Parte 3 Verdades

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La verdad, por fin la verdad.

Todo adquiría un nuevo sentido en esa tormenta de incertidumbre. Hacía unos momentos, me sentía en el ojo del huracán, ese lapso de tiempo donde todo parece amansarse súbitamente. Se había calmado la tempestad y todo lo que me rodeaba parecía haberse estabilizado. Me había equivocado, ahora, con la amenaza frente a frente, el viento de la desgracia volvía a soplar con fuerza, sin contemplación alguna. Decidido a arrástranos con él hacía el mismo infierno.

La pequeña Jane me observaba con sus ojos carmesí, sabiendo que no tendría oportunidad contra ella. Resultaba irónico que la última vez que la había visto yo era un bebé, con una apariencia no mucho mayor a tres o cuatro años, y ahora me encontrara del todo desarrollada, siendo una mujer, o pareciéndolo, por lo menos. En esas pocas horas me había dado cuenta que no basta tener la apariencia para ser considerada una, detrás de esa palabra, tan simple, había ocultos millones de significados más, y definitivamente, el titulo me quedaba grande, muy grande.

Mi último recuerdo de la vampiresa, a pesar de la distancia que nos separaba en ese claro en el bosque, era en el que la veía como una criatura mayor que yo, incluso me había parecido alta, a pesar de que siempre había estado rodeada de personas como mi padre o Jacob, que eran personas de estatura. Ahora, en ese tiempo presente, pude darme cuenta de que era tan pequeña como Malenne o mi tía Alice, pero sin un rastro alguno de feminidad en su cuerpo. Una niña, que seguramente estaba en la preadolescencia cuando fue convertida.

Vestía exactamente igual a como la recordaba, con esa capa de un gris tan oscuro que casi podría llamarse negro.

Ese era un símbolo de su estatus en la guardia de Aro. Solo teniendo un poder tan útil podría desempeñar el papel que mantenía. Por eso era una de las joyas más apreciadas por el antiguo vampiro, que solo codiciaba poder, rarezas y belleza.

Raphael continuaba sosteniéndome a su cuerpo. En una pose que dejaba muy en claro que me estaba protegiendo. Me resguardaba de los recién llegados anteponiendo su cuerpo al mío, mostrando ligeramente los dientes y en una pose levemente agazapada.

Temí nuevamente por él. Sentía miedo por el hecho de que su amor lo llevaría a una inevitable destrucción, y desde luego, no merecía que muriera por mí. Los sentimientos que se manifestaron en mi cuerpo cuando pensaba que estaba muerto fueron la prueba que necesitaba para confirmarlo. Pero él no me soltaba, cubriéndome como si fuera un escudo que me resguardara de esas dos pequeñas figuras que nos miraban con detenimiento, incluso con algo de amabilidad.

La expresión imperturbable de esos dos hermanos vampiros era solo una señal de alerta, que disparaba mi instinto más básico de supervivencia. Ellos confiaban en que sus dones tanto como Malenne confiaba en el de ella.

– Así que la hibrida ha decidido entregarse. – Preguntó Jane a Michelle, sin ni siquiera tomarse la molestia de mirarla. – Bien por ti, neófita.

La última palabra la mencionó como si ser un recién convertido fuera algo denigrante. Un insulto.

¿En verdad era tan soberbia y petulante?

– Sí, gracias, Ama. – Respondió ella con obediencia.

¿Ama? ¿Ella se hacía llamar Ama? Quise reír con amargura, mostrarme irónica ante esa demostración. Hacerle saber que ella no era ama de nadie, solo otra marioneta más en una guardia llena de gente malvada. Porque si en verdad era tan poderosa e imprescindible, ¿Por que no era un miembro de la familia? Simplemente no lo merecía, no era lo suficientemente buena para ellos.

Los ojos de la vampiresa italiana se situaron en Raphael, que la observaba, esperando que hiciera algún movimiento.

– Por fin nos conocemos, Raphael Blancquarts. – Dijo ella con voz monocorde, no había nada que pareciera entusiasmarla, aunque estaba observando a mi amigo con un leve interés. – Veo que no hay vampiro en esta tierra que se le resista a este engendro. ¿En serio estás dispuesto a morir por ella?

Ocaso Boreal - Continuación de CrepusculoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora