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Apenas habían pasado diez minutos desde que subimos al auto, rumbo a las últimas sorpresas que le tenía preparado a Nes y ella no despegaba la vista de su teléfono.

Traté de husmear pero cada vez que la miraba ella me señalaba el camino

—Adonis vamos a chocar— me rendí a la tercera vez que me dijo eso y fijé mi vista en las calles. Los autos pasaban a toda velocidad y nosotros eramos los únicos que respetábamos el límite. Esta noche estaba conduciendo yo y eso significa que el auto está siendo manejado por un muerto viviente, no tengo papeles, ni documentos y para las autoridades ya no existo y estoy bien enterrado bajo tierra, así que no podía darme el lujo y acelerar, no quería que me arrestaran y mucho menos que se arruinara la noche.

—¡Joder!— su teléfono cayó bajo su asiento y en cuanto metió las manos y sacó dos de las armas que yo había escondido en el coche supe que íbamos a tener una pelea. —¿Qué es esto?— bufé y la miré de reojo, sus piernas ya no me desconcentraban, toda la excitación que sentía cada vez que ella movía sus piernas se había ido y la frustración las reemplazó

—Son de juguete amor— acaricié su muslo y ella golpeó mi mano para que la retire.

—Son mucho más pesadas que las de juguete— se cruzó de brazos

—Así se sienten más realistas amor— le sonreí y seguí conduciendo

—¿Y si te disparo? ¿Vas a arriesgarte a eso o me dirás la verdad?— la miré de reojo, no pensaba decirle la verdad y sabía que no me iba a disparar así que me encogí de hombros y sonreí aún más cuando ya faltaba solo unas calles para llegar.

—Adelante— la alenté, Nes me miró dudosa y me apuntó a la entrepierna

—Habla ahora, amor es tu última oportunidad antes de que los doctores te hagan una vagina— sonreí inocentemente

—Al menos me podrás complacer con tu trasplante de pene— me dio un codazo y apretó el gatillo.

Ahogó un grito cuando la bala perforó la puerta y gracias a dios no me tocó.

—¡Joder!¡Que mierda te pasa!¡Pude lastimarte!— comenzó a llorar y a gritarme al mismo tiempo. Giré hacia la derecha y estacioné el auto frente a la sorpresa que ya se había ido al carajo desde el momento en que a Nes se le cayó el celular.

Le quité el cinturón y traté de acariciarla pero no funcionó, solo la hice llorar aún más

—Pude matarte— chilló, todo su maquillaje comenzó a removerse

—No lo hiciste, no lo hiciste amor, calma, no te asustes estoy bien, estamos bien— tomé su mano y la guíe hasta mi asiento, la envolví entre mis brazos y mecí hasta que dejó de llorar.

—No quiero perderte, pude haberlo hecho— continué aferrado a su cuerpo y la llené de besos

—No es nada, no me hiciste nada y si lo hubieras hecho le harías un enorme favor al mundo ¿Qué mujer querría a un hombre que habla de follar delante de sus hijos?— traté de hacerla sonreír y funcionó porque levantó su mano y se aferró con fuerza a mi cuello

—¿Por qué tenías esas armas?— le limpié las lágrimas.

—Necesitamos protección, tú más que nadie— la miré y cuando traté de acariciar su rostro se apartó y se volvió a sentar en su asiento.

—¿Hay más armas?— tardé en responder y ella se bajó hecha una furia, la seguí y observé como abría el baúl de la camioneta y buscaba las armas en el tapizado.

—Nes es tu cumpleaños, joder una noche, solo una noche deja de preocuparte. Mira— señalé al edificio detrás de mí —Preparé todo esto para tí, para que te relajaras y te preocupas por seis malditas armas— ella miró detrás de mí y su gesto de ablandó, me dí la vuelta y me dispuse a entrar —Avisame cuando las encuentres, iré por un whisky— no esperé su respuesta y me metí al edificio que iba a ser todo nuestro por esta noche.

AdonisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora