Extrañaría esos meses de calor, a su lenguaje natal y por sobre todo, a su manera tan sencilla de abrirse y relacionarse con los demás. Perder la confianza en sí mismo nunca le había dolido tanto como en ese momento, cuando los kilómetros seguían ensanchándose y quedaba cada vez más lejos de Japón.
Ni siquiera la música reproduciéndose en sus oídos ayudaba a calmar sus nervios, causados exactamente por sus pensamientos, uno siendo peor que el anterior; y aunque fácilmente podría estar exagerando las cosas, establecerse en otro país de un día para otro no era algo que se pudiese tomar a la ligera.
Distinta comida, diversas costumbres, idioma diferente y un clima que no se equiparaba al cual él ya estaba acostumbrado. Nadie se había molestado en avisarle que tendría que viajar tan pronto, ya que los programas de intercambio solían ocurrir cada seis meses, y apenas iban en el segundo mes del año.
"Es para que puedas complementarte y estar a la par con tus nuevos compañeros" le había mencionado uno de sus profesores horas antes de haberse subido a aquel avión, transmitiéndole de la mejor manera que todo iría bien.
Además, no podía evitar preguntarse acerca del resto de sus compañeros, quienes habían sido seleccionados para asentarse en otros países por un determinado tiempo; México, Inglaterra, Nueva Zelanda y Estados Unidos... eran algunos de los países en los que se llevaría a cabo dicho programa.
Suspiró. Cerró sus ojos y se recostó en el asiento, convenciéndose en su subconsciente de que todo iría sobre ruedas, y que había sido privilegiado al ser escogido para ser partícipe en esto.
No supo cuántas horas pasaron, aunque debieron ser varias, ya que en Ámsterdam apenas parecían estar en el mediodía. Recogió sus maletas e hizo todos los trámites correspondientes para su estadía allí. En cuanto terminó sin dejar ningún cabo suelto, se aproximó a la terminal de pasajeros, visualizando a una personita con un cartel en sus manos, mostrando su nombre escrito en él.
"Ah, y un guía te estará esperando cuando llegues" recordó, dándose cuenta que con el ajetreo del vuelo lo había olvidado. Caminó hacia el individuo en cuestión, obviando el hecho de que si era un guía, debería comprender su idioma.
─Mirio?─se le adelantó el chico, volviendo a leer el nombre en el cartel para confirmar si lo había pronunciado bien─. Mirio Togata?
─Sí... soy yo─se señaló con algo de timidez, más que nada porque le ganaba un poco en altura a aquel chiquillo─. Y tú eres...?
─Midoriya Izuku─extendió su mano en dirección al rubio, presintiendo que habían comenzado bien al ver que correspondía al gesto─. Voy a ser tu guía y tu fuente de información en lo que dure tu estadía aquí, así que... bienvenido a Ámsterdam!
Togata asintió, empezando a emocionarse desde ya. Se sentía un poco aliviado de saber que no estaría por su cuenta rondando por allí, en un país que desconocía por completo y en el que fácilmente acabaría perdido. La amabilidad de Izuku no le hacía sentir solo, y sonreía al ver que insistió en más de una ocasión con ayudarle con el equipaje.
Un bus especial fue a recogerlos a ambos, cortesía de la casa de estudios en la que ahora residiría. Midoriya le fue indicando en el trayecto los lugares que podían verse a través de las ventanas, diciéndole que tendría la oportunidad de visitarlos siempre y cuando lo tuviera permitido.
─A mediados del año antepasado, la corporación que financia a nuestra universidad decidió construir una residencia para recibir únicamente a los estudiantes de ésta misma─le iba explicando lo más básico aquel chico de cabello verde extravagante─. Está ubicada a una cuadra del establecimiento, por lo que facilita a los estudiantes no llegar tarde ni apurados a clases─en parte Midoriya sabía que había algunos -por no decir la mayoría- que llegaban atrasados pese a estar a dos pasos de la universidad─ en conclusión, las instalaciones cuentan con dormitorios, comedor y zona de estudios para que aquellos que quieran estudiar para exámenes lo hagan sin ser molestados.
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Redeemer | MiriTama
Hayran KurguHay experiencias que nunca se olvidan en la vida, y Mirio lo comprobará por sí mismo en su arribo a Ámsterdam. «Me di cuenta demasiado tarde de lo mucho que él había logrado entrar en mi corazón. Ahora no quiero, ni creo poder, deshacerme de su recu...