Capítulo 37

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Había sido una larga espera

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Había sido una larga espera. En verdad grande.

Pero finalmente había llegado un nuevo día.

HoSeok terminaba de guardar escasas cosas en una mochila mediana, cosas que quizás llegue a necesitar. Él solo intenta mantener la mente fría, intenta pensar en lo que puede llegar a ocurrir, qué hacer. Por lo menos él solo es el que se veía implicado en esos problemas, no quería arrastrar a SeokJin a esto, no podría perdonárselo. 

Entonces sale de su habitación a toda prisa, la ciudad en la que lo citaron no es demasiado lejos, pero sí le tomará unas horas y quiere lograr llegar antes por cualquier inconveniente. Asique sin importar de que sean las diez de la mañana, está cargando sus cosas en su camioneta y terminando su desayuno rápido. 

—¿A dónde vas? —Escucha a Jin preguntar desde la puerta de la cabaña, su rostro es un poco confuso, y tiene razones.

—Surgió un pequeño tema personal con mi familia, asique voy a verlos, no creo tardar demasiado, tal vez llegue en la noche o en la madrugada. —Jung se encoje de hombros, sin darle demasiada importancia a su explicación, intentando no levantar sospechas ni preocupar al científico de esto.

—Está bien, ¿tienes tu reloj?

—Siempre. Nos vemos luego, Jin. —Le regala una pequeña sonrisa antes de subirse al coche y encender el motor. Kim lo vio irse entre la espeses de los árboles. Hace apenas había llegado ayer y ya volvía a irse. Lo ponía un poco triste porque les gustaba pasar tiempo todos juntos y siempre fue su mano derecha apoyándolo en todo. Pero entiende que su familia es importante y le dejará encargarse de sus asuntos.

HoSeok se encuentra bastante tenso mientras maneja, aprieta el volante con fuerza de a ratos y la música en la radio no pueden tranquilizarlo. Le gustaría poder ir más rápido, le gustaría haber hecho las cosas de manera diferente porque no puede creer que su hija esté en peligro ahora por su propia culpa. No pudo proteger a su esposa y ni en un millón de años se perdonaría si le ocurría algo a ella también. Era su responsabilidad.

Después de largas horas y largos kilómetros recorridos dentro del vehículo casi sin ningún descanso que no fuera para cargar gasolina, había arribado a la ciudad de Sunnyvale. Hasta ahora le había parecido muy hermosa y agradecía haber podido llegar con dos horas de antelación a el tiempo acordado. Lo primero que hizo fue recargar nafta en una estación de servicio y consumir un pequeño pero rápido almuerzo que no tuvo el placer de darse antes. También limpió y ordenó un poco el interior de su camioneta, quería que fuera lo suficientemente cómodo para MiSuk.

No tenía idea de lo que podría encontrarse una vez se reunieran, pero había pensado en varias de las opciones que podrían pedirle a cambio de su hija, y el maletín lleno de fajos de billetes debajo de uno de los asientos tenía esa función.

Cuando se sintió lo suficientemente listo, aún faltando una hora para el encuentro, se dirigió al sitio del intercambio. No le sorprendió para nada que fuera en un barrio dudoso en una construcción de un edificio. Después de todo, esto no era algo muy legal que digamos.

Virus Omega [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora