Capítulo 10

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Con cuidado, el pálido bajó las escaleras con las cuales había subido hasta el techo de la cabaña hace unos cuantos minutos para arreglar una antena que les daba mejor señal

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Con cuidado, el pálido bajó las escaleras con las cuales había subido hasta el techo de la cabaña hace unos cuantos minutos para arreglar una antena que les daba mejor señal.

El peli-lila se mantenía sujeto fuertemente al pedazo de madera viejo al cual ya había insistido en que no lo utilizara, pero al ser demasiado terco, le dio igual y de igual forma subió con aquella escalera.

—¿Todo arreglado, hyung?

—Sí, ya está. Recordé un pequeño detalle cuando miraba al paisaje de allí arriba, —el menor lo siguió hasta el interior, curioso, esperó a que le contara aquel detalle que haya recordado, —hay un pueblo que queda cerca de aquí, o bueno, cerca del bosque en realidad, a unos cuantos kilómetros. Allí es a donde iba a comprar con mi familia cada que nos quedábamos aquí, mayormente iba mi padre pero sé el camino por el cual ir.

—¡Eso es genial! No debemos ir a la ciudad como encubiertos ni comenzar a cosechar cosas en el medio de la nada. —El pelinegro rió por esas palabras estando de acuerdo que aquello sería algo muy molesto. Tomaron lugar en el sofá dispuestos a descansar un rato.

Aquel día se habían despertado algo tarde debido a todo el movimiento del día anterior, pero el lado bueno es que cada uno había dormido como reyes en cada habitación por separado. Ese día se habían dedicado a terminar de acomodar un par de detalles sin dejar un poco la diversión de lado.

—¿Cómo está JiJi? —Pregunta Min en algún momento obteniendo la rápida mirada del ya desteñido peli-lila, dejando paso próximo a sus rubios cabellos naturales.

—Pues bien, aparece en ocasiones pero no es molesto. —Suelta una leve risilla. Su lobo por ahora lo sentía apagado, como si estuviera dormido. Y estaba bien con eso, a veces era molesto tener una segunda voz en su cabeza pero sabía que tarde o temprano se acostumbraría.

Estuvieron unos segundos en silencio pero entonces Jimin volvió a hablar. —Hyung, ¿le gustaría ser un omega? —Pregunta llamando la atención del contrario.

—¿Un omega? —Murmura apretando sus labios, —no lo creo, o sea, no me mal entiendas, pero si fuera un omega creo que posiblemente lo que cambiaría sería el hecho de tener hijos y yo no quiero eso, no es como si esa fuera la única función, como las mujeres que pueden tener hijos si desean o no pero-

—Ya, ya, hyung, le entiendo. —Mustia riendo, el pelinegro la verdad no quería hacerle sentir mal pero no era como si quisiera comprobar lo que se sentía ser un omega, más bien, sentía mucha curiosidad respecto al tema y tenía la suerte de que Jimin tuviera la suficiente confianza con él como para comentarle los cambios que iba sufriendo y así solucionarlos juntos.

—¿Tienes hambre?

—No mucho, ¿tomamos un té? —Min asintió, por lo que el rubio se levantó yendo hasta la cocina y poner la tetera. Se dirigió a la heladera llevándose una pequeña sorpresa. —¡Hyung! ¿Hiciste pastel? —Exclama con una sonrisa volteando hacia la sala.

Virus Omega [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora