, para... yo te he de decir algo... nunca he estado con ninguna chica... ya sabes...

- Pero... ¿y Penélope? Me dijiste que salisteis juntos varios años...

- Sí... ella me dijo que estaba preparada, pero yo nunca sería capaz de llegar tan lejos con alguien que no amase...

Audrey se emocionó al escuchar esas palabras y respondió:

- Yo también te amo, Percy, y quiero que mi primera vez sea contigo...

A la mañana siguiente, Percy despertó sintiendo un peso sobre su pecho. Audrey dormía sobre él. Era preciosa. Recordó con emoción todo lo que pasó la noche anterior y, al instante, se sintió culpable... tenía una charla pendiente con ella. Un gran secreto que, por cobarde, no le había confesado... algo que sentía que podía cambiar en un segundo todo lo que había entre ellos, algo que podía hacer que ella no quisiera verle más...

Cuando ella abrió los ojos, él decidió sincerarse...

- Audrey, hay algo que debo decirte. Algo importante, algo que puede hacer que me odies...

- ¿Alguna vez me has mentido, Percy?

-  No. Pero no te he dicho toda la verdad...

- ¿No me has presentado a tu familia porque te avergüenzas de mi?

- Claro que no. De hecho, les he hablado mucho de ti... mucho más de lo que a ti te he hablado de ellos.

Ella suspiró y meditó.

- ¿Sabes qué? En mi familia siempre decimos que las malas noticias se digieren mejor con el estómago lleno... ¿me confiesas tu gran secreto mientras desayunamos? - Él afirmó con la cabeza - Antes me gustaría darme una ducha, estoy... pegajosa.

Y tras dar un beso a Percy, cubrió su desnudez con una camisa de él y se dirigió al cuarto de baño. 

Percy se quedó en la cama, meditando sobre que palabras escoger para su confesión... cuando un "plop" muy característico llegó de su comedor, seguido de la atronadora voz de su madre...

- ¡Percy Weasley, cómo te atreves a hacer esperar a toda tu familia en la mesa un domingo!

Oh, mierda, se había olvidado de la comida familiar... buscó sus calzoncillos por toda la habitación lo más rápido que pudo...

- ¡Oh, querida! - La voz de su madre sonó ahora más suave - No sabía que Percy tenía compañía. No quise interrumpir... ¿tú debes ser Audrey, verdad? ¿Querida, te encuentras bien? Te veo muy pálida... ¡Bill, ayúdame!

Al llegar a su comedor, Percy sólo pudo ver cómo el cuerpo de su hermano mayor salía de la chimenea, cogía a Audrey semidesnuda y desmayada del suelo y, a través de la Red Flu, se dirigía a San Mungo...

Por Merlín, ¿Cómo era posible que todo se estropease en apenas unos segundos?

La decisión de HermioneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora