Parte 5 Comprensiones

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Sentía el cuerpo entumecido, como si fuera un ente distinto y separado de mi mente, como si me hubiera petrificado. No podía ejercer el mínimo dominio sobre él, no me pertenecía en absoluto. Los parpados me pasaban, y levantarlos, estaba segura, conllevaría un esfuerzo titánico. Opté por no hacerlo, ni siquiera intentarlo, porque no tenía idea de si mi cuerpo respondería a mis ordenes, además, tampoco tenía la menor noción de donde me encontraba, y abrir los ojos equivaldría a ver, y comprender que había pasado.

Si estaba muerta, y ese lugar era el más allá, sería la confirmación total de que los había abandonado para siempre.

Intenté hacerme un análisis clínico, con los vagos conocimientos que tenía de medicina, aunque de hecho fuera inútil intentarlo, porque la presencia de mi propio ser la percibía como algo amorfo, indefinido, inexistente. La memoria, sin embargo, estaba intacta, porque recordaba con perfecta precisión todo lo que había pasado en los últimos momentos de consciencia. Las miradas tristes, las despedidas, las promesas de cuidarlos eternamente...

Había sido tan tonta esos últimos segundos.

¿Por qué había bajado la guardia? Si hubiera prestado atención, Alec no me habría mordido, y nada de esto habría pasado.

Si hubiera...

Si hubiera, tantas cosas. Era tarde para crear realidades alternativas en mi mente, por lo tanto, debía conformarme con la que me había tocado. Sea lo que sea, era lo que tendría que soportar, no sabía por cuanto tiempo.

No había forma de cambiarlo, aunque quisiera.

Todo se había sucedido de esa forma, tan extraña, tan triste.

El frío se había ido a otra parte, y también el calor. Una de las cosas que me hacía desconocer este cuerpo, era que la familiar presencia del fuego había disminuido, mas no desaparecido. Todavía estaba presente, pero no de la misma forma que antes, cuando todo a mí alrededor producía un cosquilleo extraño, al percibir mi ardiente piel.

La lucha incontrolable entre el fuego y el hielo se había detenido, y al parecer, ambos se habían rendido. Ninguno clamaba el dominio absoluto de mi cuerpo. Coexistían de forma armoniosa, equiparados en fuerza.

Me resultó muy fácil comenzar a meditar acerca de ello, en especial, porque no tenía la absoluta idea de en que lugar flotaba a la deriva. Podría incluso estar ardiendo en una incesante pira, y no lo notaría, porque mi ensimismamiento era tal, que si ni siquiera podía afirmar si estaba viva o muerta.

La realidad, o lo que creía que era lo que estaba transcurriendo alrededor de mis ojos cerrados, continuaba su curso, indiferente a mi estado indefinido. Notaba que todo continuaba moviéndose, notaba que el mundo no se había detenido tras mi caída.

Era tonto pensar que así sucediera, y no es que lo hiciera por vanidad, ni mucho menos. Pensaba en ello porque deseaba que así fuera. Deseaba que todos aquellos que dejaba atrás pudieran continuar con su vida, sin sufrir. Tal vez eso era imposible desde varios puntos de vista, porque cuando un ser amado te abandona, es absurdo no sentir el dolor, la sensación de perdida...

Me había pasado al creer muerto a Raphael, y entonces, solo en esa situación límite, había podido entenderlo. Comprendía que no había vivido, en esos siete años de mi vida, muchas emociones fuertes. Sí las felices, las que causan regocijo, pero no las malas, que también son importantes.

La vida no puede tratarse de solo felicidad, en algunos momentos, el camino debe tomar callejones oscuros y desolados, porque eso hace valorar aún más los momentos de luz...

Mi familia, mis amigos, todos mi seres queridos volvieron a ocupar mi mente en ese segundo.

Mis padres... ¿Qué sería de ellos? Había prometido que los cuidaría para siempre, pero no los veía, sea cual fuera el lugar donde me encontraba, no los veía por ningún lugar.

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⏰ Última actualización: Jun 10, 2020 ⏰

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Ocaso Boreal - Continuación de CrepusculoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora