Parte 10 Y la leona se enamoró del Cordero.

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– ¿Cómo me llamaste? – Le dije algo sobresaltada.

– Te llamé Nessie, creí que ese era tu apodo. – Dudó.

– Sí, lo es, pero jamás te lo dije. ¿Cómo es que lo sabes? – Lo interrogué de inmediato, demasiado asustado con el asunto.

– Bueno, – Admitió. – La verdad es que ya se varias cosas de ti. No me las has dicho, pero tengo un talento natural como para averiguarlo.

Eso me apaciguó un poco, pero a decir verdad, no sabía a ciencia cierta que decir o que pensar. Lo único en lo que la poca experiencia que tenía pudo ayudarme, fue para suponer es que era un lector de mentes, como mi padre.

Estábamos los tres sentados en esa superficie pulida, observándonos. Él no desviaba su mirada de la mía, y por más que intentaba hacerlo, no podía sacar mis ojos de los suyos. Algo en él me daba miedo y curiosidad al mismo tiempo.

Antes de que pudiera sacar más conjeturas con respecto a su don, dijo:

– Veo el presente de las personas. Veo sus emociones y un eco de sus pensamientos, aunque no puedo leerlos. Si me concentro lo suficiente, es como si estuviera dentro de su cuerpo, viviendo lo que sea que la otra persona haga.

No podía imaginar lo que acababa de decirme.

– En cierta forma, es como si mi consciencia se trasportara al cuerpo que quiero observar. Puedo ver donde se encuentra, localizarla. Por eso el otro día cuando nos seguías, ingresé a tu mente, y pude ver unas cosas, pero me resultaba difícil asimilarlas, no es como la mente de un vampiro o un humano, es más compleja, trabaja de una forma diferente.

Intentaba entender con profundidad lo que me decía.

– ¿Eres una especie de rastreador? – Pregunté.

Raphael dudó un segundo, analizando mis palabras.

– Creo que sí, pero es algo más complejo. – Dijo al fin. – No es un instinto lo que me hace ver lo que las otras personas. Lo más dominante es la capacidad con la que percibo sus reacciones. Los recuerdos son complicados de avistar. Los pensamientos no se me presentan en palabras.

– Vaya, que don tan interesante. – Solo dije. En verdad no tenía un comentario lo suficientemente bueno como decir. Tal vez era tonta, porque a pesar de eso, no podía terminar de entender la rara naturaleza de su don.

¿Como lograba hacer eso? ¿Acaso había dicho que era capaz de entrar en el cuerpo de otra persona? ¿Qué clase de don era ese?

– ¿Tu tienes uno? – Preguntó Malenne.

– Sí, también tengo uno. No es gran cosa ahora que me cuenta esto tu hermano.

– Ningún don es poca cosa. – Dijo Raphael

– Puede que tengas razón. – Dudé, escogiéndome de hombros antes de proseguir. – Puedo introducirles pensamientos en la mente de los demás. No es tan eficiente con una ilusión, porque me cuesta crear una continuidad, y la persona que ve las imágenes, las observa desde mi óptica. También puedo introducir voces en la mente de las personas. Sirve para engañarla durante un tiempo, y es muy útil cuando quiero que vean algo de mi interés.

– ¡Es muy interesante! Jamás se me hubiera ocurrido llamar poca cosa a ese poder. – Observó el vampiro.

– Gracias, es útil como ya dije. Resulta también divertido en algunas circunstancias. Pero conozco gente con dones realmente magníficos y muy útiles, muchísimos más asombrosos de lo que yo soy capaz de hacer. Mi familia sin ir muy lejos, esta llena de talentos naturales muy poderosos. – Le comenté a Raphael.

Ocaso Boreal - Continuación de CrepusculoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora