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Tamaki dejó atrás el hospital después de estar más de dos horas acompañando a su madre, contándole cómo le había estado yendo luego de su presentación. Ella había mostrado mejoras con el paso del tiempo, pero las recaídas siempre volvían en contra de su voluntad. Aquel día había pedido un permiso especial para abandonar la cama del hospital y ver bailar a su único hijo, sintiéndose más renovada al ver lo mucho que se lució en el escenario.

A las horas tuvo que regresar a estar encerrada, quedando nuevamente bajo observación, sabiendo de antemano que la posibilidad de volver a casa y retomar su vida normal ya estaba fuera de su alcance.

Tamaki miraba hacia el suelo mientras caminaba por las desoladas calles, sintiendo que no había hecho muy bien en contarle lo sucedido a su madre, pese a que suavizó un poco la verdadera versión de la historia. Lo que menos quería era preocuparla con sus estúpidos problemas de "adolescente", mas al no tener a nadie más en quien confiar -ni que le juzgara tampoco- decidió recurrir a ella.

Se sentía un poco mejor, pero su humor no había subido ni la mitad de lo que había esperado. En el fondo intentaba mantenerse optimista, positivo, casi convencido de que su vida terminaría yendo por buen camino; que mamá se recuperará y que las oportunidades nuevamente estarían a su alcance.

Mediante avanzaba por la calle, su expresión sombría y ambigua regresaba a su rostro, dejando de ser esa persona risueña e ilusionada que siempre solía ser cuando tenía a su madre enfrente. Quería evitar tener que darle vueltas a todo, preguntándose cómo es que alguien cercano a su pasado le encontró y le recordó la clase de ser humano que era; las memorias de esa discusión se repetían vagamente, como si ese alguien estuviera a sus espaldas recordándole cada una de las palabras que le soltó en aquel entonces, en murmuros que evidentemente le dolían.

Decidido a no estropear aún más su día, apartó de su cabeza todo pensamiento referente a eso, comenzando a imaginar otros panoramas en donde sólo él era el protagonista. Se veía a sí mismo graduándose, encontrando ese ideal en la vida, creciendo como persona y teniendo éxito en todo lo que se proponía.

Sus fantasías se detuvieron al reconocer a cierto rubio a un costado de la entrada de los dormitorios, preguntándose por qué su compañero estaba fuera a esa hora. De repente una duda le atravesó.

«Acaso me siguió?»

Negó rápidamente, sabiendo que esa opción no era factible. Alguna otra sencilla razón debería tener para estar allí, y una que a Tamaki se le antojó egoísta por un segundo.

─...Mirio?─habló una vez que llegó a su lado, quedándose a cierta distancia; se ganó de inmediato su atención─. Qué haces aquí?

El aludido se sobresaltó al escuchar su voz, percatándose tardíamente de su presencia al estar demasiado sumergido en sus propios pensamientos.

─Te estaba esperando─le contestó Mirio algo nervioso, sonriéndole a medias; temía que el azabache sospechara hasta de lo más mínimo─. Tú... te fuiste sin más y estaba preocupado.

Amajiki relajó su semblante, sintiendo que un peso se le iba de los hombros tras oírle. La mirada le brilló con un deje de gratitud, aunque no se molestó en expresarlo a viva voz.

─Todavía tenemos tiempo para regresar─le dijo Tamaki, señalándole la edificación detrás suyo─. Supongo que no tienes intenciones de pasar la noche fuera, no?─y con ello se le adelantó al pasar por su lado.

Togata le siguió sin apartar sus ojos de su silueta, conteniendo las ganas de abrazarlo. Ahora mismo el azabache parecía ser el de siempre, con esa apariencia de "nada podrá conmigo", dándose cuenta de la gran mentira que eso significaba después de lo que vio.

Redeemer | MiriTamaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora