El domingo amaneció más frío y nublando que nunca.
Malenne y Raphael habían vuelto conmigo a casa, ya que no podían partir rumbo a su hogar porque yo no había llevado coche a la disco, y Raph se negó rotundamente a que me tomara un taxi. Los invité a pasar una vez que nos encontrábamos en la puerta, y accedieron de muy buen grado. Terminamos recostados los tres en el sofá de mi sala de estar, riendo como tontos ante las anécdotas que nos anotamos esa noche.
Cerca de las nueve, los hermanos Blancquerts se disculparon y dijeron que debían irse. Un poco triste, intenté convencerlos de que podían quedarse un poco más, pues Michelle no llegaría hasta cerca de tres horas después.
– Otro día nos quedaremos más tiempo, Nessie. Ahora tenemos que volver a casa, además sería bueno que vayamos de caza. – Me comentó Raphael.
En una mirada atenta a sus ojos, pude ver, que si bien todavía no estaban negros, el dorado se estaba oscureciendo.
– Resulta evidente nuestra sed ¿No? – Rió
– No, bueno, tú sabes, en los vampiros se puede apreciar con todo detalle el hambre. – Me excusé.
– Claro, estos siniestros ojos delatores. – Sonrió. – Pero ese no es tu problema. Tus ojos siguen con ese bonito color todo el tiempo. – Me miró directamente a los ojos, y pesar de que ahora sus ojos no brillaban tanto como de costumbre, me traspasó completamente.
Sostuvo la mirada el tiempo suficiente como para lograr que me incomodara. Se acercó unos centímetros, y yo, como acto reflejo, retrocedí la misma cantidad de espacio.
– Tranquila Rennesme, no me proponía hacer nada extraño. – Me dedicó la más radiante de las sonrisas.
Malenne, que se encontraba en el tocador arreglándose el cabello, cruzó el pasillo y regresó a la estancia, entonces Raphael se puso en movimiento.
– Debemos irnos, hermana. Nuestro día es largo.
– Claro, Raph...– Contesto obedientemente. Luego se dirigió a mí – Rennie, cuídate ¿Si? Nos veremos el lunes. – Se acercó y me dio un tierno beso en la mejilla.
La pequeña vampira se había cambiado el atuendo, ya que ahora, con la luz de la mañana, su conjunto resultaba inadecuado. En consecuencia, llevaba puesto algo de mi ropa. Lo cierto es que me había costado encontrar algo que no le quedara gigante, pues yo media cerca de veinte centímetros más que ella. Por lo que abandonó mi hogar vistiendo una falda que le quedaba un poco larga y una camiseta que le apretada algo el busto. No estaba incomoda ni enfadada por el tema, ya que ella fue la que había querido cambiarse sus ropas de cuero negro.
Esta vez, al ser de mañana y rodeados de toda esa claridad, Raphael y Malenne tomaron una vía mas común para llegar a su auto. El ascensor ya estaba en mi piso cuando nos despedimos.
– Adiós Rennesme, nos veremos mañana. – Dijeron los dos y bajaron.
Volví a casa, para poder ordenar todo antes de que Michelle llegara. Me dirigí a mi habitación. Todavía tenía el vestido azul que me había puesto la madrugada anterior. Lo cambié por unos jean azules y una camisa blanca. Tomé los libros del escritorio y continué estudiando.
Durante las dos horas siguientes, solo estuve en parte pendiente de los apuntes que sostenía en mis manos. Entonces el timbre sonó y corrí a atender el portero eléctrico.
Como era de esperar, mi amiga contestó del otro lado.
– Nessie, soy Michelle. ¿Me abres? – Preguntó.
– Mmmm...– Dudé – No lo sé, tal vez merezcas quedarte bajo la nieve unas cuantas horas – Reí, y apreté el botón para que la puertas de la planta baja se abriera.
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Ocaso Boreal - Continuación de Crepusculo
VampirosSola, como estaba en ese lugar, no me hubiera costado para nada volver corriendo a Forks, como la niña tonta que en realidad era. Los días eran difíciles, las noches solitarias. Y era poco lo bueno que podía sacar de esa experiencia en general. Aunq...