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Aquel día les habían dejado salir antes de clases, por lo que Tamaki se dirigió hasta los dormitorios, decidido a repasar el contenido de la materia próxima a evaluar. Aparte de tener que lidiar con el hecho de que sería un examen complejo, tenía que soportar esa sensación de malestar que venía aquejándole desde la noche anterior.

Mirio y él no habían cruzado palabra por la mañana al despertar, es como si sencillamente no hubiera estado ahí y salió, en completo silencio; aunque claro, podía ser una situación a la que Tamaki se podría acostumbrar, sin embargo tenía un pequeño detalle: el rubio tenía una manera silenciosa de hacerle sentir culpable o mal consigo mismo, y sin siquiera tener muy en claro el motivo.

El día anterior Amajiki había tenido un comportamiento que quizás le disgustó o dejó dudoso a Togata, pero qué más podía hacer? era parte de su personalidad actuar de ese modo, y no iba a disculparse por eso.

Además, comprendía que Mirio pudiera tener sus preguntas sobre hacia dónde se escapaba cada noche, o por qué llegó en tan deplorable estado aquella vez y que sólo para no quedar de entrometido prefirió pasarlo por alto.

A Tamaki le encantaría darle una respuesta, pero lastimosamente no podía. Era parte de su vida privada, y sólo una persona había tenido el privilegio de saberlo, y el azabache se prometió no entregarle su confianza ni exteriorizar sus emociones con nadie más. Nunca más.

Y si eso terminaba siendo la raíz del problema con respecto a su relación con Mirio, pues a Tamaki no le sorprendería que él decidiera finalmente cambiarse de habitación por su cuenta; después de todo, quién en su sano juicio querría compartir el mismo espacio con Tamaki Amajiki?

Una vez que llegó a la habitación, el azabache sacó los cuadernos y libros correspondientes, poniéndose a estudiar en una máxima concentración. Por suerte afuera no se escuchaba demasiado ruido, al menos no hasta el punto de llegar a ser molesto.

Así permaneció durante media hora, convenciéndose de que podría pasar el examen si memorizaba las respuestas una por una.

Fue entonces que a los minutos unos golpes en su puerta le sacaron de su pequeña burbuja estudiosa, haciéndole chasquear la lengua en el acto. Definitivamente no se trataba de Mirio, ya que él tenía su llave... a no ser que la hubiera olvidado. Ignorando cualquier opción se levantó a recibir a quienquiera que estuviera esperando desde el otro lado, y la persona que yacía fuera le hizo fruncir considerablemente el ceño.

─Creí que ya lo habíamos dejado todo claro anteriormente─habló Tamaki primero, dejándole saber lo descontento que estaba con su presencia mediante el tono de su voz.

─Disculpa mi intromisión, pero hay algo de lo que debemos hablar─y sin esperar permiso, Midoriya entró a la habitación, seguido de un portazo a sus espaldas.

Había mil maneras de arruinar su día, y ésta era una de ellas para Tamaki. Resignado, se giró hacia el peliverde, y cruzado de brazos esperó a que dijera lo que sea que haya venido a decirle.

─Hay algo que debo mostrarte─Izuku le extendió una hoja que a simple vista parecía tener unas extrañas letras extraídas desde diferentes partes; ya sea de revistas, periódicos, etc─. Creí que te interesaría leerlo.

Amajiki observó la hoja con cierta indiferencia por unos segundos, para luego tomarla y leer lo que en ésta decía. El papel se arrugó ligeramente entre sus dedos mediante leía lo plasmado allí, sin saber qué sentir con exactitud al respecto.

Midoriya aguardó con un deje de pesar en su expresión, haciéndose una idea de lo que esa información provocaba en el otro.

─Dónde encontraste esto?─se limitó a preguntarle Tamaki una vez que acabó de leer, convirtiendo la hoja en diversos trocitos de papel.

Redeemer | MiriTamaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora