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—Mami se baña conmigo—

Princesa estaba envuelta en las burbujas de la bañera y yo le lavaba la cabeza y luchaba con sus rizos.

—Yo no me bañaré contigo, tengo una pajarito y no puedes verlo. Cuando mamá vuelva puedes seguir bañándote con ella— tomé el cepillo y jalé fuerte para desenredarle el nudo.

—Me duele— sollozó y jalé.

—Este pelo de mierda—

—Pa— le besé la frente.

—Ya va, aguántate— jalé más fuerte.

¡Que pelo de mierda!

—¡Mamá!— comenzó a llorar.

—¿Y ahora que te pasa?— me arrojó agua y siguió llorando.

—¡Eres bruto!— me gritó.

Tomó el cepillo e hizo más grande el nudo.

—¿Sabes qué? Esto no es lo mío ¿Dónde están las tijeras?— salí del baño y comencé a buscar como loco las tijeras.

El pelo le va a crecer pero el nudo no se va a desenrredar.

—¿Todo está bien?— me preguntó Irina.

—¿Viste las tijeras? Tengo que  cortarle el pelo a Princesa y no las encuentro— Jacobo salió todo adormilado de la habitación.

—Hola— le dio un beso en la mejilla a Irina y pasó de mí, tomó galletitas de la mesa y comenzó a comer.

—¡Hola!— sacudí mis manos al aire —Soy tu papá, debes saludarme— me quejé.

Levantó la mano y la volvió a bajar.

Irina se rió.

—¿Te lavaste los dientes?— le pregunté.

—Sí— mintió. Hasta acá puedo ver lo amarillo.

Esos dientes se van a pudrír en cualquier momento.

—Ve a lavarte los dientes y ven a bañarte, hueles a basura y nadie quiere a un niño basura— le dije

—¡Yo no soy basura!— se fue llorando.

Al menos se lavará los dientes.

Volví con Princesa y Junior y ella cantaban mientras él le secaba el cuerpo y la vestía.

—Debiste esperar a que le corte el cabello, ahora el pelo se le va a secar y el nudo se hará más
grande— me crucé de brazos.

Me sonrió y me mostró el cabello de Princesa perfectamente desenredado y mojado.

—Ese nudito no era nada— se encogió de hombros.

—Pero yo...

—Tú eres un mal padre y yo tengo que practicar para no ser como tú— le envolvió el pelo a la patito y salieron cantando.

Fuí tras ellos para buscar a Jacobo que se estaba tardando e Irina lo había metido a la bañera de su habitación mientras que Junior le secaba el cabello a su hermana.

—¿Le cambiaste el pañal a Elf?—preguntó sin mirarme y continuó con el pelo de su hermana.

Miré la cuna donde mi bebé dormía y negué.

—Ella dijo que lo quería tener por un rato más— me encogí de hombros.

—¿No encontraste los pañales, cierto?— hice una mueca.

En esta casa todo está oculto.

—No— ¿Por qué todos están en mi contra? No es mi culpa que mi trabajo como papá sea enseñarles a disparar o a jugar con fuego.

AdonisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora