Fui incapaz de continuar manejando.
Me detuve a un costado de la autovía y apagué el motor.
El shock era demasiado fuerte, el mensaje muy inesperado y la pena incalculable. Lo peor de todo era que no podía hacer nada. Estaba allí, nueve horas después de que había recibido el mensaje, y el final de este no era nada alentador.
Al terminar de escuchar esa grabación, me sentí abatida, demasiado triste y con mucho miedo.
¿Había forma de que todo hubiera podido terminar bien?
En un intento desesperado, marqué el número de Michelle, pero como era de imaginar, no obtuve respuesta. Sonaba, sonaba y nadie respondía. Era inútil dejar un mensaje.
Ya estaba lejos de la casa de Malenne y Raphael, y de todos modos, ellos no hubieran podido ayudarme, no justo hoy, que el cielo despejado permitía que el sol ilumine todo el ambiente. Ni siquiera podían asomarse al exterior de su propia casa, eso habría sido peligroso, y no quería exponerlos.
Intenté calmarme, encontrar algo de paz en ese nuevo acontecimiento, tan perturbador y repentino que logró que sintiera una pena y una tristeza sin limites.
Desde luego, no podía quedarme en medio de la carretera, llorando, desesperada. Puse en marcha el motor de nuevo. Tampoco debía ir a la universidad, no en ese estado.
No quería volver a la casa de mis amigos. Sentía que tenía que hacer algo, descubrir lo que había pasado.
Comencé a conducir otra vez, con la mente demasiado confusa y todos los sentimientos al descubierto.
La cabeza me daba vueltas, y aunque nunca había percibido una sensación parecida, hubiera jurado que tenía ganas de vomitar. Algo que jamás había echo.
Un presentimiento fuerte me decía que si no quería engañarme a mi misma, tenía que aceptar la realidad. No había escuchado ningún disparo u otra cosa que me hiciera pensar que la vida de Michelle hubiera terminado, pero ¿Por qué sentía entonces que ya era demasiado tarde para ayudarla?
Las lágrimas me azotaban los ojos, y no permitían que pudiera ver nada. Puse mayor atención al volante, porque la carretera estaba levemente concurrida, y no quería chocar y producir otra desgracia.
Con otro intento desesperado, marqué el número de la casa de Michelle.
– ¡Hola...! – Dijo la voz exasperada del padre de mi amiga.
Fue triste contestar, porque de seguro no era mi voz lo que esperaba oír.
– Buenos días, señor White, lamento molestarlo. ¿Esta Michelle? – Pregunté, aunque conocía la respuesta. – Soy Renesmee Cullen.
– Oh... Renesmee... – Suspiró tristemente. – Ella... no ha vuelto a casa. Ayer nos dijo que se iba de compras a Vanderbilt Hills y no ha regresado... – Se le quebró la voz. – Tendría que haber vuelto a las ocho como demasiado tarde...
Claro que no había regresado.
¿Debía contarle lo del mensaje? ¿Mi voz daba a entender que lo que me contaba no me sorprendía?
– Lo lamento mucho. No sabe lo mal que me ha caído la noticia. – Dije. Dudé un segundo más y agregué. – He recibido un mensaje de ella, ayer a las diez de la noche.
– ¿En serio? – Preguntó el hombre. La esperanza iluminó su voz. Me sentí peor de lo que ya estaba. – ¿Qué te dijo?
– Creo que será mejor que lo escuche por si mismo. – Contesté. No era algo que se pudiera decir por teléfono.
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Ocaso Boreal - Continuación de Crepusculo
VampirosSola, como estaba en ese lugar, no me hubiera costado para nada volver corriendo a Forks, como la niña tonta que en realidad era. Los días eran difíciles, las noches solitarias. Y era poco lo bueno que podía sacar de esa experiencia en general. Aunq...