Parte 2 La Caza

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El dolor quemaba por dentro como si alguien hubiera apretado un trozo de hierro ardiente en mi pecho. El aire en mis pulmones abandonó tan súbitamente mi cuerpo, que de repente todo dio vueltas, la estabilidad se había ido a un lugar muy apartado de mi persona.

Quise gritar, llorar, incluso patalear, pero las acciones que hubieran podido demostrar mi pena, no aparecían por ningún lado. Se habían ido, y me habían dejado muda, simplemente sufriendo. En ese momento, en el que me sentía tan sola en el mundo, incluso esas muestras habrían sido una compañía.

Michelle me observaba, indiferente a mi angustia, o al menos eso era lo que parecía. No le importaba el hecho de que mi amigo, una de las personas por las que había hecho todo eso, entregarme, ya no perteneciera a este mundo.

Raphael estaba... muerto.

Ponerlo en palabras solo sirvió para que mi horizonte terminara de colapsar. Todo se volvía más oscuro con cada segundo que pasaba.

Las sensaciones de tristeza y malestar redoblaron su intensidad, volviéndose más profundas, calando cada uno de los rincones de mi cuerpo. Ahora ya no era una emoción física, era mucho peor, porque si lo hubiera sido, al menos habría sabido de donde provenía... tal vez hacer algo para que se detuviera. Éste era un sufrimiento que emanaba de todos lados y de ningún lugar al mismo tiempo.

Me dolía el alma, y como no podía situarla dentro de mi persona, tampoco podía ubicar esa llama malvada que me consumía.

No había forma de que todos esos espectros se fueran. Ni aunque me arrancara el corazón, se irían de mí ser.

Incluso aunque yo también muriera en ese mismo momento, seguirían conmigo más allá...

– ¿Cómo pudieron ser capaces de matarlo...? – Conseguí susurrar luego de unos minutos. – ¿Cómo se atrevieron?

– Ya te lo dije... – Ahora sí parecía algo compungida. – Fue demasiado fácil. Ellos solo tuvieron que inmovilizarlo una vez que se negó a colaborar. Lo rodearon, le arrancaron la cabeza y...

– ¡Detente! – Grité, pero era tarde, la sombría imagen mental ya estaba formada en mi cabeza.

Me arrastré por la nieve hacía el lugar donde reposaban las cenizas, que ya no emitían ningún tipo de combustión.

Eso era todo lo que quedaba de mi amigo...

Nada, solo un montón de nada...

No había más rastro que esas asquerosas cenizas del muchacho que sabía que me había amado demasiado, que había muerto intentado protegerme, y ahora reposaban ante mí...

El dolor empeoró de un modo insoportable, llegando a límites que no tenía idea que podría soportar.

En mi pecho no cabía el odio que tenía hacia mi misma. Esto era mi culpa, mi entera y completa responsabilidad. No merecía nada más que la muerte después de todo aquello, pero eso hubiera sido un fin demasiado limpio para mí... necesitaba sufrir por largo tiempo las consecuencias de mi error. La muerte hubiera sido una salida fácil, incluso algo ansiado comparado con lo que era estar viva sabiendo que la vida de Raphael se había extinguido por mi causa.

Pero aún así, no encontraba las fuerzas para levantarme. No podía juntar la suficiente voluntad como para continuar.

Era como si se hubiera muerte alguien de mi familia, como si se hubiera muerto una parte de mí.

El sufrimiento no disminuyó cuando las lágrimas comenzaron a aflorar desde mis ojos. No sirvieron para mitigar nada en mi fuero interno.

Todo se caía en mi interior, y los recuerdos que tenía con mi amigo se encontraban en un primer plano.

Ocaso Boreal - Continuación de CrepusculoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora