Lloré sobre su hombro, mientras esperaba que los espasmos de mi cuerpo disminuyeran.
La rabia no dejaba que me tranquilizara, y mucho menos permitía que detuviera el llanto. Raphael se comportó de la manera más caballerosa, acariciando los rizos de mi cabellera, y susurrándome al oído que todo estaría bien.
Estuvimos parados en esa parte de patio central una buena cantidad de tiempo, y pude escuchar como la gente que circulaba por las inmediaciones, susurraba cosas sobre la situación que contemplaban tan atentamente.
Me hubiera gustado decirles que se marcharan, gritárselo, pedírselo, incluso suplicarles que se metieran en sus asuntos, y que por primera vez, dejaran de observarnos como si fuéramos alienígenas. Ni siquiera en un momento como ese, en el que lloraba a lágrima viva, los humanos se compadecían de nosotros.
Pero no encontré la fortaleza para hacerlo, y además, si hubiera perdido el control con ellos, luego me hubiera sentido peor de lo que ya estaba en ese momento.
No tenían nada que ver con aquello que me acongojaba.
Cuando le pareció que estaba lo suficientemente controlada, me tomó de la cintura y me llevó hacia uno de las bancas que se encontraban a los costados de camino de piedra que rodeaba el campus.
– ¿Qué es lo que ha pasado, Rennesme? ¿Quién fue el causante de ese llanto tan triste y desolador? – Preguntó compungido, como si mí dolor lo afectara también a él.
No respondí inmediatamente, pensé un segundo en todo eso que me amedrentaba. Mi amigo me observaba, pendiente de que contestara de un momento a otro.
Finalmente, contesté a su pregunta.
– Discutí con Michelle, escuché a su cita del domingo decir cosas muy feas de ella. Me pareció que, como amigas que creí que éramos, debía decírselo. Pero entendió todo mal, y terminó pensando que quería robarle a su chico. – Le conté. – Dijo cosas muy feas sobre mí. Que no tenía derecho a sabotear su relación, que me gustaba provocar a los hombres y que pensaba que todo el mundo giraba en torno a mí. – Se me quebró la voz.
– Eso no es verdad, y tú lo sabes. – Dijo. – No permitas que una humana insignificante te haga llorar.
– El problema es, Raph, que yo la quiero. Se convirtió en una gran amiga, tal vez no tanto como tú o Malenne, pero eso no cambia nada. Me dolió que me dijera todas esas cosas. – Y aunque ya había llorado demasiado, se me escapó otra lágrima.
– Lo que tienes que entender de los humanos, Rennesme, es que muchas veces son imprevisible. Mutan todo el tiempo, cambian. Lo que hoy es una verdad indiscutible, mañana puede parecerles absurdo. Muchos ni reparan en la pena ajena. No estoy diciendo que no haya personas buenas, pero esa chica en particular... – Colocó la mirada directo en mis ojos – Mira, seré honesto contigo, entré varias veces en la mente de esa niña, para ver cuales eran sus intenciones contigo. Al principio ella parecía una persona tranquila y de buenos propósitos, pero a medida que te conocía, su envidia iba creciendo más y más. Ella envidia todo de tu persona. Tu belleza, tu inteligencia, tu porte, tu ropa, tu cuerpo. – Enumeró. – quizás sea mejor que una persona así salga de tu vida.
– Pero dijo muchas veces que le gustaba ser mi amiga y estar conmigo. Que me quería – Balbuceé como una chiquilla en medio de una rabieta.
– Sí, ella te quiere, y te admira. Eso es verdad. Estoy seguro que hasta hoy, creía también que eras su gran amiga. Pero también te envidia y eso la nubló, pues eres todo cuanto ella quisiera ser. – Siguió. – No estoy diciendo que sea un monstruo, pero vi muchas veces en su cabeza lo mucho que odia que la conozcan como "la amiga de Rennesme Cullen" y no como Michelle White. Lo que le dijiste la puso en una encrucijada. Esta a punto de salir con Steve Collins, que si bien es un idiota, es un chico apuesto y muy popular aquí en la universidad. Y eso es lo único que les importa a las adolescentes, no a todas pero a gran parte de ellas, la popularidad, salir con chicos guapos, ir de compras. Entonces tenía que decidir entre cumplir el status social o creerle a su amiga. Tal vez no lo entiendas porque no conoces mucho el mundo. – Dijo. – Los humanos están demasiado pendientes de lo que piensan los demás de ellos. A veces solo intentan lograr objetivos para demostrar a los otros lo que han hecho. Algunos son demasiado vanidosos y otros no tienen un ápice de autoestima. Es complicado para ellos quererse a si mismos de una manera sana y normal. Michelle te quiere, pero toda esa envidia que siente contaminó el afecto... Y al momento de decidir, lo hice de la peor forma.
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Ocaso Boreal - Continuación de Crepusculo
Про вампировSola, como estaba en ese lugar, no me hubiera costado para nada volver corriendo a Forks, como la niña tonta que en realidad era. Los días eran difíciles, las noches solitarias. Y era poco lo bueno que podía sacar de esa experiencia en general. Aunq...