Parte 2 Predicción inconclusa

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Me detuve, incapaz de dar un paso más hacía adelante. Bella, que tomaba firmemente mi mano con la suya, fue consciente al instante de mi repentino estado de shock.

– Edward, ¿Qué sucede? – Preguntó, ciertamente alarmada, y girando la cabeza en todas direcciones, para ver si nos veíamos amenazados por algo a nuestro alrededor.

– Lo sabe... – Susurré, tan bajo que ella tuvo que hacer un esfuerzo para escucharlo.

– ¿Quién sabe? ¿Qué sabe? – Bella compuso una cara de perplejidad, todavía nerviosa, pero giró la cabeza hacía la puerta cerrada de la casa de su padre.

Supe, al mirar en sus ojos, que sabía a lo que me estaba refiriendo, pero lo dije, como si escuchar las palabras en voz alta, le otorgaría un nuevo significado, o una importancia diferente a la que tenía en nuestro fuero interno.

– Charlie lo sabe... sabe que somos vampiros... – Todavía estábamos parados en frente de la fachada de la casa. Por lo que corrimos al interior del auto, quizás demasiado rápido como para tratarse de dos humanos. Pero era tarde, la oscuridad envolvía todo el pueblo, y la reciente lluvia nos ayudaba a que todo se vea con menor claridad.

Ya adentro, Bella continuó con su interrogatorio.

– ¿Qué es lo que has visto, Edward? No olvides ningún detalle. – Parecía asustada, y la entendía. Charlie jamás tendría que haber averiguado nuestro secreto.

– Solo ha pasado lo que tarde o temprano tendríamos que enfrentar, Bella. – Le dije, ya más calmado. – Subestimamos a Charlie, y mira lo que pasó. Él solo ha descubierto la verdad.

– Eso no puede ser, Edward. ¿Cómo diablos ha llegado a esa conclusión? ¿Acaso tenemos aspecto de vampiros? – Aunque hablaba en susurros, el timbre de su voz fue adquiriendo una nota histérica cada vez mayor. – Tal vez Sue se lo ha terminado confesando.

– No lo creo, ella misma me ha advertido que tú padre ha estado inquieto, con ganas de descubrir algo. – Le contesté descartando esa posibilidad.

– ¿Y que hacemos? ¿Debemos enfrentarlo? Negarlo todo... – Dijo mi esposa.

– Lo mejor será no hacer nada, si actuamos, solo confirmaremos sus sospechas. Escúchame, ha estado toda la tarde pensando en que nuestros ojos no paran de cambiar de color, y en que no hemos envejecido absolutamente lo más mínimo. Y cuando nos íbamos pensó "No seas tonto, Charlie, los vampiros no existen" – Bella hizo una mueca de terror – Lo mejor es esperar, si las cosas se salen de control, lo mejor será marcharnos, cielo. Para siempre, y no podrás ver nunca más a tu padre.

Ella se entristeció. Me dolía tener que ver esa desdicha en sus ojos, pero era lo correcto. Si nos quedábamos, solo nos arriesgábamos a la interferencia de los Vulturis. Y en esta ocasión, estaba seguro de que no iba a haber quórum para la transformación de Charlie. Sería eliminado, sin posibilidad de ser convertido en vampiro. A diferencia de mi esposa, él no era ningún diamante en bruto.

Antes de que pudiera emitir palabras para consolar su desdicha, ella respondió.

– Sabía que en algún momento esto tendría que pasar, y lo cierto es, que aunque llevo varios años aplazándolo, ya debería haberme hecho a la idea. Porque si no es esto lo que me separará de Charlie, en algún momento lo hará la muerte... – Se le quebró la voz.

Estiré los brazos, listos para envolverla en un abrazo. Sin embargo, ella los rechazó, cortésmente, y sonriéndome, para no lastimar mis sentimientos.

– No, Edward. Estoy bien, es el orden natural, los hijos sobreviven a sus padres... – su rostro todavía tenía atisbos de tristeza, pero era cierto, estaba bien. – Solo Renesmee estará con nosotros para siempre. – Y pese al momento en el que estábamos, sonrió.

Ocaso Boreal - Continuación de CrepusculoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora