- Será mejor que vaya a casa... - Le dije a Jake.
Concluimos esa velada de la mejor forma posible. El día de mi cumpleaños había traído más sorpresas de lo esperado, y por suerte ninguna fue desagradable. Por el contrario, cada una fue de lo más gratificante.
- Adiós, no olvides que te amo, por favor. - Me susurró.
- No lo haré si tú no lo haces... - Contesté.
- Eso es imposible...
Me acarició el rostro, para luego darse vuelta y correr hacia los arbustos del sotobosque que nos rodeaba. En la oscuridad, que se hacía cada vez más profunda, pude notar como los temblores se apoderaban de su cuerpo. Al desaparecer de mi vista, me sentí ligeramente vacía, como si la razón de mi existencia hubiera desaparecido. Pero rápidamente recordé lo tonto de mis pensamientos. No era para nada una despedida, no por ahora. E incluso cuando esto pasara, no sería para siempre. El amor hacia Jake o hacia mi familia estaría allí. Esperándome.
Luego de tan solo unos instantes, un fuerte aullido dominó el ambiente. Pero no era para nada algo atemorizante. El sonido reconfortaba totalmente. Era como una música lobuna. El eco de la felicidad del hombre que amaba.
Tomé de nuevo el volante del coche. Aceleré a fondo y en tan solo un minuto, estuvo en la puerta de la casa Cullen.
No era tarde.
Un poco más de las ocho de la noche. Aunque, obviamente el crepúsculo había pasado hace rato. Mi padre me mataría. Pero la dicha que sentía en ese momento, era incluso una anestesia a la ira a la que seguramente estaba a punto de enfrentarme.
No obstante, decidí que lo mejor sería ocultar algunas cosas de lo sucedido esa tarde a mi padre. Había cuestiones que no era necesario, ni propicio, que se enterara. No porque "temiera" en el sentido explicito de la palabra, sino que era mejor que se siguiera engañándose a sí mismo, como alguna vez lo hizo mi abuelo con mi madre.
Me concentré con mucho esfuerzo en todo lo demás que pasó en mi cumpleaños. Los regalos, el deportivo, la cena en la cabaña de Emily, trivialidades que ocultaran la plena felicidad del beso con Jacob.
Al cruzar la puerta del garaje, una vez apagado el motor de mi deportivo, me di cuenta que había fracasado terriblemente en ocultar mis pensamientos. Mi padre, ese vampiro tan bien parecido y con su apariencia eterna de adolescente, me observaba parado contra uno los muros de la habitación. Su semblante, frío como el témpano, no denotaba emoción alguna. Pero sabía que en realidad era la fría ira la que lo obligaba a mantener esa expresión.
Podía intentar hacerme la tonta, pero era inútil. No serviría de nada.
- Hola, papa...- Saludé como una idiota, cuando no pude aplazar mas el momento de hablarle.
- Hija... has llegado realmente tarde esta noche. Estuve muy preocupado a decir verdad. Creí haberte dicho que no quería que estuvieras fuera de casa, sola, y en la noche. - Noté lo mucho que se estaba esforzando por mantener la compostura. Pero en cualquier momento fallaría, era algo que se podía ver a simple vista. En tan solo un momento, su mascara de serenidad se rasgaría completamente. Decidí actuar rápido. Sin darle tiempo a que reaccionara.
- Oh, le he avisado a mamá que me retrasaría, papá. Además no estuve sola. Jacob estaba conmigo - Le sonreí. Intentando calmarlo.
- Claro, Jacob Black estuvo contigo... - Hizo una mueca, que intentó ser una sonrisa. Fue un intento patético. Generalmente era muy bueno actuando.
- Papá no es necesario que des tantas vueltas... -.
Acabemos rápido con esto - pensé.
- Claro que no daré vueltas. He escuchado todo lo que estaban hablando tú y Jacob Black... Aunque claro, hablar es solo una expresión, porque es lo que menos han hecho. - Su respiración se volvió mas pesada, y me miraba como si quisiera asesinarme. Nunca había visto esa expresión en él. Por lo menos no dirigida hacia mí.
- ¿Y que es exactamente lo que has oído...? - Mi voz tembló.
- No quiero hablar de eso. Tú sabes perfectamente lo que oí, y también sabes lo mucho que me disgusta. - Sus cejas estaban tan juntas por el mal humor que parecía una sola línea oscura, pero entonces, súbitamente, relajó el ceño - Pero bueno, tal vez tu madre tenga razón. Cuanto más rápido enfrente lo inevitable, más fácil será poder aceptarlo. Ya has crecido, Reneesme - Suspiró. - No tiene sentido que me engañe a mi mismo, ya no eres mi pequeña.
Me quedé clavada allí. Lo único que faltaba era que se pusiera a recordar viejos tiempos. Intenté no poner los ojos en blanco. Eso solo lograría enfadarlo de nuevo.
- Papá, no creo haber hecho nada malo... así que por favor, solo comprende lo ilógico que es tu punto de vista. Y sabes que siempre seré tu pequeña. Eso no cambiará nunca. - No me acerqué para abrazarlo o algo parecido, el ambiente todavía estaba un poco tenso, y no estaba segura si eso sería lo más correcto. Sin decir más nada, comencé a deslizarme camino a la casa. Pero fue inútil, me bloqueó apenas realicé un pequeño movimiento.
- Ya se que no me estoy comportando de la mejor forma, pero no puedo evitarlo, después de todo, soy un padre como cualquier otro.
Esta vez sonrió, aunque claro, con mi padre nunca se podía saber. Lo más seguro es que después se desquitara con Jacob, ya que siempre había sido así. Y mi novio se veía obligado a soportar todo, pues no le quedaba otra opción. Igualmente, papá y Jake se llevaban muy bien. En principio porque Jacob era el mejor amigo de mi madre, y segundo, porque en todas las veces en las que la familia Cullen había estado en peligro, Jacob había estado a nuestro lado. Y con eso se había ganado, no sabía si exactamente el cariño de mi padre, pero aunque sea, su respeto.
- Espero que por lo menos, el poco tiempo que te queda en Forks, puedas controlar ese impulso que acabas de descubrir Renesmee. - Dijo mi progenitor, y liberó el paso del garaje para que pueda ingresar a la casa.
No contesté, no estaba en condiciones de prometer nada. No por lo menos con respecto a lo que él me pedía.
Gruñó por lo bajo al escuchar mis pensamientos, pero no me detuvo nuevamente.
No perdí la oportunidad, e ingresé en la estancia de la mansión. Aunque la oscuridad se extendía a sus anchas por el horizonte, en la morada Cullen no parecía hacer el menor signo de preparación para ir a la cama, o cualquier otra actividad nocturna. Lo mismo hubiera sido si fueran las tres de la tarde. Mi tía Rosalie jugueteaba con uno de los mechones de su rubia cabellera. Su esposo, Emmett, se disponía a retar a Jasper a una partida de ajedrez. Mi tía Alice estaba en el pesado y sofisticado escritorio de una de las esquinas de la estancia, diseñando un vestido de noche.
Todos sumergidos en sus asuntos.
Mi padre todavía estaba en el garaje, seguramente revisando esto y aquello de todos los autos que albergaba el lugar. Sin embargo, el espacio ya resultaba pequeño. Había seis autos en el garaje. El de mi padre, el de mi madre, el de Rosalie, el de Alice, el de mi abuelo y ahora el mío. Eso sin contar el colosal Jeep de Emmet y la moto de Jasper. Sonreí para mis adentros al pensar que tal vez, al ver tanto auto, mi abuela Esme pidiera uno para ella. Pero eso no iba a pasar, no era de ese tipo de persona.
Busqué a mi madre por la estancia, mas no se encontraba allí. Fui al tercer piso, donde estaba la habitación de mis padres, pero tampoco logré hallarla. Era poco probable que hubiera ido de caza, pues las dos habíamos salido juntas dos noches atrás. La mayoría de las veces cazaba con ella. O sino con mi padre o Jacob. De vez en cuando, nos alejábamos bastante, en busca de grandes felinos u osos violentos, para cambiar un poco a los aburridos y previsibles alces de las inmediaciones.
Seguí buscando, y cuando pasé por la puerta de mi cuarto, sentí el aroma floral que dejaba su piel. Crucé la puerta. Estaba sentada sobre mi cama, y sobre sus manos, tenía uno de los pequeños conjuntos que usaba cuando tenía la apariencia de niña. Ese no era el único. En el desván había cajas y cajas que contenían hasta el último par de medias que utilicé en toda mi existencia.
Al verme sonrió, con esa sonrisa perfecta que tenía mi madre. Sus ojos dorados parecían brillar de verdad cuando fijaba su mirada en mí.
- Rennesme, ¿Cómo estuvo tu noche? - Preguntó con toda curiosidad.
- ¿Qué puedo decir, mamá? Ha sido la noche más perfecta de toda mi existencia.
- Sí, he escuchado a tu padre despotricar por el asunto. Perdón, no pude detenerlo para ahorrarte la escenita que te ha hecho. - Sonrió. - Bien se yo que ese no es trabajo para un padre. Aunque créeme, a mi me ha ido peor. Y ahora cuéntame, ¿Qué tal te ha parecido la experiencia?
Corrí hacia la cama, y me recosté, dejando mi cabeza en el regazo de mi madre. Ella comenzó a acariciarme el rostro, y a entrelazar sus delicados dedos sobre mis espesos rizos.
- Magnifica, sabes... nunca había sentido una sensación así. Es decir... siempre he amado a Jacob. Pero ahora algo cambió. No sé lo que es tener hermanos, o primos o algo así, pero el amor que compartía con él era algo que se podía comparar a eso. Lo amaba como amo al tío Jasper o Emmet, pero con mucha más intensidad. Pero ahora es diferente, ese amor se consumió, por otro más fuerte y que quema. - Declaré. - Siento el fuego por todas partes de mi cuerpo. Siento que me consumo por dentro... pero no duele, no destruye. Revitaliza. - Reí como una tonta.
- Sí, te entiendo a la perfección. A mi me pasó exactamente igual con tu padre... es tanto el amor que sentía y sigo sintiendo por él, que a veces irradia desde cualquier parte del cuerpo. Pero tienes que aprender a controlar ese fuego, hija. En especial si no quieres que tu padre despedace a Jake. - Se carcajeo y el grácil sonido retumbó en toda la habitación.
- Nunca me hubiera imaginado que besar a alguien ocasionaría todas esas sensaciones juntas. Pero si casi se me explota el corazón... - Confesé.
Mi madre volvió a reír.
- Sabes, eso mismo sentía yo... que el corazón me iba a estallar. Besar a un vampiro hermoso cuando eres una frágil humana no es de las cosas más tranquilas que pudieras hacer, hija. - Dijo, recordando. - Pero tu corazón es fuerte, bastante más de lo que era el mío, podrás resistirlo. Disfruta del amor. Es una de las cosas más hermosas que te depara la vida.
- ¿Cómo haré para irme, ahora que siento esto tan fuerte por Jake, madre? - Pregunté confundida ante los muchos sentimientos encontrados que sentía en ese momento en mi pecho.
- Me encantaría ayudarte con eso, hija, pero es algo que solo puedes resolver tú. Jake es fuerte, bien lo sé yo... - Dudó una fracción de segundo - Lo lastimé muchas veces a lo largo de nuestra amistad, pero siempre encontró la forma de sobrevivir. Pero no puedo asegurarte que estará perfectamente bien. Eso solo lo puedes saber tú.
- Sé que podrá soportarlo, pero... ahora que siento este amor que me quema por dentro, ¿Podré alejarme yo? - Me pregunté.
- La cuestión no es si puedes, sino si estas dispuesta a hacerlo, mi niña perfecta... - Me arrulló.
Mi madre siguió acariciando mi cabello. Todavía no habíamos puesto un completo fin a todos esos ritos en los que yo me comportaba como si en realidad fuera una pequeña niña. En ocasiones cepillaba mi cabello, o me ayudaba a vestirme. Incluso hubo veces, en las que consumía solo comida humana, en las que ella misma preparaba los platos que le pedía.
Tomó un cepillo de mi mesa de noche y lo entrelazó con mi cabellera. Se sentía muy bien. Estuvimos un rato allí, mirándonos a los ojos y sonriéndonos una a la otra.
- Te amo, Rennesme... cuanto te amo... - Declaró. Y acarició mi nariz y mi frente de la manera tierna en la que solo ella era capaz.
- Yo también, madre, ¿Qué sería de mi vida sin ti? - Dije tocando su rostro, y demostrándole la dicha que sentía solo por estar cerca de ella.
No quedamos allí, una en compañía de la otra, disfrutando de estar juntas. Y la noche transcurrió rodeada de tranquilidad.
Cuando amaneció en el horizonte, todo parecía tener un significado diferente. Por lo menos para mí. Esta vez, comprendía con mayor seriedad todo lo que tenía, y que era eso a lo que no podía dar la espalda. Sin embargo, todavía estaba dispuesta a realizar esa tarea que yo misma me había encomendado, solo que algo había cambiado esta vez. No lo haría sola.
Aunque no sabía bien como encarar la situación. ¿Come pedirle a Jacob que me acompañe a Juneau? Que deje sus raíces y vaya conmigo tantos kilómetros al norte. Lejos de lo que era, lejos de sus hermanos, porque eso es lo que eran los miembros de su manada. Y sobre todo, lejos de su padre. Sabía que era capaz, él se había alejado antes. Hace muchos años. Pero no era el hecho si estaba capacitado para hacerlo, sino el que estuviera dispuesto.
Quería tener a Jake a mi lado en esa aventura. Porque ahora que sabía que lo amaba con pasión, el fuego era difícil de controlar.
Caminé hacia el armario y me vestí apresuradamente, esta vez sin reparar en si combinaba a la perfección todo.
Bajé las escaleras de caracol. Solo para encontrarme la sala, generalmente concurrida, solo ocupada por Rosalie.
- Buenos días, tía. - Saludé, y envié a su cabeza un tierno beso mental.
Ella sonrió, como siempre.
- ¿Dónde están mi padres? - Le pregunté.
- Fueron a Seattle, quería arreglar unas cuantas cosas sobre tu viaje. Al parecer, Bella no quiere que vayas a Juneau sin todo lo necesario. - Parecía que compartía exactamente el mismo modo de pensar que mi madre.
Me acerqué a ella, y esta vez tomé su perfecta mano. El dije brilló con el reflejo de las luces que se encontraban por encima de nosotras.
- No quieres que me vaya. - No era una pregunta, solo una afirmación.
Se dedicó a mirarme, en sus ojos pude ver la preocupación.
- Esto no se trata de lo que yo o cualquiera de nosotros quiere, sino de lo que quieres tú. - Vaya respuesta. - Lo único que sé es que te voy a extrañar, porque aunque ahora te veas como una mujer, para mí siempre serás el tierno bebé que nació hace siete años.
Suspiré ante su declaración.
- Sé que te molesta que te lo recordemos. Pero ¿De verdad no lo ves, aunque sea un poquito, desde nuestro punto de vista? - Sonrió.
- Sé lo que quieres decir. Pero crecer rápido es lo que siempre ha sido parte de mí. Como lo de ustedes es no haber envejecido en casi cien años.
- Tienes razón. - Me observo de nuevo. - Pero tú rompiste con todas las creencias que teníamos acerca de nuestra naturaleza. Sabes, hace tiempo, cuando Bella y Edward eran solo novios, tu madre me caía bastante mal. - Rió con algo de culpa. - No es algo que pudiera explicar, por lo menos no al principio. Luego se empecinó en ser transformada en vampiro, aun sabiendo que todos nosotros lo éramos porque en su momento, no nos había quedado otra alternativa. Era la muerte, o la transformación.
Observó el paisaje a través de la pared de cristal. El día era típico, nubarrones de un gris metálico encapotaban el cielo diurno, y unas finas gotas caían indiferentes a la persistente ventisca que soplaba desde el este.
Continuó hablando, esta vez, con un tono mas animado.
- Luego, unas semanas después de la boda recibo un llamado. Era una de las últimas personas que hubiera imaginado. Para ese entonces, tu madre y yo nos entendíamos mejor, aunque no habíamos arreglado del todo nuestras diferencias. Lo recuerdo como si hubiera sido ayer:
- <> Fue lo primero que dijo. - << ¿Bella? >> Me pareció demasiado extraño su llamado. <<>>> sonaba demasiado nerviosa. Había escuchado algo acerca de que volverían, pero no estaba en el momento en el que habían telefoneado a Carlisle. Desde luego, me tomó por sorpresa. ¿Como era posible que una humana se embarace de un vampiro? - La frente de su rostro perfecto se pobló de arrugas. - <<> >> Tenía la voz tomada, como si hubiera estado llorando durante horas - Imitó la voz de mi madre a la perfección.
- Pero ¿Tú que pensaste en ese momento? - Le pregunté, absorta en la historia.
- ¿Qué crees que pensé? Me quedé en blanco. Por primera vez en setenta años no tenía idea de cómo actuar ante una situación. Pero, aunque Bella jamás estuvo entre mis mejores relaciones, mi instinto me dijo que tenía que ayudarla. Tener un hijo era todo lo que deseaba cuando era humana. Casarme, ser feliz y formar una familia. - Suspiró. - Y entonces pasó esto. Desde luego que la ayudaría, porque siempre supe que Bella era una buena mujer, aunque de hecho sus decisiones no me parecían las correctas. Estar a su lado durante el embarazo hizo que me diera cuanta de que era mucha mejor persona que cualquiera de nosotros. Y desde entonces, gracias a ti, somos buenas amigas. O cuñadas, como prefieras. - Rió, el sonido a campanillas doradas se expandió por todo la estancia.
Sonreí también ante la declaración.
- Y por todo eso, por haberte visto crecer desde que eras poco más de un punto minúsculo en el vientre de tu madre, hasta transformarte en la bella persona que eres, me duele verte lejos. - entornó los ojos. - ¿Sabes? Siempre fue demasiado vanidosa. Cuando era humana creía que el mundo giraba en torno a mí. Los años han aplacado un poco ese sentimiento. Y tu llegada me hizo entender muchas cosas. Una de ellas, es que eso que tanto me apremió por años no es importante. - levantó el brazo y acarició mis rosadas mejillas. - y en este momento, aunque no lo creas, hasta puedo aceptar que eres más hermosa que yo. Y eso no me molesta en lo más mínimo. Porque aprendí a amar más a las otras personas que a mí misma. Aunque claro, sigo siendo igual de perfecta. - Bromeó.
Crucé mis brazos sobre sus esbeltos hombros. La estreché fuertemente a mi cuerpo, y ella devolvió el gesto con la misma intensidad. Nos miramos a los ojos al deshacer el abrazo. Medíamos lo misma altura, quizás yo era uno o dos centímetros más alta.
- Te amo, Rennesme, como si fueras mi propia hija. - Dijo con esa voz tan dulce.
Rosalie no era así con todo el mundo. Solo conmigo. Y bueno, con Emmet, obviamente. Aunque claro, sabía que quería a los demás miembros de nuestra familia. Siempre se mostraba fuerte y un tanto hosca, pero debajo de todo ese narcisismo, había una persona de buen corazón. Y esta era la confirmación.
- Yo también te amo, tía Rosalie. Siempre has estado a mi lado. Eso no se olvida jamás. - Me acerqué a besarle una mejilla.
En ese momento, se escuchó el ruido de un coche entrando en la autovía. Por la velocidad a la que se dirigía hacia la casa, era fácil suponer que se trataba de mi padre.
Me acerqué a la puerta de entrada, esperando aparecer el Volvo plateado. En efecto, unos segundos después, apareció por el camino de tierra que venía desde el pueblo.
Frenó justo delante de mí con una precisión absoluta.
- Renesmee, pensé que te habías quedado dormida otra vez... - Dijo mi madre al verme levantada.
Las puertas del coche se abrieron, y ambos se deslizaron al exterior.
- No, mamá, solo estuve pensando en muchas cosas. He llegado a una conclusión. Necesito arreglar todo antes de irnos.
- ¡No! - Dijo mi padre al ver mis pensamientos. - Sobre mi cadáver.
- ¿Qué pasa, Edward? - Preguntó mi madre, sorprendida por el repentino cambio de humor de su marido.
- Tú hija planea irse a Juneau con Jacob Black. - Pronunció el nombre de mi novio como si fuera la más grande de las blasfemias.
- Oh... - Suspiró la vampiresa, luego frunció los labios, como si estuviera pensado en la situación. - ¿Estas segura que eso es lo que quieres? - Preguntó luego.
- ¡Bella! - Le advirtió mi padre.
- Edward, me parece que esa es su decisión. Confío en ella, y se que Jacob la respeta y la ama.
- No voy a discutir, ni negociar nada. - Dijo mi padre. - No iras con Jacob a la universidad. - y dio un portazo tal, que me extraño mucho que la puerta del auto no se hubiera separado del coche. Entró a la casa, con ese paso ligero tan propio de él, y echando humo.
Mi madre, mucho más relajada, aunque visiblemente contrariada, se acercó a mí.
- Hablaré con él, hija. Pero creo que todavía no deberías decirle nada a Jake. - Me aconsejó.
Asistí, era mejor dejar esto en manos de ella. Era la mejor candidata a convencer a mi padre.
Entré de nuevo a la casa. Vale, no era bueno haber hecho enojar a mi progenitor en cuanto llegó. Hubiera esperado por lo menos unos minutos.
Fui hasta la cocina, generalmente vacía debido al escaso uso que le dábamos. En ella estaban mis tíos Alice y Jasper. Estaban tomados de la mano, conversando en voz muy baja.
Al verme, Alice dijo:
- ¡Ahí está mi sobrina preferida! - Su sonrisa luego de la afirmación fue deslumbrante.
- Soy la única que tienes - Reí por lo bajo.
Se puso de pie con su pequeño cuerpo, era casi dos cabezas más alta que ella, y con un andar más propio de un escenario de ballet que de una cocina, se dirigió hacia mí para envolverme en sus minúsculos brazos. - ¡De verdad has hecho enojar a Edward! - Sonrió. - Me gustaría poder ayudarte, para saber como se resolverán las cosas, pero ya sabes.
Suspiré. Alice no podía ver mi futuro. Eso si que resultaba un tanto irritante, la mayoría de las veces. Había practicado mucho en estos años, pero no podía atisbar ni la más mínima posibilidad. Por otro lado, resultaba bueno en contadas situaciones. Siempre podía sorprenderla en las ocasiones cuando celebrábamos los "Cumpleaños". Aunque todos ellos habían dejado de cumplirlos en el estricto sentido de la palabra, era bueno hacerles regalos. O por ejemplo anoche. Ella no hubiera sido capaz de ver mi beso con Jake.
Un alivio.
- ¿Tú que crees, tía? ¿Dejará que me marche con Jake? - Le pregunté, aunque no pudiera ver la resolución, por lo menos me podía dar su punto de vista.
Hizo una mueca. Mala señal.
- Bueno... la verdad es que no tiene un motivo real para oponerse. Él planeaba ir solo a la universidad con Bella antes de que tú nacieras. Y si bien a Charlie casi le agarra un ataque, tuvo que aceptarlo. Aunque claro, esto es diferente, ellos iban a casarse. - No agregó nada más.
Bueno, para eso no estaba lista. O por lo menos eso es lo que creía. A decir verdad, nunca me lo había preguntado. ¿Jake y yo? ¿Casados? Una imagen me invadió la mente. Un pasillo largo, y mi enorme novio esperándome al final con un esmoquin negro, sonriendo. Un estado leve de nerviosismo me invadió.
Entonces una ola de tranquilidad comenzó a envolverme. Aunque sabía de donde provenía, y no precisamente de mi interior, dejé que Jasper manipulara mis emociones para sentirme momentáneamente, y de modo artificial, claro, despreocupada.
- Eso no es justo. Sabes que no me gusta que manipules mis emociones, tío. - Me queje, recién después de disfrutar de la sensación.
Sonrió. Las cicatrices de su rostro fueron un poco más visibles.
- Te veías un poco alterada, Nessie. - Dijo, escogiéndose de hombros.
Atrás nuestro se escuchó un portazo. Caminé hacia la estancia, esta vez vacía. Mi madre bajaba las escaleras a un paso bastante más rápido que un humano.
- Rennesme, ven conmigo. Necesito que hablemos. Vamos, caminemos por el bosque. - Me hizo un gesto con la cabeza para que saliéramos afuera.
La seguí, cruzamos la puerta de cristal que daba al patio trasero. Marchamos con dirección al río, que no estaba muy lejos, no más de veinte metros. Durante el trayecto, no me dijo ni una sola palabra.
Al estar lo suficientemente lejos de la casa, se detuvo.
- Tu padre esta muy enojado con todo esto. Sé que no tiene motivos... - Agregó al ver que estaba por decir algo. - Pero creo que podemos convencerlo. Lo importante ahora es conseguir un lugar para Jake en la universidad. Debemos llamar. Las fechas de admisión están, obviamente, cerradas hace meses. Me hubiera gustado que se te haya ocurrido ese plan con anterioridad, hija.
- Lo siento, mamá, es que recién ahora me di cuenta de que existía esa posibilidad. ¿Crees que Jacob aceptará? Es decir, tiene a toda su familia aquí.
- Él es desdichado ahora, porque tú te vas. - se detuvo un momento para contemplar el río - Creo que si te acompaña, será mejor. No solo para ti, pero Edward no quiere ver esa parte. Si el va contigo, nosotros estaremos mucho más tranquilos. Sabemos que él te protegerá.
- Mamá, no es esa la razón por la que quiero que me acompañe. Podemos usarla como excusa, si tú lo quieres. Pero ya me puedo proteger yo sola. - Le dije.
Sonrió.
- Nessie, que puedas protegerte tú sola, no significa que no tenga que haber nadie cerca que también pueda hacerlo. - su mirada era dulce. - Recuerda que no nos inscribimos todos en Juneau porque tú querías hacer esto sola. Porque sabes mejor que yo que dentro de poco tenemos que abandonar Forks. - Suspiró, ante lo poco que le gustaba la idea - Por lo menos noventa años, hasta que toda la gente a la que conocemos aquí, muera.
- Sí, ya lo sé, y de verdad, no quiero irme de casa... - contesté.
- Creo que lo mejor es que hablemos con Carlisle. El tiene un amigo que tiene un puesto importante en la universidad. - Dijo mi madre. - No se si es algo seguro que consiga la vacante. - Agregó al ver como mi rostro se encendía de alegría.
- Gracias, mamá. ¡Eres la mejor! - Y la abracé una vez más.
- Todo cuanto te haga feliz, lo haría con gusto. - Me besó la frente.
Volvimos a la casa. Esta vez, tenía mayores esperanzas de concretar mis planes. Me sentía mal por hacerlo sin el consentimiento de mi padre, pero estaba segura que él, al final, aceptaría mi decisión.
Mi madre subió las escaleras, seguramente yendo al despacho de mi abuelo, para resolver el tema de la universidad. Di gracias porque Jake había terminado el instituto hacía dos años. Esa era una buena a nuestro favor. Las cosas se hubieran complicado si tuviéramos que falsificar un titulo de preparatoria.
Era temprano como para ir a La Push. Así que todavía tenía un par de horas extras para refinar mi propósito.
Deambulé unos cuantos minutos por la planta baja, mi tía Rosalie se había marchado, seguramente al garaje para trabajar en el motor de su nuevo deportivo de colección.
Luego de un rato, subí las escaleras hacía mi cuarto. Me resultaba extraño no haber visto aun ni a mi abuela ni a Emmett. Seguramente estaban de caza. Eso me hizo recordar que yo también debería hacerlo.
Cuando me alimentaba de comida humana, mi organismo, al ser mitad humano, absorbía solo aquello que necesitase, que era bastante poco. Por lo que si me planteaba vivir solo de ese modo, tenía que ingerir comida con bastante regularidad. En cambio, la sangre me permitía ir de caza solo una vez cada dos semanas.
Al cruzar la puerta de mi cuarto, mi corazón casi se detuvo.
Mi padre estaba en él. Solo, sentado en mi cama, con un retrato de cuando yo aparentaba seis años.
- Renesmee... - Comenzó - Quiero hablar contigo. Estuve escuchando a Bella y a Carlisle diciendo que ya han conseguido un favor del decano de la universidad de Alaska. - Me observó con ojos de padre.
- Papá... - balbuceé. - Mira, ya se que estas en contra, pero de verdad ¿No entiendes ni un poco mi punto de vista?
- Claro que lo entiendo, más de lo que te imaginas... - Suspiró. - Pero no hay forma de que puedas equilibrar tus nuevas "ansias" por Jacob con todo lo demás.
- No se trata de una cuestión física, papá. Sino de amor. Tú sabías mejor que yo que esto algún día pasaría. Entiendes la imprimación mejor que cualquiera, incluso más que lo queluites.
Sonrió, muy a su pesar.
- Claro, esa extraña fuerza que te une a la otra persona. Los cielos saben que he tenido tiempo para estudiarla estos siete años... - Puso los ojos en blanco. - Por eso sé que el amor de Jacob es sincero. Que no espera otra cosa de ti más que tu compañía.
- Entonces, ¿Cuál es el problema si viaja conmigo a Alaska? - Pregunté. Un rayo de mínima esperanza comenzó a iluminar mi mente.
- El problema es, hija, que a pesar de que tienes tu apariencia de joven, eres una niña, y todavía te faltan muchas cosas por ver. Ya sé que eres sumamente inteligente, y fuerte en muchos sentidos, pero... ¿Estás lista para embarcarte en algo así? ¿En una relación como la de Emily y Sam?, por ejemplo. O sin ir más lejos, en una como la de tu madre y la mía. ¿Eres lo suficientemente madura para entender el significado de "Para siempre"? - Me miró a los ojos, esta vez no para intentar convencerme de algo, sino como a la espera de mi respuesta.
En ese momento no pude pensar claramente, primero porque el planteo me había tomado por completa sorpresa. Luego pensé en ello. ¿Estaba lista? Quería creer que sí. Que ya sabía lo que quería de la vida. A mi Jacob. Eso es todo lo que necesitaba para ser feliz. Pero también entendía a que se refería. Al verdadero significado de la palabra compromiso.
Mi padre lo entendía, el amor entre él y mi madre había sido puesto a prueba innumerables veces, a través del tiempo que estuvieron juntos. Sí, ellos lo sabían, y por eso, querían que estuviera segura de mis decisiones. Entonces que era lo que me guía a actuar: ¿Mi corazón? O ese impulso tan extraño que era la imprimación. <<>> Pero entonces, yo era esa mitad de Jake, o ambos encontrábamos en el otro esa parte que nos faltaba para ser felices.
Aunque no tenía contestaciones a esos cuestionamientos, solo había una respuesta clara entre todo ese laberinto de incertidumbres: Amaba a Jacob Black. Sea por la magia tan extraña que era la imprimación o porque era simplemente la persona más hermosa que hubiera conocido en mi corta existencia.
Mi padre aun me observaba, sea para esperar una contestación a su pregunta, o para observar por si mismo cuales eran los razonamientos de mi mente.
- Entiendes a que me refiero - Dijo al ver que no tenía intenciones de contestar.
- Si, lo se perfectamente. Y estoy lista. Se que lo amo, papá. Lo supe anoche al besarlo. - Tensó la mandíbula, pero era necesario que supiera cuales eran mis sentimientos, solo así, tendría posibilidades. - Quiero que él esté conmigo en Juneau.
Me estaba comportando como una niña caprichosa, eso lo sabía. Pero no tenía tiempo para andar con rodeos. Si quería que las cosas salieran como quería, sería mejor que me apurara.
- ¿De verdad no confías un poco en Jacob, papá? Es decir, no es que pensara que fueran grandes amigos, pero pensé que después de todos estos años... bueno, por lo menos podrías fiarte un poco más de él. - Le pregunté.
- No se trata de una cuestión de confianza, hija. Es solo que no quiero que sufras. Si algo malo, por más mínimo que fuera, llegara a pasar allí, nosotros no estaremos para protegerte. - Susurró, tensionado por su declaración.
- Jake jamás me lastimaría, papá. - Contesté.
- Eso no lo sabes, Renesmee. No digo que lo haga con intención. A veces el amor te lleva a hacer cosas que crees que son las correctas, pero en realidad al hacerlas corres el riesgo de que te destruyan. - Se levantó de la cama, y caminó lentamente hacia mí. - Tu felicidad es lo que más queremos tu madre y yo. Todos en esta casa, a decir verdad.
- Ya se que eso es lo que quieren, y también ansío la felicidad de toda mi familia. En este momento, sé que Jake es lo que necesito para lograr eso que todos ustedes esperan para mí. - Mis ojos miraban el suelo, incapaz de observar los de mi padre. Sabía que le estaba causando un malestar. Pero también sabía que estaba equivocado. Por un segundo, me atreví a levantar la vista, y en efecto, me observaba con su dorada mirada refulgente, casi hipnótica.
- Entonces creo que será mejor que prepares las cosas de tu... novio... - hizo sonar la ultima palabra como un terrible insulto, aunque su expresión era dulce. Como siempre lo era la voz de mi padre conmigo. Me estrechó en un pecho, frío como el témpano, pero tan especial para mí desde el día que nací. Al vivir esa situación, tuve un deja vu, y no fue difícil darme cuenta de por qué lo sentía así. Al instante, de lo más hondo de mi memoria llegó mi primer recuerdo: el lugar oscuro... donde flotaba a la deriva, y después, la luz blanca, el aire pasando por primera vez a través de mis pequeños pulmones de bebé, y unas manos pétreas y glaciares sujetándome contra su cuerpo.
Mi padre.
Al igual que en esa vez, me acunaba contra su pecho, y me daba aquello que quería. Siempre consintiéndome.
Sus labios duros se deslizaron por mi frente ardiente, y luego, al separarse, entonó la nana, ese sonido armonioso tan profundo y bello que podría hacerme dormir, aunque de hecho no tuviera el mínimo sueño.
- Nunca dudes en hablar conmigo, hija. Se que a veces puedo sonar muy duro, solo que me aterra la idea de que te vayas. No estarás a mi alcance para protegerte. - Me estrechó aun más a su pecho.
- Siempre estaré cuando lo necesites, papá. Y este no es más que unos meses. Veras que antes de que te acostumbres a mi ausencia, estaré de vuelta para importunarte. - Sonreí.
- Creo que jamás podré acostumbrarme a que no estas aquí, princesa. - Suspiró. - Bueno, según tengo entendido, Jacob no sabe nada... ¿No sería bueno que le avises? - Preguntó.
- Sí, creo que será mejor que hable con él. - Miré hacia arriba, mi progenitor era bastante más alto que yo - Te amo, papá.
- Yo también, hija. Eso no lo olvides. - Sonrió, con todo el esplendor de su dentadura blanca.
Salimos de mi habitación juntos, aunque encaminándonos para lugares separados. Él hacía su cuarto, para hablar con mi madre acerca de su cambio de opinión, y yo hacia el garaje, para ir a La Push lo más rápido que era capaz en mi deportivo.
Corrí a toda velocidad, dejando una ventisca que despeinó a mi tía Alice al pasar. Encendí el coche con toda expectativa.
El camino desde la mansión Cullen a la reserva duraba, si conduces a una velocidad normal, cerca de veinte minutos, pero esta vez, demasiado emocionada como para tener paciencia, tarde apenas unos diez.
Billy, siempre parte de la decoración de la casa, se encontraba en su habitual lugar. Debía admitir que los años parecían no transcurrir en él. Aunque claro, si bien había pequeños cambios en su rostro, su voz y su temple seguían exactamente igual que siempre. Mi suegro era una gran persona, provista de esa aura propio de los de su clase.
- Hola, Billy... ¿Sabes donde esta Jacob? Necesito hablar con él lo más pronto posible. - Le dije una vez que estuve dentro de la pequeña cabaña.
- Hace unos momentos se fue hacia las montañas, al parecer Sam necesitaba el concurso de todos los lobos. - Se escogió de hombros, pues no sabía nada más.
- Entonces lo esperaré en la playa... dile por favor que estaré en la parte de atrás de la media luna. ¿Si? - le dije.
- Desde luego, Nessie. - contestó con su habitual sonrisa de un blanco perfecto. - En cuanto esté aquí, le diré que te alcance.
Caminé de nuevo al coche, un tanto desilusionada por no encontrar a Jake. Pero cuando estuve adentro, me di cuenta de que necesitaba caminar. Bajé de nuevo al camino de tierra, y me dirigí hacia el sendero que guiaba a First Beach. Era un día caluroso, la proximidad del otoño no había hecho cambiar el clima, por lo que todavía se sentía la sensación de verano en el ambiente. La parte de la playa mas cercana al sendero, estaba agarrotaba de gente. No solo nativos de la reserva, sino turistas que corrían y disfrutaban de la arena siempre húmeda debajo de sus pies. La gente corría, reía y bromeaba a mí alrededor. Eran pocas las veces en las que deambulaba sola por La Push, por lo que no me sentía del todo cómoda al ser observada por los visitantes y los habitantes del lugar.
No es que me temieran, esas épocas, en la que ningún vampiro podía cruzar esas tierras, había quedado atrás. Llegué al acantilado que bordeaba la playa de un modo inconsciente, ni siquiera me había dado cuenta hasta que lo vi justo en frente de mí.
Me senté en una gran piedra gris, y apoyé la espalda en un árbol que la flaqueaba. Allí, se sentía bien disfrutar del paisaje que la península de Olimpyc proporcionaba. Cerré los ojos un segundo, para disfrutar la brisa marina que llegaba suave, arrastrada por las olas que chocaban sin cesar contra la concurrida costa.
Por un momento, fue fácil dejarse llevar por el escenario que me envolvía. Comencé a dormitar, todo era demasiado relajante en aquel lugar.
Fue entonces cuando un ruido de pasos, constantes y rápidos, se oyeron acercarse. No abrí los ojos, porque a Jake le gustaba sorprenderme, así que tan solo esperé a que pusiera su candente mano en mi mejilla, como era su costumbre.
No tardó demasiado, pero esta vez fue diferente, no fueron sus manos lo que se deslizaron por mi ruborizado rostro, sino sus labios, morenos y llenos, los que acariciaron mi semblante.
No despegué mis parpados, porque quería grabar en mi eficaz memoria ese instante dichoso. El aroma dulce de su piel parda, la textura irresistible de sus labios carnosos.
Entonces todo resulto natural, nuestras bocas se encontraron en un segundo perfecto, donde todo encajó sin el menor inconveniente.
Me besó despacio, procurando ser suave, pero al levantarme de la roca que hasta ese momento era mi lecho, lo hizo con una fuerza increíble, como si pesara lo que un niño de dos años. Me apretó con pasión a su cuerpo esbelto, sujetándome con una rudeza electrizante por la cintura. Levanté mis piernas, para enrollarlas a su cuerpo, dejándolo prisionero, pues sería incapaz de deshacer la jaula en la que lo envolvía.
Y ambos perdimos el control.
Su reacción fue instintiva, más propia de un animal que de un humano. Un gemido bajo se escapó de su garganta antes de continuar besándome con salvaje y excitante desesperación. Mi cuerpo se convulsionó, prisionero de un deseo hasta ahora desconocido.
Pero entonces recordé que no estábamos solos, que estábamos en una playa, inoportunamente demasiado concurrida, y que si seguía con ese comportamiento rayano en lo salvaje, pronto no me quedaría ninguna faceta humana por explorar.
Deshice la prisión en la que lo ceñía, y él, entendiendo a la perfección, me apoyó despacio en la arena mojada. Al mirar a sus ojos, pude ver el fuego intenso que los envolvía. Los míos, seguramente, estaría igual de ardientes.
- Es increíblemente fácil acostumbrarse a que eres una mujer adulta. - Dijo en un susurro, y rió por lo bajo desvergonzadamente.
- Calla, y no seas niño... - Le dije, poniendo un dedo sobre sus labios. - He venido porque necesito preguntarte algo... proponerte, mejor dicho.
Me observó confuso con sus ojos negros. Evidentemente, no tenía idea de lo que le estaba hablando.
- Claro, Ness, solo dime lo que quieres... - Me animó, acercándose un poco más a mí, lo cual no fue de ayuda, porque solo lograba que mis pensamientos se dispersaran con mayor facilidad.
Le di la espalda, esperando que eso fuera suficiente para poder hablar con claridad, como para que entendiera a la perfección todo lo que tenía que decir. Intentó tomarme de la mano, para girarme de nuevo hacía él, pero evité su contacto con toda la delicadeza de la que era capaz.
- Jake... lo que pasó ayer me hizo ver todo desde un nuevo punto de vista... - Comencé - Ahora sé que no puedo dejarte atrás... pero tampoco quiero renunciar a mi aventura. Veras, es algo que necesito hacer, para demostrarme a mí misma que no soy una niña.
Sentí sus pasos, próximos a mi espalda, pero súbitamente se detuvieron, aunque ignoraba la razón.
- No entiendo que es lo que quieres decirme, mi amor. Por favor, intentar ser mas clara. - Insistió él, luego de ver que no agregaba nada más.
- La cuestión de todo esto es que... me gustaría que... vinieras conmigo... - Dije en un susurro casi imperceptible. Y giré de nuevo mi rostro hacía él, para poder ver su expresión, que era mucho más fácil de leer que cualquier otro que jamás hubiera visto. Estaba sorprendido, ante lo inesperado de mi propuesta. Me miró a los ojos, intentando interpretar el ansia que ahora estaba apoderado de ellos. A pesar de ser muy alta, Jake me llevaba muchos centímetros, por lo que nuestras miradas estaban bastante distanciadas una de la otra.
- ¿Eso es lo que en verdad quieres...? - Preguntó.
- Claro que eso es lo que quiero... amor. Si no lo quieres hacer, lo entenderé, porque aquí tienes a todos, a tu padre, tu hermana, tus hermanos de manada y a tus amigos, también. - Le dije, para que no se sintiera obligado a aceptar, si no quería, no me enfadaría, pues solo él tenía que decidir que era lo que mejor le parecía.
- Pero Rennesme, tu estarías allí cursando la universidad y sería solo una molestia para ti... - Comenzó - Te juro que me encantaría ir contigo, pero no sería justo que te interrumpiera en tus cosas solo porque quieres que no me sienta mal cuando tu te vayas...
- Eso tiene arreglo, amado mío. - Me acurruqué en su pecho, y levanté la vista de nuevo hacia su rostro. - Mi abuelo te ha conseguido una aceptación. Hoy mismo, ya está todo dispuesto para que nos marchemos la semana que viene. Solo queda saber si tú quieres hacerlo.
- Wow, ¿Voy a ser un estudiante universitario? Seguro que reprobaré todo el primer semestre... - contuvo su risa descarada, esa que tanto me gustaba escuchar en él.
- ¿Eso es un sí...? - La emoción revolvió drásticamente mi estomago.
- ¿Tú qué crees? - Preguntó, poniendo los ojos en blanco ante mi innecesaria duda.
Y me puse en puntas de pie para besarlo, tal cual lo habíamos hecho hace unos momentos.
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Ocaso Boreal - Continuación de Crepusculo
VampirosSola, como estaba en ese lugar, no me hubiera costado para nada volver corriendo a Forks, como la niña tonta que en realidad era. Los días eran difíciles, las noches solitarias. Y era poco lo bueno que podía sacar de esa experiencia en general. Aunq...