Parte 4 Fuego vs. Hielo

42 0 0
                                    

Escuchar la voz de mi madre fue algo que consiguió que mis esperanzas renacieran.

Estaba en los brazos de Raphael, que hasta el último momento que estuvimos solos, se empeñó en protegerme, a costas de su propia seguridad.

Pude ver a la mujer que me dio la vida erguida cuan larga era, con el rostro desencajado por la ira. Ahora que el dolor había desaparecido por completo, pude percatarme también del manto casi imperceptible que me cubría, y que me resguardaba del don de Jane.

– ¿Cómo osas torturar a mi hija? – La acusó. Se adelantó, y a pesar de que era mi madre, su actitud me dio pánico, incluso a mí.

Me puse de pie con la ayuda de Raphael, que ahora se encontraba algo menos asustado por la aparición de aliados. Me di cuenta que mi madre no estaba sola. Tras ella se encontraban mi padre y mi tía Alice, posando en posturas agazapadas ante nuestros enemigos, defendiéndonos de todo aquello. Malenne aparecía solo unos cientos de metros más atrás, con el rostro poblado de asombro, porque estaba segura que no esperaba ver a su hermano en ese lugar.

Mi madre se acercó hacía mí con una rápida carrera. En tan sólo un segundo estaba de frente a mí.

Me adelanté hacía ella, dejando a mi amigo a mis espaldas. Quise abrazarla, pero ella no tenía esos planes.

Me hubiera sido imposible verlo venir, era algo que simplemente jamás hubiera esperado, pero que, tal vez, estaba del todo justificado.

Me dio una bofetada tan fuerte, que mi rostro de piedra se ladeó siguiendo la dirección del golpe. Sonó muy alto el choque entre su piel y la mía. Me dolió, eso no podía negarlo. El golpe continuó ardiendo incluso después de que su pétrea mano se posara al costado de su cuerpo, pero eso no era nada comparado con la sensación lacerante de saber que merecía eso, incluso mucho más. Aún así, eso no pude evitarme la humillación que sentí en ese momento, mi mano voló involuntariamente hacía mi mejilla, acariciándome el lugar donde había impactado la suya.

– ¿Cómo se te ocurrió hacerme algo así? – Gritó con desesperación. – ¿Cómo te atreviste a abandonarme así? ¡Me dejaste en el departamento! ¡Huiste a enfrentarte sola al peligro!

Tal vez, si su condición de vampiresa no se lo hubiera impedido, habría llorado. Había sido desconsiderada, lo sabía, pero en ese momento, me había parecido lo mejor. Sabía que la desesperación la había obligado a actuar de esa forma.

Nunca me habían pegado, ni ella, ni ningún miembro de mi familia. Por eso me afectó más de lo que estaba dispuesta a aceptar. No estaba acostumbrada a esas cosas, aunque ahora que podía tomarme el tiempo de pensarlo, de seguro algún tipo de límite a mis inagotables ansias de más, habrían hecho de mí una persona mucho más madura de lo que era en ese momento.

Luego me abrazó con fuerza a su cuerpo, como si no quisiera dejarme ir jamás. Sabía que estaba arrepentida por su ataque de violencia, pero una vez más, me dije a mi misma que lo merecía, y el dolor de mi ego disminuyó tan rápido como había llegado tras su cachetada.

– Lo siento. – Murmuré, ciñéndome a su abrazo e inclinando la cabeza hacía abajo para murmurarle al oído.

– Nunca más hagas algo así... – Pidió con la voz marcada por la agonía. – No tienes idea de lo que he sufrido en estos últimos minutos.

Pero no hubo tiempo para mayores disculpas. Mis padres, mi tía y mi mejor amiga, habían entrado en escena, lo cual no significaba que todo estuviera bien, solo que habían crecido las esperanzas.

Estábamos todos dispersos en ese enorme lugar. El claro en las montañas era extenso, por lo que la vista estaba completamente despejada.

Nuevamente, todo se volvió un caos. Solo que ahora, era mucho mayor.

Ocaso Boreal - Continuación de CrepusculoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora