No podía entender lo que mis ojos observaban.
Me negaba a aceptar que esa persona que estaba de frente a mí fuera quien yo creía que era.
¡No! Imposible, ¿Por qué eso habría de haber pasado?
Carecía por completo de lógica...
Pero mis ojos no mentían, y a pesar de que todo aquello no tenía ni pies ni cabeza, reconocía a esa mujer, o tal vez debería decir adolescente, que se apoyaba con tanta tranquilidad en el cristal que nos resguardaba del frío exterior.
Se habían producido grandes cambios en su rostro.
Había sido una mortal hermosa, eso nunca lo había tenido en duda, pero ahora, convertida en inmortal, era preciosa, simplemente parecía una diosa griega, irradiando belleza.
Su tez, de un tono tan claro como el hueso, resaltaba frente a esa gran pared de cristal, que reflejaba la negra oscuridad de la noche, y sus rasgos estaban tan perfeccionados, que parecía un ángel de cabello castaño.
Nunca había visto un par de ojos tan intensamente rojos. Sin contar los de mi madre, cuando recién despertó del sueño agónico de tres días que le dio la inmortalidad que tanto había deseado.
¿Cómo se le ocurría siquiera merodear por ese lugar, tan lleno de humanos, con esa mirada diabólica? No entendía como no había logrado llamar la atención de la gente, que caminaba a su alrededor, pero que por algún motivo en particular, no la observaban, como si en realidad, no estuviera allí...
Como si fuera capaz de leerme la mente, buscó en sus bolsillos, y extrajo un par de lentes de sol. Se los colocó, como quien no quiere la cosa, a pesar de que eran completamente innecesarios. La noche gobernaba por completo el cielo, y a pesar de que había grandes nubarrones cubriéndolo casi por completo, de vez en cuando asomaba la luna, que iluminaba todo con su brillo plateado.
Tenía sus ojos clavados en nosotros cinco, que no teníamos idea de que hacer ante todo eso.
Mis padres estaban tiesos como tablas, simplemente observando. Tal vez intentaban idear algo, pero no encontraban en sus mentes ninguna solución pacifica.
La pose relajada de la neófita solo podía causarme miedo, porque no encontraba una razón para que apareciera allí por un motivo pacifico. No estaba en el aeropuerto para desearme buen viaje, desde luego que no.
Algo dentro de mí me aseguraba que todo aquello no iba a terminar bien, y que esa presencia, tan inesperada, prometía violencia.
No entendía como todo había pasado de esa forma.
Intenté recordar algún detalle de la última noche que había tenido noticias de ella...
El recuerdo del mensaje que había dejado en mi móvil llegó a mi mente en un primer plano perturbador. Su voz llorosa, su arrepentimiento, y el grito desesperado que había emitido cuando alguien, ahora podía imaginar que era un vampiro, se acercó a ella y le provocó algún mal.
No tenía en la memoria alguna otra cosa que me ayudara a descifrar algo...
Solo había pequeños detalles.
Esa no era la ropa con la que sabía que había desaparecido. Vestía una chaqueta de color negro, con unos pantalones que sabía que no le gustaban, porque siempre me había dicho que los jeans rasgados no eran su estilo, unos zapatos bajos que tampoco eran de su agrado, porque a pesar de ser alta, amaba usar tacos altos.
No, vestía el vestido de gasa blanca. Había ido conmigo a comprarlo, y sabía que ese era el que finalmente había terminado usando porque era mi amiga, y la conocía...
ESTÁS LEYENDO
Ocaso Boreal - Continuación de Crepusculo
VampireSola, como estaba en ese lugar, no me hubiera costado para nada volver corriendo a Forks, como la niña tonta que en realidad era. Los días eran difíciles, las noches solitarias. Y era poco lo bueno que podía sacar de esa experiencia en general. Aunq...