Mientras los chicos duermen

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Ya hacía diez minutos que los ronquidos de Ron y Harry sonaban acompasados en la habitación. Hermione se sentía segura en los brazos del pelirrojo y a duras penas conseguía mantener los ojos abiertos, "pero una chica debe hacer lo que debe hacer", se dijo a sí misma y, reuniendo toda su fuerza de voluntad, se levantó con cuidado. 

Sentada en la cama miró a Ron y le robó un cortó beso en los labios. Pudo ver como el chico, aún dormido, sonreía levemente. Las esperanzas de ser correspondida habían aumentado después de sentir como Ron había respondido con energía al espontáneo beso que le dio frente a la Sala de los Menesteres (¡y delante de Harry!).

Hermione se levantó de la cama y, después de dirigir otra sonrisa a Ron, abrió levemente las cortinas de la cama de Harry. Por primera vez en años, el chico dormía sin pesadillas. Con ternura, Hermione le dio un beso en la frente y abandonó la habitación.

Era consciente que necesitaba estar fresca esa noche, lo que se proponía no era fácil. Así que, aún sabiendo que al cabo de unos días le pasaría factura recibiendo una dosis extra de cansancio, se aplicó a sí misma el encantamiento "Vitalus maxima" e, inmediatamente, se sintió como después de dormir ocho horas de sueño reparador. 

Se dirigió al escobero de Hogwarts, allí donde podían coger prestadas escobas aquellos estudiantes que no disponían de propia. Había diferentes marcas y modelos, todos desconocidos para Hermione. "A duras penas conozco las barredoras y las nimbus... qué más da, cogeré la escoba que parezca más nueva y robusta".

A continuación, con la escoba en la mano, fue al cuarto de las chicas. En la cama de Hermione descansaban abrazadas Ginny y Luna. Ginny tenía la cara con rastros de lágrimas secas. Al mirar a Luna, a Hermione le pareció ver que la rubia le guiñaba un ojo antes de parecer dormida de nuevo. Hermione sonrió y se giró para echar una ojeada a las otras camas. La de Parvati estaba vacía, pues ella se había ido a dormir con su gemela esa noche. En la de Lavender tampoco había nadie, cosa que no le sorprendió pues sabía que ella estaba siendo atendida en San Mungo después del ataque del Greyback. En realidad, esperaba que Lavender no tuviera secuelas. Aunque ella le robó el primer beso de Ron (¡y vete a saber cuántas primeras veces más!) sólo era una chica tonta y superficial... ese no era motivo para desear verla muerta.

Hermione suspiró e, intentando borrar de su mente el amasijo de manos y labios que formaban Ron y Lavender cuando se besuqueaban en la Sala Común, giró la vista hacia su objetivo: la ventana. Desde esa ventana Hermione contempló muchas noches la silueta del director. También desde allí convocó con un Accio los horribles libros de horrocruxes que llevó en su viaje. "Bien, esto no puede ser peor que nuestro viajecito en dragón" se dijo a sí misma antes de subir a la escoba, dar una patada el suelo y emprender el vuelo hacia el despacho del director.

La decisión de HermioneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora