CAPÍTULO 1 "EL INICIO"

119K 7.6K 1.2K
                                    

Hola queridas lectoras, les comento que me pueden encontrar en instagram como @liz.valk666 ahí subo avances, información y demás cosas relacionadas con mis historias.

Sin más que decir, que disfruten su lectura.


"EL INICIO"

La lluvia caía implacable sobre el rostro de Alessandra, mezclándose con las lágrimas que brotaban de sus ojos. A sus pies yacía la placa de un frío y oscuro mármol, grabada con un lúgubre "Descansa en Paz". Qué irónica sonaba esa frase, cuando se había sufrido toda una vida; cinco años, cinco eternos años repletos de dolor y miseria habían tenido que transcurrir para que su padre dejara de sufrir y emprendiera un camino hacia lo desconocido, si es que existía tal cosa como una vida mejor. El cáncer, al fin, había arrancado de su lado a la única persona que amaba en este mundo.

Desorientada, miró a su alrededor, ya consciente de cuál sería su futuro. Tendría que vivir con su madre y su padrastro. Derrotada y completamente rota, dejó que la desolación la envolviera y cayó de rodillas en el suelo empapado; eso poco le importaba. Nada importaba ya. Se recostó sobre la dura estela que la separaba de su amado padre y rompió en llanto, como una niña perdida en la oscuridad.

—Por favor, Alessandra, no hagas numeritos, levántate, que nos están mirando —Dijo Elena, su madre, preocupándose más por el qué dirán que por el dolor de su hija—.

—Mi padre acaba de morir —Se defendió, con la voz quebrada—.

—Sí, pero llorar no lo regresará a la vida —Comentó sin un atisbo de tacto—. Ahora levántate. —La alzó del brazo de mala manera—. Es hora de irnos.

—Quiero volver a mi casa —Pidió entre lágrimas, el ruego ahogado en su pecho—.

—¿Tu casa? No hay casa. Tendrás que vivir conmigo.

—No quiero vivir contigo, mamá.

—No es lo que quieras, es lo que yo ordene. Soy tu madre y debes obedecerme.

—¿Obedecerte? Me abandonaste por casarte con este tipo —Miró a Óscar, su padrastro—. ¿Y ahora recuerdas que eres mi madre? ¡Púdrete! —La bofetada la sorprendió, dejando su mejilla roja, pero el rencor ardiente en su corazón le dio fuerzas para no amilanarse—.

—Tienes diecisiete años, aún no te mandas sola —Replicó, dejándole claro quién mandaba—.

—Cumpliré dieciocho en tres meses —Refutó—. No tendrán ningún poder sobre mí.

—Entonces, cuando cumplas los dieciocho, harás lo que te dé la gana. Mientras tanto, me perteneces y acatarás mis órdenes —Dejó claro antes de meterla en el auto—.

Condujeron hacia lo que sería su nuevo hogar. Una hermosa y amplia casa la aguardaba, junto con una hermanastra dispuesta a convertir su vida en un verdadero infierno.

"Solo tres meses", se repetía a sí misma, "tres meses y nada más". Entraron en la estancia, deslumbrante en su lujo; cuadros caros y esculturas finas la rodeaban, pero eso poco o nada le importaba. Ella no pertenecía ahí.

—Hemos preparado una habitación para ti —Intervino Óscar—. Espero que te guste.

—Buenas noches, señorita —Saludó una mujer de alrededor de sesenta y cinco años—. Yo soy Raquel —Se presentó— y estoy aquí para servirle.

—Muchas gracias —Respondió Alessandra, dirigiéndose a la mujer de servicio.

—Le he preparado algo de cenar.

—Gracias, pero no tengo hambre.

—¿Cómo que no? Ha tenido un día muy largo. Debe comer algo —Insistió, llevándosela a la cocina—. ¿Le gusta el café?

—Sí, gracias, pero por favor, tutéame.

—Sería un atrevimiento de mi parte, señorita. Yo soy una empleada y...

—No importa lo que hagas en esta casa, no quiero que me trates de usted. Mi nombre es Alessandra, pero mis amigos me dicen Aless. Solo dime así.

—Está bien, señorita... Aless —Corrigió, un leve titubeo en su voz—.

—Así está mejor. —No había notado cuán hambrienta estaba hasta que devoró las delicias que Raquel le sirvió—. 

La llevó hasta su habitación, un vasto espacio donde una enorme cama la aguardaba, equipada con un plasma gigante y un radio que seguramente haría reventar los cristales. A su izquierda, un escritorio con una computadora y algunos libros intentaban cubrir la amplitud del cuarto.

—En el closet encontrarás ropa y toallas. He dejado esencias en el baño, por si deseas usar el jacuzzi.

—Gracias.

—Con permiso, y que descanses... —Se despidió Raquel, un susurro en la penumbra—.

Alessandra observó el lugar, reconociéndolo. Su madre sí que se daba la gran vida. Entró al baño y, tal como esperaba, era un derroche de lujo. Un espejo enorme con luces lo rodeaba; el piso, de mármol negro, contrastaba con el blanco de las paredes. Una ducha iluminada, un control para escuchar música mientras se bañaba, y un jacuzzi amplio que la llamaba, aunque su ánimo no estaba para tales placeres. Tomó algo de ropa y se dio una breve ducha, buscando un consuelo que se le escapaba. Al acostarse, la tristeza la envolvió, y pronto la almohada se mojó con sus lágrimas, un suave tranquilizante que la llevó al sueño.

Al Siguiente Día

—Buenos días —Escuchó decir entre sueños. Frente a ella, la amable mujer de la noche anterior traía una bandeja repleta de fruta, tostadas, un poco de tocino y huevos, acompañados de una taza de café—. Te traje el desayuno, mi niña.

—Buen día —Contestó, sentándose en la cama—. ¿Qué hora es?

—Son las diez. He dejado que descanses; te veías muy cansada ayer.

—Gracias, eres muy amable.

—No ha sido nada. Su madre y el señor Óscar salieron muy temprano al trabajo. Regresarán en la noche. Tengo que ir a terminar el almuerzo. Buen provecho.

—Muchas gracias —Repitió, con gratitud renovada—.

—No hay de qué —Sonrió la mujer, como si la palabra "gracias" nunca antes le hubiera sido otorgada—.

Se sintió llena y hasta un poco culpable por no terminar todo lo que Raquel había preparado para su desayuno. Tomó la bandeja y salió con dirección a la cocina, pero algo llamó su atención: quejidos que salían de una habitación, cada vez más fuertes. Movida por la curiosidad, caminó sigilosa guiándose por aquel sonido, hasta llegar a una puerta entreabierta. Asomó un ojo por la hendija, y allí encontró a su hermanastra en la cama con un muchacho, entregados al acto pasional, sin un ápice de preocupación por ser descubiertos.

—Es de mala educación espiar, mi niña —La sorprendió Raquel, haciéndola sobresaltar del susto—.

—Lo siento —Susurró, temerosa de ser oída—.

—Será mejor irnos. A la señorita Katherine no le gusta que la interrumpan; se pone de muy mal humor —La tomó del brazo, alejándola con cautela—.

—Su padre, ¿él lo permite?

—No. La señorita Katherine trae a Tom solo cuando los señores no están. Pero es mejor no decir nada, o nos meteremos en problemas.

—No entiendo.

—Hay muchas cosas en esta casa que es mejor no saber, mi niña, por tu bien —Le advirtió, con un tono grave, mientras se alejaban de la puerta, ocultando secretos que no debían ser revelados—.

ALESSANDRO "MÁS QUE UN SIMPLE DESEO" Donde viven las historias. Descúbrelo ahora